El pasado 17 de octubre, la Dirección General de Patrimonio Cultural anunciaba la creación de un equipo de trabajo para el estudio del poblamiento indígena de Canarias, bajo la coordinación de Antonio Tejera Gaspar. La iniciativa, a priori positiva, por lo que podría aportar al respecto, presenta, sin embargo, un importante problema de fondo sobre el que resulta pertinente reflexionar.
Según el comunicado de prensa emitido por el Gobierno de Canarias, “desde hace algo más de dos décadas, se constata la existencia de criterios científicos en colisión, entre propuestas que abordan diversos escenarios: museos, universidades, empresas especializadas y comisiones técnicas de Patrimonio”. Por eso, a juicio de Antonio Tejera, y según se recoge en el referido comunicado de prensa, “desde hace más de 20 años se ha creado un cisma importante entre las personas que trabajamos en la historia aborigen de Canarias, añadiendo además un ambiente alejado de la buena salud que debe existir para escenificar corrientes convergentes en el conocimiento de las antiguas culturas aborígenes de las Islas Canarias”.
A pesar de esta declaración de intenciones, la práctica totalidad del equipo de trabajo aglutinado desde la Dirección General de Patrimonio Cultural está integrado por investigadores que ya han colaborado previamente en distintos artículos y monografías. Sólo dos miembros, por una cuestión generacional y, por tanto, de edad, no han formado parte de este trabajo previo conjunto. Asimismo, en los trabajos de investigación a los que me refiero, han desarrollado una visión muy concreta sobre el problema de los orígenes: Canarias fue poblada por tribus norteafricanas coincidiendo con la presencia romana en el norte de África.
Es decir, el equipo de trabajo es afín en el pensamiento. No están presentes, por ejemplo, investigadores que han abogado por un poblamiento más temprano del Archipiélago. Es el caso de Pablo Atoche, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que ha centrado buena parte de su producción científica en la problemática del poblamiento canario; o Carmen del Arco, Catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna, que ha trabajado igualmente en la temática de la colonización insular y que dirige actualmente las excavaciones en el Yacimiento de Lobos, un emplazamiento paradigmático en el contexto arqueológico canario por su naturaleza. Tampoco está presente Alfredo Mederos, profesor canario en la Universidad Autónoma de Madrid y autor también de numerosos trabajos de investigación sobre el poblamiento de Canarias.
¿La ausencia de estos investigadores se debe, quizás, a que su tesis sobre el poblamiento de Canarias difiere con respecto a la de los otros miembros presentes en el equipo de trabajo auspiciado por la Dirección General? ¿Se pretende evitar la “colisión”? o acaso, ¿se da cabida únicamente a las líneas de pensamiento “convergente”?
Es cierto que el comunicado de prensa también afirma que “el proyecto contará con la participación de más especialistas para materias puntuales”, por lo que acaso entre estos especialistas sí encuentre hueco alguno de los divergentes.
A nivel institucional, tampoco está representada la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, o El Museo Canario, por citar otras instituciones señeras al respecto. ¿Acaso la ausencia de la Universidad de Las Palmas se debe a que esta entidad va a liderar un proyecto también sobre el poblamiento de Canarias, encabezado por el Doctor en Historia Jonathan Santana, con los fondos de la Beca “Starting Grant” que otorga el Consejo de Investigación Europeo? ¿No sería pertinente y conveniente aunar esfuerzos, recursos y estrategias?
Uno de los objetivos de la ciencia es encontrar modelos que den cuenta de la mayor cantidad de observaciones dentro de un marco coherente. A juzgar por el perfil del equipo organizado desde la Dirección General, esas observaciones serán parciales. Es decir, si hiciéramos caso de las tesis de Thomas Kuhn, recogidas en su clásica obra “La estructura de las revoluciones científicas” (1962), podríamos auspiciar que no cabría esperar nuevos paradigmas o cambios de paradigmas con respecto a las hipótesis sobre el poblamiento de Canarias. Al contrario, lo previsible es la institucionalización de una hipótesis compartida por los miembros de un equipo de trabajo en el que, como se ha argumentado, no están representados los distintos posicionamientos de la comunidad científica canaria.
Esos distintos investigadores, tanto los que están ahora fuera como dentro del grupo de trabajo de la Dirección General, ya protagonizaron un importante enfrentamiento, no exclusivamente dialéctico, desde mediados de la década de 1990. El motivo: las diferencias entre sus posturas sobre el primigenio poblamiento de Canarias. Cabe preguntarse, por tanto, si es posible aprender de ese pasado cercano o si, por el contrario, se está repitiendo la segregación. El perfil del referido grupo de trabajo habla por sí solo: ¿es inclusiva su composición? Y algo no menos importante: ¿será inclusiva la proyección social de este trabajo?
Este tipo de exclusiones simbólicas va a condicionar, sin duda, el futuro uso social del conocimiento sobre este tema relativo al poblamiento, pues son las prácticas del poder las que orientan su construcción social. De hecho, en el comunicado aludido se afirma que “Los resultados serán difundidos a través de una publicación científica, un documental y otros soportes de carácter didáctico, con la intención de abarcar todos los segmentos de la ciudadanía”. Por eso es importante vislumbrar y entender las relaciones sociales considerando el discurso, las instituciones y el poder. Es decir, no es posible pensar en las instituciones sin procesos instituyentes, sin las propias estructuras hegemónicas e ideológicas de la institución.
La ciencia normal o estándar, como la definió Kuhn, iba precedida por una nueva teoría. Pero en este caso, ya sabemos cuál es la teoría de partida: el poblamiento de Canarias en época romana. Habrá que esperar, por consiguiente, a que una eventual nueva teoría “revolucionaria” la desafíe en un futuro, al responder mejor a las potenciales anomalías que aquella inicial pueda presentar. Pero en Canarias, como sabemos por la experiencia de, al menos, los últimos 20 años, el fraccionamiento en lo geográfico, en el entendimiento y en el pensamiento, lo impiden.
El verdadero reto, por tanto, quizás pase por transformar la “colisión” en acercamiento de posturas, y las divergencias en debate científico. Pero para esto deben estar presentes todas las partes, independientemente de cuál sea su visión sobre el primer poblamiento humano de Canarias. Esto debiera ser así, básicamente, porque estas investigaciones se financian con fondos públicos y los canarios/as tienen derecho, por tanto, a conocer un discurso plural y, sobre todo, consensuado. Lo contrario es seguir construyendo discursos de poder o relatos parciales sobre nuestro pasado, y este no debiera ser el objetivo.