Si nos ponemos exquisitos con los tiempos, 50 años no es nada en términos históricos. Para demostrarlo, una evidencia simple: cualquier persona que supere hoy día los 65 años era al menos consciente del tiempo y de su alrededor hace 50 años. El 5 de agosto de 1970, hace casi 50 años, se aprobaba la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. La norma sustituía a la de Vagos y Maleantes que, desde el año 1954, penaba la homosexualidad. La novedad de la Ley de Peligrosidad Social, es que incluía también a prostitutas, drogadictos e inmigrantes ilegales. Hasta el 26 de diciembre de 1978 tuvo entre sus puntos la persecución legal de la homosexualidad y la transexualidad. El texto, sin ese aparte, estuvo vigente en distintas formas hasta que fue derogado en 1995.
Por lo tanto, la primera conclusión que podemos extraer, es que la persecución al modelo de sexualidad diferente al heteronormativo se penó desde 1954 hasta 1978, al menos legalmente. Muchos años y muy recientes en el tiempo. De hecho fíjense que se aprueba antes la Constitución que sigue vigente y que se festeja mañana, el 6 de diciembre, que se elimina del texto de la Ley de Peligrosidad Social el apartado que pena la homosexualidad. Se mantienen además hasta varios años después los delitos «por escándalo público» que era tomado como un as en la manga para la policía de la época. Una barbaridad normativa que nos habla del atraso democrático del franquismo, del primer día al último. Una cuestión que, aunque parece una obviedad, todavía es discutida en tertulias cuñadísticas por personajes aupados por una formación, a cuyo discurso se ha dado garantía de estar en la categoría de lo que puede ser opinable. La presunta rehabilitación que decían buscar en personas cuyo único delito era vestir de una forma y amar a personas de su mismo sexo, tenía lugar en las llamadas colonias agrícolas. La más conocida en Canarias, la de Tefía, en Fuerteventura. Auténticos campos de concentración donde los derechos humanos eran un chiste de mal gusto.
Y claro, dentro de un régimen autoritario e infectado de abusos de poder, si la ley permitía esa persecución la realidad podía ser todavía más dura. Las acusaciones no hacía falta demostrarlas, solo bastaba con simples denuncias y ya podía constar en el expediente judicial de la persona susodicha, la calificación de «pederasta pasivo», denominación que servía de acusación a homosexuales y transexuales. En medio, violaciones de los policías a homosexuales y transexuales, golpes, palizas, trabajos forzados o hasta terapias de shock para curar la homosexualidad. Aberraciones de las más variadas que nos podamos imaginar a personas que simplemente amaban diferente al ideal heteronormativo del nacional-catolicismo. Eso que hoy todavía algunos llaman «defensa de la familia» y que esconde una tiranía en cuanto a modos de vida, con ondas raíces católicas e intolerantes.
Muchas de las personas que sufrieron estos atropellos en Canarias están vivos o murieron hace pocos años: Octavio García, Rosario Miranda, Manuel Alfonso, Manuel López, Marcela Rodríguez, Paqui García Galván, Eva Benítez, la misma Carla Antonelli… Otros, como el ex presidente del Gobierno de Canarias, Jerónimo Saavedra, tuvieron que ocultar, o al menos no difundir, su homosexualidad durante muchos años. Varios de estos testimonios y algunos más están incluidos en Peligrosas y revolucionarias. Las disidencias sexuales en Canarias durante el franquismo y la transición. Un libro duro por la forma en que describe el indecente atropello a estas personas, que revuelve el estómago por el odio exacerbado del régimen y que, a su vez, supone un documento imperdible, además de novedoso, para entender que todas esas cosas pasaron en nuestras calles hace no tantos años.
El libro de Víctor M. Ramírez se divide en tres partes. La primera recoge la represión franquista de la homosexualidad con sus dos leyes bandera, la Ley de Vagos y Maleantes y la Ley de Peligrosidad Social, aparte de con la extralimitación de la ley para abusar de manera reiterada y censurable de estas personas. La segunda parte trata la época de la Transición. La persecución continúa, pero empieza a surgir un movimiento activista de defensa de los derechos de los homosexuales y los transexuales que consigue logros en cuanto a derechos. La tercera parte expone testimonios y perfiles de distintas personas que sufrieron los hechos y que lo cuentan desde su experiencia. Esta parte es la que, a mi modo de ver, aporta un valor incalculable a la estupenda recopilación de Ramírez.
Víctor M. Ramírez ha sido presidente del Colectivo Gamá y siempre se ha destacado en la defensa de los derechos de las personas LGTBI. La obra recoge parte de un trabajo intenso y apasionado, y nos pone contra el espejo de la hipocresía de cierta historia oficialista que no había abordado este tema con la fruición que el autor lo hace. Además, nos interpela como sociedad hasta dónde hemos sido capaces, hace no demasiados años, de tolerar la intolerancia, la violencia desmedida, la censura pública y privada de la orientación sexual, los modos de vida y los gustos estéticos. Bajo mi punto de vista, el tomo de Ramírez es muy oportuno. Una fuerza política que odia todo lo que ellos creen diferente y que abraza los principios de este nacional-catolicismo, está en el Congreso de los Diputados de Madrid con mucha fuerza. No solo eso, Canarias aporta 2 de los 52 diputados de la bancada de extrema derecha, tras haber obtenido 117.495 votos el pasado 10 de noviembre. No podemos olvidar la historia y blanquear a los reaccionarios. El próximo lunes 9 de diciembre a las 19:00 Peligrosas y revolucionarias. Las disidencias sexuales en Canarias durante el franquismo y la transición se presenta en la Fundación Juan Negrín de Las Palmas de Gran Canaria y el viernes 20 de diciembre a las 18:00 lo hace en la sala de la Mutua de Accidentes de Canarias de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.