Veo el nacionalismo canario realmente existente no como la confrontación de dos organizaciones (una mayor, conservadora y otra menor, progresista), sino como un poliedro que abarca un conjunto de organizaciones que van desde el centro liberal hasta el centro progresista y que se extiende por todo el país con desigual implantación. En mayor o menor medida, podemos encontrar gente de esos perfiles en cada organización: AHI, Coalición Canaria (Tenerife, La Palma y Gran Canaria, con incontables matices), Nueva Canarias (casi exclusivamente en Gran Canaria), PNC (un partido tan añejo como virtual) y Asamblea Majorera. A mi juicio, el entendimiento entre todas estas organizaciones no sólo es imprescindible sino inevitable. Se dará más tarde o más temprano, habrá que ver en qué condiciones.
Tal vez en noviembre, factores de todo tipo impidan el que Coalición Canaria y Nueva Canarias -que en las pasadas elecciones cosecharon un, tan inesperado como estéril, “empate técnico”- lleguen a algún tipo de acuerdo electoral que evite la surrealista competición entre ambos: nada como ir separados para defender a Canarias ante Madrid. Se verían abocados entonces a medir fuerzas y, de afianzarse las tendencias conocidas, tal vez Coalición dé el sorpasso a Nueva Canarias en la provincia de Las Palmas, lo cual haría replantear la correlación de fuerzas definitivamente. Personalmente, preferiría que Coalición y Nueva Canarias no se enfrentaran en la provincia de Las Palmas pero quizás lo que toca ahora es despejar la incógnita y ya se verá en 2023 qué pasa.
La existencia de las provincias, ese invento napoleónico totalmente anacrónico en el país canario, sigue condicionando enormemente la articulación de los proyectos político-electorales en las islas. En algún momento habrá que exigir otra organización administrativa del archipiélago pero ahora ni toca ni hay tiempo. Sin embargo, ¿qué cabe hacer razonablemente? Se puede volver la vista al Senado, esa hipotética cámara territorial, y pensar en acuerdos que en cada isla pudieran vertebrarse para lograr ahí al menos cierta unidad de acción. No está escrito en el firmamento que todo deba decidirse en Gran Canaria o en Tenerife. Los nacionalistas de una(s) isla(s) determinada(s) pueden ponerse de acuerdo y señalar el camino a quienes sólo ven amenazas en vez de oportunidades. Toca superar los catastróficos resultados de mayo. Miren por dónde, visto que para el Congreso no se esperan novedades, en el Senado puede encontrar mejor acomodo el poliedro nacionalista canario.