Se veía venir. La ola que permite discursos interesadamente confusos, tanto a nivel de opinión pública/publicada como a nivel mediático/político, tenía que buscar una cabeza de turco débil con el que curar sus males, sus problemas, su indefensión. Desde hace un tiempo se nos tiene puntualmente informados, casi cada día, de una serie de positivos de personas venidas en pateras. No suponen ningún riesgo, son automáticamente evacuados y aislados. Pero da igual. La xenofobia, el miedo y la intransigencia se ponen en marcha y la lógica deja paso a los instintos primarios.
Lo contaba en Pateras contra aviones. Aquello no hablaba de una lucha galáctica, sino de ideas. Si el primer caso en Canarias fue un alemán, si el primer caso preocupante en Tenerife fue un médico italiano y si el primero en Gran Canaria una mujer italiana, el peligro, para cierta opinión interesada, son las pateras. Mientras, los turistas entran con una simple toma de temperatura y una evaluación visual, mientras los PCR no se compromete a pagarlos nadie, menos hacerlos pagar a turistas que, según ciertos agentes turísticos, dejarían de venir si tienen que pagar 1 euro de ecotasa.
No solo eso, sino que además ahora Canarias se hará cargo de los gastos médicos de los turistas si dan positivo en coronavirus y tienen que estar en cuarentena. Una auténtica barra libre de la que nos hacemos cargo con nuestros impuestos y que no genera protestas, barricadas ni columnas de periódico fingidamente compungidas. «Un atractivo turístico más», según la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias.
Mientras, unas personas desvalidas, agotadas, en busca de una vida mejor, generan protestas, con barricadas incluidas, en Tunte. Me venían avisando en las últimas semanas del rún rún racista en islas como Lanzarote o Fuerteventura, este hecho lo confirma. Ni siquiera hace falta que sean muchos los que se manifiestan, tendrán eco en los medios. Tampoco serán calificados de «radicales», «extremistas» ni «violentos». El miedo por el coronavirus lo justifica todo y en medio se aprovecha el viaje para dejar impronta ideológica. No olvidemos que la xenofobia es también miedo a lo desconocido, aunque planteo que estos hechos tienen un importante componente de aporofobia, fobia a los pobres.
Sobra reiterar que somos un país emigrante, acostumbrado a probar fortuna. No confundo la realidad, somos también un país acogedor. Minorías racistas, aunque nieguen serlo, siempre las hubo. Recuerden la manifestación de la vergüenza en Santa Catalina a finales de los 90 bajo el lema «contra la inmigración». Los datos son claros, el coronavirus entró en Canarias por avión. Nadie ha corroborado la teoría de barra de bar del deseo de los inmigrantes de escaparse y contagiar a todo el mundo.
La ola (rememorando la conocida película alemana) de la extrema derecha tiene buena culpa. En Canarias, estas actitudes intolerables tienen influencia y patente de corso gracias a teorías lamentables como la de Ana Oramas, alentando a la posverdad y a la descarada mentira. Interior lo desmintió, pero ya daba igual. Como un mensaje de whatsapp malintencionado, el vídeo de Oramas fue aplaudido por la extrema derecha, como si de una intervención de Abascal se tratara. Flaco favor. Hoy y siempre, el racismo no es la solución. Ni con SARS-Cov2 ni sin él…