A los fervientes amantes de los laboratorios subtropicales
Esto es una metáfora. Lo que se relata guarda cierta semejanza con la realidad, pero, en última instancia, no deja de ser un recurso retórico para estilizar lo obvio.
En la primera década del siglo XX, John Scott Haldane, fisiólogo nacido en Edimburgo en 1860, tuvo la idea de usar a canarios como animales centinelas para advertir del aumento de gases tóxicos en las minas de carbón. Un cóctel letal -el infame grisú- compuesto por una mezcla de metano, dióxido de carbono y monóxido de carbono. Este último, incoloro, inodoro, sin sabor, venenoso y además muy inflamable. Como una burbuja financiera o un virus. Pero,¿por qué canarios y no, por ejemplo, murciélagos o ratones blancos? Por razones estructurales. Los canarios -por cosas de la evolución, que es como llaman a la Historia en Biología- están especialmente construidos para responder pronto y fatalmente ante agresiones externas. A diferencia de otros animales, entre ellos, los humanos, los canarios están dotados de un sistema respiratorio diferenciado: dos pulmones relativamente pequeños, varios sacos de aire (dicen que siete) y una alta frecuencia respiratoria. Es un sistema muy eficiente (con muy poco se consigue mucho), pero también más sensible a estos gases tóxicos. Un cambio ambiental provocado por estas emanaciones, todavía no capaz de causar un daño irreversible a los humanos, es suficiente para noquear e incluso matar a un canario. El malestar del canario era, para el minero atento, una señal inequívoca para abandonar la mina a toda velocidad. Por ello la extendida práctica de llevar canarios a las minas de carbón en gran parte del mundo. Una práctica que se extendió en el tiempo, desde 1911 hasta 1986, y que inspiró, desde el primer momento, innovaciones tecnológicas para incrementar las prestaciones de las aves en cuestión. En su edición del 26 de mayo de 1923, la revista madrileña Alrededor del Mundo (citada en el blog Tecnología Obsoleta, 15.09.19) informaba del éxito de un artilugio diseñado para resucitar canarios:
“……Hasta ahora se llevaba al pájaro en una jaula ordinaria y el resultado era forzosamente incompleto, pues el pajarito caía víctima de un síncope desde el momento en que aspiraba la menor cantidad de gas y no podía, por consiguiente, volver a suministrar más informaciones. Un invento, que acaba de ensayarse en Inglaterra con éxito, viene a hacer frente a este inconveniente. El pájaro está encerrado en una caja hermética con armazón de aluminio y cuatro paredes de mica, una de ellas móvil, a modo de puerta. Cuando se quiere revisar el estado de la atmósfera en una galería, abren esta puertecilla. El más ligero rastro de óxido de carbono abate al canario. Se cierra inmediatamente la puerta y se abre entonces una pequeña válvula dispuesta en uno de los extremos de un tubo de acero colocado encima de la jaula que contiene oxígeno. En cuanto una poca cantidad de oxígeno penetra en la caja, el pájaro recobra sus sentidos y puede repetirse la experiencia tantas cuantas veces lo exijan las circunstancias”.
El experimento, abiertamente dirigido a maximizar las prestaciones del pájaro-herramienta (había que amortizar los costes de mantenimiento de colonias de canarios), resultaba extremadamente eficaz: en caso de crisis, el experto abría ligeramente la espita e inyectaba el oxígeno suficiente para reanimar y reciclar al canario. De este modo, atado a una cadena de crisis recurrentes e inducidas, el canario, dependiente de la inyección de las minúsculas dosis vitales de oxigeno administradas por el manipulador externo de la tecno-jaula, gastaba el tiempo condenado a una existencia espasmódica y atolondrada. Hasta exhalar el último aliento de su peculiar y muy apreciado sistema respiratorio.
* El autor es Tony R. Murphy, experto en planificación y políticas culturales, además de director de la empresa Culturalink. Envió este artículo a Tamaimos.com para su publicación.