Nigeria, con casi 200 millones de habitantes y una dimensión poco mayor que Venezuela, parece ser un país destinado a amplificar hacia su interior, cuanta crisis azote al mundo. En pleno impulso conseguido tras los ataques a las torres de Nueva York, el terrorismo wahabita, comienza a extenderse por la amplía geografía del islam y para 2009 se funda en el norte de Nigeria el grupo Boko Haram, que a más de una década sigue golpeando de manera constante y brutal habiendo provocado ya más de 50.000 muertos y dos millones de desplazados, y alcanzando a irradia su terror a los países vecinos. Sin duda esa expansión, se debe y en mucho a la corrupción endémica, que ha perdurado gobierno tras gobierno devastando las instituciones y provocando niveles de desigualdad social pavorosa, con más de 120 millones de personas viviendo en condiciones de extrema pobreza, mientras las cúpulas del poder exhiben sus riquezas de forma obscena.
Nigeria, gracias al petróleo, tiene la economía más grande de África Occidental y la tercera del continente, la que es evidente no redunda en beneficio de la población. El país prácticamente no cuenta con sistema sanitario, por lo que ha sido y es, escenario de grandes epidemias de ebola, cólera, polio y sida, que marcan o han marcado records, por lo que se espera que el COVID-19, que hasta ahora ha producido solo 220 muertes, pueda golpear con dureza, como se cree lo hará en el resto del continente. Entre otros de los pesares nigerianos, se registra que sus mujeres son las más numerosas entre las que caen en las redes de prostitución, que operan fundamentalmente a Europa.
Además sufre de manera catastrófica la devastación del delta del río Níger, debido a las explotaciones petroleras, el principal producto de exportación del país, que ha convertido esa área, de unos 20.000 kilómetros cuadrados, con treinta millones de habitantes, divididos en unas cuarenta etnias, en una de las más pobres y contaminadas, ya no solo del país, sino del mundo, lo que ha provocado, la destrucción de los medios tradicional de su economía: la pesca y la agricultura, lo que ha generado una tasa cercana al cuarenta por ciento de desocupación, que coloca a la región entre las más elevadas del país.
Las reservas nigerianas de petróleo, ocupan el décimo lugar a nivel mundial, y la mayoría de esos yacimientos se encuentran concentrados en zona del delta, con la consiguiente degradación del medio ambiente, debido a las constantes perdidas de crudo por motivos que van desde accidentes, al sabotaje y el robo de fluido por parte de un grupo terrorista conocido como Vengadores del Delta del Níger creado en 2016 y las mafias locales, amparadas siempre en funcionarios gubernamentales o altos mandos de las fuerzas armadas. A consecuencia de esos derrames, se estima que se han volcado desde el comienzo de las extracciones en 1957 unos dos millones de toneladas, lo que pone al país a la cabeza de los que tienen las mayores de pérdidas de crudo. A la devastación del eco sistema se le suman el venteo y quema de gas constante.
Cómo si todos esos males fueran pocos, la crisis internacional de los valores del petróleo, compromete la crítica situación financiera del país, provocada, esencialmente por dos factores, la corrupción y la guerra contra Boko Haram, que no deja de ser una manera más solapada para continuar con el latrocinio.
La mayoría del pueblo nigeriano, no recibe, ningún beneficio de la explotación petrolera en la que interviene la Nigerian National Petroleum Corporation (NNPC), junto a las multinacionales como Shell, Chevron, Exxon o la italiana Eni. Al tiempo que otras exportaciones como madera, minerales raros, los que abastecen la gran demanda de las empresas de tecnologías, y la industria cinematográfica conocida como Nollywood, que en cantidad de producciones anuales, solo es superada por India, dejando atrás a Hollywood, más allá de calidades todavía rudimentarias, estos emprendimientos no pueden suplantar, lo que las petroleras y gasíferas no aportan.
Este estado de situación en la región del delta, se arrastra desde los días de la independencia en 1960, lo que ha provocado dos importantes levantamientos contra el poder central, en 1966, se proclamó la República del Delta del Níger que de inmediato anuló la totalidad de los contratos con las petroleras, pero el movimiento fue exterminado en menos de dos semanas, con exceso de violencia por las fuerzas del gobierno central. Si bien ese movimiento prácticamente pasó desapercibido en la historia, dejaría abierto el paso, para que un año después, en la región suroriental del delta se creara la Republica de Biafra. Como expresión del movimiento separatista de la tribu Igbo, que arrastraba ancestrales conflictos con las comunidades del norte y a la que le fueron cercenados sus derechos a la explotación petrolera. La instauración de la Republica de Biafra, acarreó una guerra de tres años, que dejó más de un millón de muertos y tasas de desnutrición infantil pavorosas, por lo que a cincuenta años de finalizado aquello, la herida no ha dejado de supurar, provocando que periódicamente se produzcan estallidos que podrían derivar en un nuevo intento independentista.
Naufragando en el golfo de guinea
La criticas situación de los pobladores del delta, ha disparado el incremento de la delincuencia en todas sus variantes entre ella la piratería, que ha registrado un importante crecimiento en todo el golfo de Guinea, rodeado por siete países todos exportadores de petróleo, lo que ha complicado el modelo de almacenamiento, en buques cisterna estáticos en alta mar, el que fue adoptado por las grandes petroleadas, para la producción no vendida, dado el exceso de oferta.
Las osadas acciones de los piratas han producido el noventa por ciento de todos los secuestros en 2019 y en lo que va de este año ya ha realizado veintiún ataques.
La Oficina Marítima Internacional (IMB), informó que en el primer trimestre del 2020, aumentó la piratería en todo el mundo, con 47 ataques en total, mientras que el año anterior en el mismo periodo se habían realizado 38. Según el informe de la IMB, la piratería, no ha alcanzado su cota máxima y espera para lo que va del año y el próximo se siga incrementando.
La mayoría de este tipo de acciones que se han sucedido en este año se realizó en aguas territoriales nigerianas, desde donde se expanden a aguas de países vecinos, lo que ha alarmado a las multinacionales petroleras y las de carga internacional.
Los secuestros de tripulantes en el Golfo de Guinea, está en constante aumento, de los 78 de 2018, se pasó a 121 en 2019, por lo que esta piratería, ha superado con creces a los piratas que operan en el estrecho de Malaca, el que separa Malasia y Singapur de Indonesia, lo que convierte a el golfo africano, en el lugar más peligroso del mundo para la navegación comercial.
Las fuerzas de seguridad de la región, no cuentan con el equipamiento apropiado para combatir ese tipo de delitos, al tiempo que los delincuentes cuentan con embarcaciones de alta velocidad y una importante variedad de armamento de última generación que les dan la potencia de fuego y la rapidez para llevar a cabo operaciones, cada vez más complejas y contundentes.
A pesar de que las acciones de secuestro son esperadas frente a las costas nigerianas, el pasado 22 de marzo, siete miembros de la tripulación del MSC Talia F, de bandera portuguesa, fueron secuestrados frente a las costas de Gabón, lo que según los expertos es un síntoma de que los piratas se han expandido ya de manera gravitante y se espera un aumento en todo el Golfo que ocupa junto a al litoral nigeriano las costas de Ghana, Togo, Benin, Camerún, Gabón y Guinea Ecuatorial.
Hasta 2015 la piratería se había limitado a atacar buques petroleros, para vender su carga en el mercado negro, pero a partir de la crisis petrolera de ese año, esas organizaciones centraron sus objetivos en el secuestro de las tripulaciones en procura del rescate operaciones que se ha registrado hasta unos pocos días atrás, cuando la armada nigeriana pudo rescatar el 15 de mayo a los 18 miembros de la tripulación del barco chino, MV HAILUFANG II, que había sido asaltado por los piratas en las aguas de Costa de Marfil.
El Gobierno nigeriano, en colaboración con otras naciones dependientes del petróleo nigeriano, realiza continuas operaciones militares para terminar con eses bandas y el robo de petróleo, aunque se sabe que las Fuerzas Armadas nigerianas y los grupos paramilitares apoyados por el Gobierno de Abuya, han sido denunciados por abusos y torturas, al tiempo que se investiga la colaboración de oficiales y suboficiales del nigerianos con las cabezas de los grupos que dicen combatir, lo que hace naufragar en la corrupción, cualquier posibilidad de solución definitiva.
* El autor es Guadi Calvo, escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Publicado originalmente en Rebelión. Compartido bajo Licencia Creative Commons.