La cosa va razonablemente mejor. Se siente uno mucho más tranquilo desde que la política comunicativa del GobCan es otra. Lluís Serra, Doctor en Medicina y Especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, es un excelente comunicador, directo y sereno, sencillo, divulgador. En mi opinión, ha logrado trasladar confianza a la sociedad, desde el rigor y la veracidad, conteniendo la euforia cuando asoma, sin ocultar el razonable optimismo que nos pueda legítimamente pertenecer. Todo un fichaje pero no es la única buena noticia.
Sin restar ni un ápice de gravedad al asunto, especialmente si se enfoca la mirada hacia la cuestión económica, creo que tampoco es baladí detenerse en algunos elementos que pudiéramos catalogar como oportunidades, a poco que haya oportunidad. Incluso en mitad del caos siempre hay salidas para quien las quiera buscar sin por ello caer en el autoengaño.
En primer lugar, parece obvio que la necesidad de contar con un sistema de protección social público (sanidad, educación y servicios sociales) en las mejores condiciones posibles está siendo ya un elemento de poca discusión. ¿Quién se puede oponer a una sanidad pública, universal, con recursos, que garantice los mejores indicadores de salud a nuestro pueblo? Debemos hacer del Servicio Canario de Salud un estandarte de nuestro buen autogobierno. ¿Quién puede estar en contra de mejorar nuestro sistema educativo, por ejemplo, invirtiendo razonablemente en una formación profesional estrechamente ligada a nuestro tejido productivo? A no ser que la sociedad civil caiga en la más profunda de las amnesias colectivas, no se imagina uno ni a los más ultraliberales defendiendo el “adelgazamiento” del Estado, la privatización de los cuidados, cayendo siempre en manos de las mujeres, dejar a los más desprotegidos “al amparo” del mercado, etc. En estos días, además, cobra vigor el debate sobre algún tipo de renta universal que, durante los meses más duros de la crisis en la que ya entramos, pero también más allá, contribuya a aminorar los efectos más graves de la coyuntura actual y, esperemos, se configure como un derecho más de ciudadanía de ahora en adelante.
Creo que también la sociedad canaria está asistiendo a la rotunda confirmación de que no podemos ser un país hiperdependiente, con las altísimas tasas de importación de productos alimentarios, cuando no de servicios, mano de obra, etc. que padecemos en la actualidad. Se abre paso una mirada autocentrada que nos ayudará a encontrar elementos para la soberanía alimentaria pero no únicamente. Otro de los grandes ejes que se han instalado, probablemente para siempre, en el debate en las islas es el medioambiental, que no deja de estar muy conectado a lo anterior. Necesitamos también reforzar nuestra soberanía energética, fomentando el acceso de toda la ciudadanía a las energías renovables: la placa solar debe constituirse en un elemento más de nuestra arquitectura como antes lo era el cuarto de las papas; promover otro tipo de movilidad, apoyándonos en el teletrabajo y explorando sus capacidades de cara a la conciliación familiar y al reparto equitativo entre géneros del trabajo doméstico en la unidad familiar; retomar de manera decidida la discusión acerca de la diversificación económica, de modo que no tengamos todos los huevos en la cesta del turismo, sin renunciar en absoluto a otro tipo de turismo más acorde con la época que nos ha tocado vivir. Hay que reconvertir nuestra principal industria, la turística, en un sentido sostenible y de justicia social: ¿estancias más largas que incluyan oferta complementaria como la que ofrecen las muy canarias empresas de turismo activo, por ejemplo? Se puede hacer y hay que hacerlo.
De repente, en este país desindustrializado, florecen las (micro)empresas que fabrican mascarillas, viseras, etc. apoyándose en las nuevas posibilidades que ofrece la impresión digital; el reparto a domicilio se extiende a sectores antes impensables; nacen nuevas redes de apoyo a la producción ecológica; mucha gente aprovecha la cuarentena para formar o formarse vía online; la creación cultural se extiende por las redes, recordándonos que es absolutamente imperioso explorar con decisión las potencialidades que aporta el sector cultural como generador de empleo sostenible, arraigado, de alto valor añadido, generador de bienestar no sólo material sino psicológico,… ¿Acaso no es ilusionante la tarea de reconstruir un país con nuevas ideas?
Son debates que hasta hace no demasiado estaban exclusivamente en el ámbito de minorías activas, muy informadas, con un más que relativo grado de influencia sobre la opinión pública. El contexto actual ha impulsado estos debates al centro mismo de la conversación. Todo el mundo habla ya de estos asuntos. Son ya insoslayables y todos los partidos, también los que hasta hace poco los ninguneaban o eran directamente enemigos, tendrán que adoptarlos en mayor o menor medida. La oportunidad para un “Green New Deal” canario está justo en frente de nosotros y toca aprovecharla.
Es en este escenario de absoluta discusión acerca de casi todo donde debe encontrarse el nuevo nacionalismo que necesitamos. Si de verdad pensamos que en el actual escenario de reconstrucción, los partidos nacionalistas tienen algo que decir, deberán ponerse ya mismo manos a la obra de su propia reconstrucción y regeneración, que pasa indefectiblemente por la reunificación, para poder asumir con liderazgo la tarea que tienen por delante. Mañana es tarde.