Una de las grandes putadas de morirte es que te conviertes en un «ex». El caso de Joni, por no buscar otro y discúlpenme encontrar éste sin malicia ni fango, me viene a este mal cuento: se le cita en estos días como exnotificador del ayuntamiento en el que trabajaba en nota de prensa que intenta dar noticia de la visita que estos días se realizara a Euskadi por parte de personas del mundo del pastoreo y vinculadas a éste desde la acanariada isla que habito. Y no parece caber en este «ex» más que las realidades notificadoras puesto que notificar que su persona formara parte de la Jurria Humiaga, con todas las intenciones de dicho colectivo de promocionar, divulgar e incentivar lo poco conocido que a organizar encuentros anuales su desarrollo les llevó, o bien mencionar el trabajo de investigación que sobre las marcas en las orejas de los animales de ganado le quedó inconcluso al estimado amigo parecen no venir al caso. Tampoco es importante subrayar, y ya se dirá aquello de lo escueto que ha de ser el texto por su imposibilidad de tamaño al hacerlo, el talante de su persona para la participación necesaria en el desarrollo de una cultura patrimonial, rural y profunda de los espacios que nos conforman allá donde quiera que pastemos. Menos aún la inversión personal y sin ningún tipo de ayudas ni apoyos, exceptuando las incondicionales de sus amistades más cercanas, que una persona es capaz de hacer, sorteando todo tipo de adversidades y contratiempos desde los ignorantes burocráticos hasta los burocráticos ignorantes, por la creencia particular, colectiva y compartida en la necesidad de arrimar el cuadril allí donde la política ordeña tetera negra. La misma necesidad de querer publicar lo encontrado, rebuscado y trabajado, la generosa intención de mostrarlo en charlas y debates cuando los encuentros se prolongan más allá de la medianoche, la participación en todos aquellos eventos donde se le da una oportunidad, por mínima que esta sea y aunque sea ésta disfrazada de alcanfor y naftalina, a la realidad más que insondable que a la tierra nos une por los pies y el alma, queda mostrado y demostrado que no caben en el ataúd que contigo se lleva todos tus «exs» plurales.
En cambio si que hay medida renglonaria en la mencionada nota de prensa para decir que se visitó una Feria de Fiestas Vascas donde se vio un concurso de quesos y ganados, que se estuvo en una fábrica de sidra y que el primer día los pastores vascos proyectaron un video donde se homenajeaba a Joni. Así dicho mismamente: se visitó, se vio y se proyectó sin entrar en mas forrajes. Por mi parte, y no me lo tomen a mal a tenor de lo leído, hice bien en quedarme en casa si tal escueta y ramplona propuesta, por lo que concibo leyendo entre líneas y sobre ellas, invitaba a mi particular presencia el hacerse presente. Sé que no fue así por, entre otras cosas, mi costumbre de despertarme temprano y tener tiempo para ver y entender que la comunicación que desarrolla Maider, pastora de esos prados, con sus ovejas es esencial para el trabajo que le da vida. Que el amor que profesan a sus animales es de tal magnitud para que quienes lo percibieron desde su cercanía tuvieran a bien señalármelo mientras compartían ayer mismo un café en casa. Que los ánimos de emprender de Inma, otra pastora de otros prados y corajes, no cesan en las intenciones desarrolladoras de una ruralidad que comparte con los urbanos la conciliación de familia y entendimiento. Que Martina tira para el monte con su ganado en la mejor expresión de su persona cuando en su expresión euskalduna propia nos habla. Que Batis no cesa en trabajar para un mayor desarrollo aún del pastoreo que se desea y deseamos. Si: en apenas el tiempo que da para un dialogo cortado con leche en pequeña taza tuvo el amigo visitador oportunidad para expresarme algunos de estos detalles mencionados más allá de las latitudes que separan el cantábrico encendido de este demasiado ya pacificado atlántico.
Todo esto a cuento, y mas aún que en este momento no cabe en mí y se esparrama, me podría servir como argumento para decirles buenamente que Joni no fuera pacificado ni aún en su mortaja. Tuvo a su entender que su excelente trabajo como funcionario municipal no le bastaba para cumplir sus deseos. Tuvo la capacidad para intentar una formación que creyó necesaria en otras latitudes que éstas no le aportaban. Tuvo el coraje para intentar una relación entre formas muy diferentes y distantes entre si que fomentara el conocimiento e intercambio. La visita que ahora hace un año desde Artzain Skola, con sus variables componendas y componentes diversificadas por un territorio amplio que transciende advenedizas fronteras, fue mucho más amplia, más contundente y con muchas más razones y pretensiones que la que cualquier nota de prensa sea capaz de ni siquiera atisbar en desdeñable ya alocuacidad columnistica. No nos vale enterrar el sueño azul bajo las sábanas una vez más a cambio del dormir tranquila la cabeza en almohada de seda y algodón. Si Jaime Izquierdo nos cuenta que fuera «a partir del verano de 1959 cuando el campo español comenzó a partirse en dos» …y que lo hizo en un entorno marcado por la dictadura militar al dejar paso ésta a un desarrollismo industrial donde jóvenes tecnócratas cambiaron el uniforme militar por traje y corbata, es adecuado que escuchemos ahora decir que la realidad del pastoreo, que el mundo rural al que se asfixia, existe aún porque se resiste mas allá de notas de prensa que apenas consiguen dar la nota.
Desde Euskadi recibo quesos, llamadas y abrazos. Desde Euskadi me remiten una pequeña publicación del estimado Jaime Izquierdo titulada «La Conservación Cultural de la Naturaleza» dedicada por el entrañable Batis Otaegui donde me dice sentirnos cerca aunque «falta poder tocaros». Desde aquí le respondo que nos hace mucha falta poder tocar y aprender a tocar a aquellas personas que deben tratar conservar culturalmente su propia naturaleza. Que ésta también, la particular y la colectiva cultura, ha de cultivarse porque, de lo contrario, el pastoreo le perderá sentido al pasto cuando escribamos, contemos y leamos lo escrito.
* El autor del texto es Eduardo González. Fue remitido por correo electrónico por su autor para su publicación en Tamaimos.com. El título está creado por Tamaimos en base al cuerpo del artículo.