Sidney Pollack estrenó en 1969 la película Danzad, malditos danzad. El film recrea un espectáculo mediante el cual una serie de parejas compiten a durar lo máximo posible bailando. Está ambientada en la Gran Depresión, a finales de los 20 y principios de los 30, cuando en Estados Unidos se organizaban este tipo de competiciones. La pareja ganadora recibía un premio en metálico. Los tiempos interpelaban a someterse a aquella condena que, en vez de fomentar el placer de bailar, lo convertía en un auténtico suplicio.
Venimos de un fin de semana de suplicios en las islas. Una gran capa de calima que no permitía respirar con normalidad, dos incendios forestales en Gran Canaria en pleno febrero, uno en Tasarte y otro, menor, en Tejeda, otro incendio en el norte de Tenerife, afectando a varios municipios de la comarca, choque de dos barcos, cierre de aeropuertos, tormentas de arena en La Graciosa y, por si fuera poco, una plaga de cigarrones en diversos puntos de las islas. El domingo, si a Tenerife nos ceñimos, se unió el preocupante incendio que afectó a municipios como La Orotava, La Guancha o Los Realejos y la intensa calima sobre el cielo de la isla.
Lo más sensato y lógico hubiera sido suspender el carnaval de Santa Cruz de Tenerife por varios motivos. En primer lugar, para evitar desplazamientos innecesarios por la TF-5 y que las labores de extinción del incendio fueran más efectivas. En segundo lugar, en solidaridad con las personas afectadas, dado que se registraron algunas viviendas calcinadas. Y, en tercer lugar, porque la calima no permitía respirar con normalidad a las personas que quisieran acudir a dicho evento. Sin embargo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife no atendió a razones y mantuvo el carnaval, mientras en otros lugares sí se cancelaban, ninguneando los hechos acaecidos en el norte de la isla, permitiendo el traslado de mascaritas por una vía necesaria para extinguir el incendio y sometiendo a los ciudadanos a bailar bajo una calima perjudicial.
Por supuesto la decisión de estar o no en el carnaval era voluntaria, nada que ver con la competición de danza referida de la película de Pollack. Sin embargo, la administración está para aportar cordura a cada una de las situaciones. Patricia Hernández y su equipo de gobierno se equivocaron de lleno. Dicen que hubiera sido peor suspender el carnaval, pero lo cierto es que la isla no estaba para danzas malditas.
De nada nos vale criticar las contrataciones oscuras de anteriores carnavales santacruceros, con la connivencia de CC y Radio Club Tenerife, si ahora sigue habiendo un grupo municipal que no es capaz de aportar cordura cuando se requiere. Primero está ofrecer respuesta ciudadana a los problemas, la salud pública y volcarse en aportar un granito de arena para que el desgraciado fuego se aplaque. Luego, a mucha distancia, el carnaval. No quiero ni pensar que detrás operen intereses empresariales, turísticos y festivos, que desoigan al sentido común. Nos gustan los carnavales, Patricia, los disfrutamos como nadie en Canarias. Pero así no…