La editorial Edirca fue fundada en Las Palmas de Gran Canaria en los 70, concretamente en 1977. Con una marcada voluntad de afrontar el novedoso reto de contar Canarias a las canarias y canarios, incluyó en sus varias décadas de existencia colecciones de historia, arte, literatura, etc. Estuvo dirigida en un primer momento por J.J. Armas Marcelo en su apartado literario. Posteriormente, tomaría las riendas del proyecto el poeta y ensayista Lázaro Santana.
Destaca Jorge Rodríguez Padrón en Bienmesabe que «entre las diversas colecciones que publicó, destacan: Cultura Viva de Canarias, de ensayos sobre temas diversos; Biblioteca de Rescate que se proponía recuperar o exhumar textos clásicos o fundamentales, perdidos u olvidados, de la cultura en Canarias; Clásicos Canarios o la colección poética Ultramarino. Obras capitales de este empeño editorial fue la reelaboración de la Historia de Canarias, de Agustín Millares Torres, y de la serie Biografías de Canarios Célebres, del mismo autor». Añado que incluye a autores de la talla de nuestra querida Pepa Aurora, Elfidio Alonso, José María Millares Sall, el ensayista Sebastián de la Nuez, Juan Manuel García Ramos o el universal artista César Manrique.
La llamada Editora Regional de Canarias tuvo su sede en el barrio de Escaleritas de Las Palmas de Gran Canaria. El administrador, aquejado de una enfermedad, vendió el local donde estaban los libros. Cuenta el comprador que el señor, afable y de buen humor habitual, estaba con cara apesadumbrada el día que se encontraron en el notario.
– ¿Qué le pasa hombre?
– Me queda la pena de mis niños, mis libros. En ese espacio hay mucha sabiduría.
– No se preocupe que yo se los cuido – respondió el hombre.
Relata el actual dueño de la antigua sede de la histórica editorial que «pareciera que estuviera esperando que le expresara mi voluntad de que iba a custodiar los libros. Al poco tiempo, murió». Así fue como Juan González Gopar heredó una montaña de libros en su recién estrenada nave, fruto, probablemente del naufragio derivado de la crisis de 2008. Unos libros custodiados con mimo y cariño hasta que alguien se hiciera cargo de ellos. No eran 100. Ni siquiera 200. Ni 1.000. Hablamos de varias decenas de palets cargados de cajas de libros de arriba a abajo.
En medio, varios problemas. La empresa de construcción se negaba a trabajar con tan poco espacio y tantos problemas. Por si fuera poco, parón de tres meses a la obra por la crisis sanitaria. Cuando se retoman las obras, los libros siguen ahí y Juan González Gopar sigue pagando el alquiler de otro espacio para alojar a su empresa mientras terminan la obra. Noelia, su hija, se pone manos a la obra. Un simple aviso por whatsapp pone en alerta a un montón de gente que quiere obtener los libros de la extinta editorial. Amantes de la cultura y la identidad canaria que acudían al local con la mosca detrás de la oreja. «Mucha gente pensaba que era un bulo», cuenta Noelia.
Una vez se descubrió que detrás solo estaba la voluntad de la familia en mover los libros, el grupo de whatsapp creado al efecto fue creciendo. «Pedía que me mandaran un whatsapp con su nombre para ponerlos en el grupo», relata. Las colas en la calle alertaron a los vecinos de que en aquella nave ya estaba abierto el negocio de Juan González Gopar. Sin embargo, allí se agolpaba una cantidad ingente de personas deseosas de llevarse los libros.
Entra en escena la Fundación Tamaimos
Operarios trabajando en la nave de destino.
Ante el panorama, la Fundación Canaria Tamaimos entra en acción. Alertada por colaboradores y ante el run rún de que aquellos libros carecían de destino, decidió tomar las riendas y hacerse cargo de los más de 18 palets de libros que aún quedaban, pese a las juntas de personas y las donaciones más variopintas a personas individuales e instituciones. Pusimos en marcha toda la logística para pasar nosotros a custodiar los libros de Editora Regional Canaria.
El objetivo es bien simple: hacer en 2020 lo que Francisco Tortosa Linares, administrador de Edirca, intentó sin éxito en febrero de 2013. El responsable de la editorial dirigió una carta a todas las instituciones y bibliotecas públicas canarias en la que decía: «como el destino de los libros es llegar a los lectores para que cumplan su función, hemos tomado la decisión de donarlos a cualquier entidad que colabore de forma gratuita en la tarea de difundir la Cultura Canaria». ¿Saben la respuesta que recibió? Ninguna.