Publicado originalmente el 20 de julio de 2014
Pocas imágenes podrían representar tan bien la Canarias oficial del siglo XXI: un ministro canario, recién llegado de la metrópoli, se presta a un desayuno oficial con los directores de los periódicos de las islas. Allí, suponemos que entre fuertes medidas de seguridad, el ministro tratará de comprar voluntades, prevemos que sin encontrar grandes resistencias. De fondo, el patrocinio del Banco Santander y Lopesan . Y a este teatrillo lo llaman democracia. Casi puede uno escuchar el ruido de la puerta giratoria que llevará a José Manuel Soria -sí, me refería al ínclito- a destinos más apetecibles cuando el PP finalmente no gobierne. O antes. Mientras este sainete se represente, no demasiado lejos de allí, en la agüimense Playa de El Cabrón, unas decenas de abnegados voluntarios se dejarán la piel y quizás algo más en limpiar los efectos del ¿último? vertido de piche en nuestras costas. Son los restos de una era que se resiste a morir, la del petróleo, pero que morirá sin duda. Canarias no está preparada para asistir a sus estertores ni tampoco para el alumbramiento de la nueva, a la vista del escaso nivel de implantación de energías renovables en las islas. Paradójicamente, no precisamente en Agüimes, bastión de resistencias frente a los modelos viejos, donde somos teledirigidos en un viaje hacia el pasado. Algo más al sur, unos autodenominados nacionalistas unen sus fuerzas para proteger los intereses de la empresa balear RIU en contra de la conservación de un Bien de Interés Cultural canario como el Oasis de Maspalomas, vulgo Charca. Menos mal que gracias a Colón aquello tiene algo de valor, por lo visto.
Sigue uno dando la vuelta a la isla y se tropieza con la rupturista e innovadora iniciativa de plantar plataneras en La Aldea para preparar el fin de la era del tomate. Si nos damos prisa, podremos llegar a Gáldar, antigua capital indígena de la isla, y así conocer a los Bentejuí y Guayarmina de este año, que es en lo que han quedado los nobles isleños para los changas del Ayuntamiento o quien sea que organice ese despropósito. Un poquito más y ya estaremos en Las Palmas de Gran Canaria. Si entramos por Siete Palmas, atisbaremos acaso los planes preparatorios para añadir gradas con dinero público a una instalación pública que usa una sociedad anónima. A estas horas seguramente el sainete en forma de desayuno habrá terminado. O tal vez no, porque pueden ustedes pensar que el verdadero sainete dará comienzo cuando leamos, al día siguiente, los artículos y crónicas del encuentro con el Señor Ministro. Un periodismo a la altura de las circunstancias. Ya verán.