«La esperanza no deja de luchar aunque la lucha esté condenada al fracaso, ya que, precisamente, la esperanza sólo surge en medio del infortunio y a causa de él». La frase está extraída de la imponente obra de Ernesto Sábato Sobre héroes y tumbas. Y esperanza, en una lucha condenada a la victoria contra un virus, es la que nos mantiene cuando justo se están aplicando las medidas más duras de confinamiento. Para vencer al bicho del COVID-19 es absolutamente imprescindible contar con la ristra de heroínas y héroes anónimos, en ocasiones desprotegidos y expuestos ante la avaricia empresarial que no quiere perder un euro.
«Pero siempre entendemos demasiado tarde a los seres que más cerca están de nosotros, y cuando empezamos a aprender este difícil oficio de vivir ya tenemos que morirnos, y sobre todo ya han muerto aquellos en quienes más habría importado aplicar nuestra sabiduría». Para que el agradecimiento a estas personas no sea demasiado tarde, prefiero reiterarlo continuamente. Médicos y enfermeros sí, pero también reponedores, cajeros, transportistas, chófer de guaguas y todos los trabajadores de los aeropuertos. Todo ellos se están poniendo en riesgo para que nosotras y nosotros nos podamos quedar en casa.
Me quiero centrar en las trabajadoras y trabajadores de aeropuertos. Las colas que ven son del Aeropuerto de Gran Canaria el pasado domingo 22 de marzo. Aunque los vuelos se redujeron drásticamente, todavía quedan muchos turistas que salir de las islas. ¿Llegaron demasiado tarde las restricciones a los vuelos? ¿El beneplácito de Sánchez a la petición de Torres se dilató demasiado? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos, por boca de los representantes de los trabajadores aeroportuarios de Gran Canaria, concretamente de rampa, es que llevan todo este tiempo trabajando sin mascarillas ni guantes. También se quejan que no se han lavado los vehículos ni higienizado el resto de material de trabajo.
Esta semana estos trabajadores, expuestos durante semanas, se fueron al paro. Han estado en riesgo y han puesto en riesgo a su familia, o quizá todavía lo estén. Las medidas de protección, según varias fuentes, fueron claramente insuficientes. Ellos fueron héroes que posibilitaron que muchos canarios volvieran a sus casas y que muchos turistas se pudieran marchar. Los empresarios que se van a aprovechar del ERTE promocionado por el Gobierno y que no suministraron la protección necesaria a estas personas, son los verdugos. ¿Nos tendremos que lamentar?
Los medios de comunicación nos ponen como héroes a algunos verdugos. Los mismos que mandan a gente al paro aprovechándose de medidas del gobierno aunque sus empresas tengan ganancias, luego se curan su mala conciencia donando mascarillas. La parábola de héroes y verdugos contiene como punto central una reflexión: sin ánimo de poner a todos los empresarios en el mismo saco, aunque sí es verdad que tienen objetivos comunes, mientras donan mascarillas de protección, se las niegan a sus trabajadores y los mandan al paro.
En Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sábato sentencia que «la vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados». Siempre el acto filantrópico antes que la ética. Sospechen cuando esto suceda. «¿Qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?».