Pertenezco a una generación que llegó tarde a casi todo. Nacimos en torno a la transición, lo cual obviamente nos impidió luchar por la democracia y el autogobierno. Crecimos bajo el rodillo socialista, yuppy, de la beautiful people, sólo para comprobar cómo el socialismo real se venía abajo en año y medio, si es que alguna vez estuvo en pie. Por lo tanto, también llegamos tarde al marxismo. Todas las incertidumbres, en cambio, nos esperaban con los brazos abiertos. Cuando hablábamos con los miembros más activos de generaciones anteriores, su relato nos sonaba a épico y trascendental, frente a nuestras asambleas de andar por casa, nuestra fracasada utopía cotidiana. El 15-M nos encontró talluditos, de vuelta de todo, con lo que eso tiene de bueno y de malo. Aunque hubo quien se (re)ilusionó, fuimos muchos los que nos instalamos en el escepticismo, la crítica a la política, acaso también en el desencanto.
Sin embargo, la cara más fea de la globalización nos coloca hoy en un escenario que, dentro de lo terrible de la situación, no deja de tener su faceta más ilusionante. Aunque, obviamente, corresponda a toda la sociedad, no deja de ser una evidencia que la generación que hoy está en los cuarenta y tantos,… debe jugar un papel protagonista en la Reconstrucción de Canarias. Hablamos de una generación que se benefició de niveles de formación hasta entonces desconocidos en nuestro país, que atesora cierta experiencia en los más diversos campos profesionales,… Su capital cultural se lo debe al sacrificio de generaciones de canarios que no tuvieron oportunidades como las que ellos disfrutaron. Se lo deben; se lo debemos. Tanto en la política, como fuera de ella, especialmente, deben dar un paso al frente a la hora de sostener y dotar de contenido innovador a una Reconstrucción que huya de las inercias y debilidades que ahora aparecen tan claras ante nuestros ojos.
Nada de esto es contradictorio con la defensa del diálogo intergeneracional. Al contrario, es conditio sine qua non. La generación que comenzó su andadura en los años 70 del siglo pasado tiene que, también, ponerse a la tarea de establecer las condiciones para ese diálogo, en un sentido (re)constructivo y proactivo: trasvase de conocimientos y experiencias de la generación mayor a la generación media; en sentido inverso; trasvase de innovación y creatividad. Nadie sobra pero hay que ir facilitando el relevo para poder ir al ritmo de los cambios en un tiempo tan convulso. Tenemos que encontrarnos en terrenos comunes donde se puedan activar las sinergias necesarias. Personalmente, tengo dudas de que esos terrenos comunes sean exclusivamente los partidos políticos y vuelvo a constatar la necesidad imperiosa de una sociedad civil fuerte, cualificada, organizada y dispuesta a dar lo mejor de sí misma a quien quiera escucharla.
Una última nota. Como emigrante que fui -y en buena parte de mi actitud ante la vida, sigo siendo- no dejo de reivindicar la necesidad de que establezcamos canales ordenados y seguro que sumamente enriquecedores con nuestra diáspora canaria. Tenemos muchísimos profesionales sobradamente cualificados en todos los campos repartidos por el exterior. Muchos no tienen planes o posibilidades reales de volver; otros sí. En cualquier caso, todos pueden y seguramente estarían muy felices de poder contribuir dando lo mejor de sí mismos a la Reconstrucción, si somos capaces de establecer una conversación seria, profunda y sostenida en el tiempo. Me enorgullece decir que algunos de ellos escriben en Tamaimos, sin embargo, las dimensiones de la diáspora son casi inabarcables. Abandonemos el viejo modelo ensimismado en “el orgullo de ser canarios” y poco más; huyamos del concepto limitado de “casa regional” para construir la «casa transnacional canaria» allá donde esté. Establezcamos las bases para ese orgullo en la nueva etapa: ser capaces de colaborar entre todos para levantar este pueblo; entendernos más allá de las legítimas diferencias; mirar hacia atrás y saber que, cuando hubo que hacerlo, todos hicimos nuestra parte por Canarias.