Decir que uno de los terrenos donde la pandemia, el confinamiento, se está dejando sentir especialmente es el de la educación es una obviedad. De la noche a la mañana, ha habido que cambiarlo casi todo en nuestra forma de impartir conocimientos, evaluarlos, relacionarnos con el alumnado, el profesorado, las familias, etc. La Canarias post-COVID19 deberá aspirar a ser tremendamente innovadora en el plano educativo si quiere formar una ciudadanía capaz de enfrentar los retos de una sociedad que se nos muestra ahora mucho más frágil de lo que ya la percibíamos.
Nuestro país hizo un gran esfuerzo, con los primeros pasos del autogobierno, para dotarse de un sistema educativo digno, que pudiera actuar, entre otras cosas, como mecanismo de promoción social y garantizara la formación integral de la ciudadanía en un marco de valores democráticos. Unas transferencias, mal negociadas por los socialistas del momento, que hacían que todo el peso de la construcción de los centros educativos recayera sobre el Gobierno canario, no ayudaron a recortar las diferencias en el atraso histórico que padecíamos con respecto al resto del Estado español. Aun así, en la década de los noventa, hubo un salto cuantitativo y cualitativo formidable que no tuvo continuidad en el comienzo de siglo. La educación tarda mucho en generar resultados pero, paradójicamente, los efectos negativos de su maltrato y desatención son de los primeros en aparecer.
En mitad de este panorama de incertidumbre, tratando siempre de alumbrar caminos por los que avanzar, la reflexión sobre la educación del mañana es de las que no se pueden soslayar. Forzados por las circunstancias, parece inevitable que al menos una parte del proceso de enseñanza-aprendizaje se traslade al espacio de la educación a distancia a través de las nuevas tecnologías. Sin embargo, no coincido con quienes ven en ese ámbito la solución a todos los problemas. La escuela como ámbito de socialización y encuentro de los miembros más jóvenes de la comunidad, de contacto con adultos-referentes más allá de sus padres,… seguirá siendo imprescindible. Seguramente, habrá que pensar en flexibilizar horarios -lo cual, obviamente, afectará al profesorado- pero también en maximizar las oportunidades que ofrecen los centros escolares como espacios de integración social en barrios y pueblos más allá de la educación formal. Los centros deberán estar abiertos por las tardes para que sirvan de núcleo organizador de la vida comunitaria, escuela de padres, lugar de encuentro deportivo y de actividades culturales de todo tipo,… Dejemos de pensar en el centro escolar como un recinto administrativo más, que está abierto de ocho a dos.
Aunque es obvio que, pensando en incrementar la competencia digital de nuestra infancia y juventud, habrá que dedicar esfuerzos específicos a combatir la brecha digital, no nos olvidemos de la omnipresencia de la radio, la televisión y, en buena medida, los smartphones como herramientas democratizadoras del acceso al conocimiento. Es hora de hablar de la función educativa de la Radio Televisión Canaria, que no se puede limitar a programar dibujos animados en las horas en que el piberío debiera estar dedicado a las tareas escolares, o sea, durante la mañana. Una Radio Televisión Canaria que cumpla una función social será un poderoso instrumento a la hora de poner en marcha sinergías imprescindibles en un mundo donde la imagen se impone abrumadoramente al texto. En Canarias, contamos con la experiencia de décadas de Radio Ecca enseñando a distancia a adultos. No vivamos de espalda a esta experiencia y otras e integrémoslas de manera actualizada en la nueva etapa de la Reconstrucción.
Hagamos desde ya todo lo posible para que todos los contenidos (películas, dibujos animados, series, documentales, etc.) se pasen en versión original con subtítulos en español: es bien conocida la plasticidad que a nivel neurológico genera la exposición a fonemas de otras lenguas, especialmente en edad temprana. Se sabe, además, que cuantas más horas se esté en contacto por cualquier vía con el idioma de estudio (inglés, francés, alemán,…), más avances se registran en el aprendizaje del mismo. Planteémonos cuanto antes un sistema público bilingüe digno de tal nombre, para lo cual es inevitable tomar como referencia los modelos que están funcionando en otros lugares del Estado español. Será una tarea a muy largo plazo pero no es imposible. Lo que tenemos ahora es muy limitado para lo que nos hace falta. Debemos formar generaciones de canarios que hablen inglés y francés con soltura, para poder, entre otras cosas, entendernos con nuestros vecinos. Acordemos vías por las cuales el alumnado que acredite poseer algún nivel oficial del Marco de Referencia de Lenguas pueda convalidar esa asignatura en el centro educativo y dedicar esa hora a tareas de apoyo comunitario en el centro. Estaremos motivando así a que al menos una parte del alumnado decida continuar y reforzar su aprendizaje en las Escuelas Oficiales de Idiomas o también, por qué no, a lograr acreditaciones oficiales vía centros extranjeros autorizados por la Consejería, si así lo deciden.
Hagamos de cada centro educativo un lugar de competición deportiva, fomentando los torneos escolares, la colaboración con los clubes deportivos, sus entrenadores,… contando con los Departamentos de Educación Física al frente de todo esto. Pocas cosas motivan más a la juventud que el deporte, en las más variadas disciplinas. Aprendamos de una de las pocas cosas buenas que podemos aprender de la educación en los Estados Unidos: la tremenda importancia que conceden al deporte escolar. Estamos hablando de una materia que se ha renovado muchísimo, casi la que más, desde la antigua Gimnasia que tantos padecimos hasta la práctica multideportiva actual, parkour, deportes autóctonos, aerobics, zumba, bailes de salón,… La inversión en bienestar físico y educación para la salud, que les acompañará para toda la vida, ahorra muchísimo dinero al Servicio Canario de Salud, máxime con los índices de obesidad infantil, tasas de colesterol, diabetes, etc. que sufrimos en Canarias.
Por último, es absolutamente imprescindible reforzar la oferta de Ciclos Medios y Superiores, en el marco de un catalogo en permanente revisión, en un dialogo constante con el mundo del trabajo (empresas, sindicatos,…), con muchísima flexibilidad para ser capaces de adecuar dicha oferta a un entorno tan cambiante. Hagamos que en todos se estudien idiomas aplicados (English for Specific Purposes, por ejemplo) y que haya prácticamente la obligatoriedad de hacer prácticas no sólo en Canarias, sino en un país extranjero donde se hable el idioma estudiado. Nos hacen falta más centros integrados, donde nuestros jóvenes sientan que ya han dejado atrás un contexto más controlado, en buena medida, más infantil, como es el de la E.S.O. para integrarse poco a poco en la vida adulta, con otros hábitos, normas y un mayor nivel de autonomía. Acabemos de una vez con la sangrante consideración de que la Formación Profesional es poco menos que un descenso a la segunda división educativa. Nada nos está haciendo tanto daño como esa visión absolutamente injusta y desfasada. Démosle entre todos el prestigio necesario para que tantos y tantos alumnos que fracasan año tras año en el Bachillerato o en los primeros cursos de la Universidad, encuentren ahí su propio camino hacia una vida completa y realizada en lo académico y en lo profesional.
Y en cuanto al nivel universitario, una obviedad: habrá que ir a mayores niveles de coordinación y hasta integración entre la ULPGC y la ULL. ¿Por qué no compartir plataforma educativa online? ¿Una UNED canaria? Un país como el nuestro, fragmentado en ocho islas, puede obtener enormes ventajas de una universidad ágil, flexible, que se adelante a los tiempos y sepa resistir en un mundo en que las grandes empresas ya ni siquiera exigen títulos universitarios a muchos de sus cuadros. La formación especializada a alto nivel seguirá existiendo, aunque el descenso del número de alumnos continuará, pero si Canarias quiere decir algo en ese terreno y no seguir cediendo a universidades privadas, virtuales y presenciales, deberá reorientar buena parte del dinero público que recibe a reconvertirse. Debe seguir existiendo el magisterio presencial pero, como ya sucede en tantas universidades europeas, muy probablemente se deba reconvertir más en un proceso de acompañamiento, tutorial, que en clases magistrales abarrotadas, donde sea imposible mantener la distancia física obligada.
Todas las sociedades deben fomentar una permanente discusión sobre su modelo educativo, los valores que lo inspiran, sus objetivos como sistema, etc. Lo contrario sería inercia o, peor, desidia. Deseo que la urgencia de la crisis económica no oculte la necesidad imperiosa de esta discusión, que va más allá de los profesionales de la educación y los responsables de la administración educativa, como es fácil deducir, para que seamos capaces de plasmarla en medidas realistas y efectivas. La pandemia pasará pero no nos podemos permitir que pasen más generaciones recibiendo una educación para un mundo que en gran medida ya no será el mismo.