Recordemos para empezar la situación en que nos encontramos: este 15 de abril Canarias (y todo el Estado) cumple un mes completo de confinamiento estricto. Ya sabemos que la medida se prorrogará hasta mediados de mayo, conque se cumplirán dos meses de encierro como mínimo, una limitación de las libertades sin precedentes en la historia reciente, necesaria, pero igualmente brutal. En Canarias la pandemia ya mató a 102 personas, y sabemos que morirán más. Familiares, amistades, compañeros de trabajo, vecinos nuestros… En el Estado los muertos superan ya los 18.000, y sabemos que morirán más. Estamos en una emergencia sanitaria máxima. Muchas personas se juegan la vida. Otras muchas ya la perdieron.
Ante esta situación de máxima urgencia, Canarias ha hecho las cosas bien: estamos entre las cinco comunidades con menos contagios, y somos la comunidad con menos muertos, sin contar Ceuta y Melilla (según datos de El País del 14 de abril). En este país tan dado a autoflagelarse, tan aficionado a los titulares tipo «Canarias a la cola de», «Canarias la última en» no se está reconociendo lo suficiente el buen hacer de nuestras autoridades sanitarias y todo su personal, ni de la población en general. Errores habrá habido y habrá, pero las cifras de Canarias cantan: las cosas se han hecho bien. Otras comunidades no pueden decir lo mismo, y varias están en situación catastrófica.
Con este panorama, el consejero de deportes del Cabildo de Gran Canaria, Francisco Castellano (PSOE) y el vicepresidente de la patronal hotelera Ashotel, Gabriel Wolgeschaffen, con el beneplácito del Gobierno, proponen traerse a Canarias a todos los equipos de la liga española de baloncesto para terminar en las Islas la competición liguera. Bueno, no: cada uno propone traerlos a su isla.
Dejando de lado la incapacidad manifiesta de pensar Canarias, a nadie se le escapa que la pandemia nos deja un tejido económico arrasado. Habrá que explorar todas las fórmulas posibles para generar actividad económica y sobre todo empleo y capacidad adquisitiva para la población. Pero únicamente cuando la emergencia sanitaria haya quedado bajo control. Cuando estemos en condiciones de ejercer un control férreo sobre el contagio, entonces (y sólo entonces) podríamos explorar la posibilidad de acoger el final de la liga ACB. Y no gratis precisamente. El objetivo de traernos la ACB a Canarias no puede ser otro que el de apoyar la economía del país canario: la gestión y todos los servicios de la competición liguera habrían de ir a contratistas canarios, y el Gobierno tendría que beneficiarse de los derechos televisivos de los partidos, beneficios que habrían de ir destinados a un fondo para la reconstrucción de Canarias. Por supuesto, el Servicio Canario de Salud ejercería una supervisión constante y total, con controles sanitarios exhaustivos antes y durante la estancia de todos los desplazados.
Sin embargo, en una entrevista en la cadena COPE el consejero Francisco Castellano hace hincapié en «la salud de los deportistas». No le dedica ni una palabra a la salud de los canarios, ni dice absolutamente nada sobre el riesgo que supondría la arribada al Archipiélago de cientos de personas procedentes de verdaderos focos catastróficos de contagio como Barcelona, Madrid o Bilbao. En la entrevista, el consejero Castellano habla de las condiciones «jurídico-legales» para traer la liga de baloncesto, pero pasa de puntillas sobre las condiciones sanitarias. Sólo habla de «mínimas garantías» (sí, mínimas). El periodista tampoco tiene la decencia de preguntarle qué incidencia tendría la propuesta en la salud de la población.
¿Y qué beneficio saca Canarias de traerse la liga ACB? Nuestro avispado consejero no tiene absolutamente nada que aportar al respecto (el aguerrido periodista tampoco le pregunta). Da la impresión de que al consejero de deportes del Cabildo de Gran Canaria la cuestión ni se le ha pasado por la cabeza. Como si salvar los contratos televisivos de la Liga Endesa trayéndola a Canarias quedara pago con el simple “agradecimiento” y «buena predisposición» del presidente de la ACB.
Que la patronal Ashotel haga una propuesta similar no sorprende a nadie a estas alturas. Pero que un representante público como lo es el consejero, que se dice socialista, no ponga por delante en primerísimo lugar la condición sine qua non del control sanitario total y absoluto, y el mínimo riesgo para la salud de la población, resulta infame, con más de cien muertos como tenemos sobre la mesa. Se debe usted a la población a la que representa, señor consejero, no a los «deportistas». Pero por si esto les parece poco, el consejero además pretende vendernos por un plato de lentejas: no dedica ni una palabra a detallar qué recibiría Canarias a cambio de asumir el riesgo de acoger el final de la liga de baloncesto.
Los canarios merecemos una explicación muy detallada del Cabildo de Gran Canaria y del Gobierno, que apoya la propuesta de Ashotel. Merecemos saber qué es lo que se está proponiendo en concreto, merecemos que nuestra salud y nuestra vida sean el primerísimo objetivo a salvaguardar por nuestras instituciones, y merecemos saber qué contrapartidas percibiría toda la ciudadanía canaria a cambio de asumir el riesgo de acoger el final de la Liga Endesa de baloncesto en Canarias. Lo que está claro es que no se puede decir alegremente que Canarias esté dispuesta. Así, no.