Publicado originalmente el 4 de noviembre de 2017
Más allá de campañas publicitarias kitsch y mensajes triunfales, somos pobres. No es una pobreza general rayana en la miseria, comparable a la que asuela tantos países empobrecidos de nuestro Sur, pero somos pobres. Hay que metérselo en la cabeza o jamás saldremos de este subdesarrollo de playa y hamaca, que tan bien coexiste con macroinfraestructuras de dudosa rentabilidad y utilidad social o con nuestra atávica capacidad para hacer de nuestra tierra el escenario donde otros hacen suculentos negocios, reservando para ellos la parte del león, llámese sector turístico o producción cinematográfica. Lo confirma el más reciente Informe AROPE (At Risk of Poverty or Exclusion) que arroja cifras enmudecedoras: un 44’6% de nuestra población -casi doce puntos más que hace ocho años- está en riesgo de pobreza o exclusión. Hablamos de casi 17 puntos por encima de la media estatal, un 27’9%. También lo dice un informe de la ULL coordinado por el profesor David Padrón, profesor de Economía Aplicada, que insiste en señalar lo evidente: las causas de tanta pobreza han de ser encontradas, en primer lugar, en los bajos salarios, la precariedad general y la escasa productividad. Para seguir enriqueciendo el debate, un dato: los trabajadores de la hostelería en Canarias ganan entre un 18% y un 20% menos que sus compañeros en Baleares. Cosas de la ultraperificidad. O no.
Aunque al señor Don Agustín Manrique de Lara y Benítez de Lugo -no confundir con su padre el señor Don Agustín Manrique de Lara y Bravo de Laguna- le parezca una muy mala noticia “subir el salario mínimo”, algo habrá que hacer. Algo útil, se entiende, no como el más reciente Pleno sobre la Pobreza donde el Gobierno, quien único podía hacerlo, no llevó a votación ningún acuerdo. No es de extrañar en un Ejecutivo que sigue vendiendo como atractivo para la inversión extranjera los salarios miserables que se pagan en Canarias. Desconocemos si la renta básica propuesta por Nueva Canarias y Podemos -esos dos partidos que cada vez votan más cosas juntos- es la solución a este problema estructural. Sin embargo, no nos importaría equivocarnos haciendo algo antes que, como parece ser la vocación de nuestro Gobierno, equivocarnos sin hacer nada. Buscar la equiparación de las pensiones no contributivas al Salario Mínimo Interprofesional merece ser intentado, sobre todo para mejorar la calidad de vida de tantas personas, pero es razonable dudar los efectos de una medida así sobre la economía productiva.
Con toda claridad, sugerimos posar la mirada en ese sector productivo en el cual batimos récords olímpicos. Es de justicia que tanta riqueza no sea a costa de la explotación de la clase obrera canaria, que tantos beneficios no se vayan inmediatamente fuera de nuestro país. Implantemos ya una tasa turística en todas las islas que financie la lucha contra la pobreza de manera inminente. Seamos capaces de introducir una medida de redistribución de rentas a favor de quienes más lo necesitan. Exijamos una política salarial en el sector turístico que haga de dicho sector el verdadero motor de la economía canaria y no sólo el negocio del siglo de unos pocos. Reduzcamos drásticamente las tasas de subempleo para que Canarias no se convierta de manera estructural en un lugar donde la gente quiere veranear por cuatro perras y los canarios marcharse porque sea imposible vivir con esas cuatro perras. Comprenda de una vez nuestro Gobierno que no puede gobernar exclusivamente para las élites extractivas, en un FITUR permanente financiado con dinero público. Con dignidad, luchemos por salir de nuestra pobreza.