
Coalición Canaria se define a sí misma como una fuerza “nacionalista y progresista” en su Declaración de principios, valores y fines fundamentales. Creo que no sería descabellado precisar que se trata más de una amalgama de sectores demócrata-cristianos, socioliberales y socialdemócratas, de representación insular desigual, en la que ha imperado recientemente una corriente de corte liberal clásico, especialmente en lo económico, más por el resultado de las luchas intestinas que por ser el fiel reflejo de la voluntad de la militancia. Es esta tendencia la que ha contribuido a desplazar a CC hacia la derecha del espectro sociopolítico provocando, en mi opinión, al menos dos efectos. Uno positivo, la práctica inexistencia de Ciudadanos y la extrema derecha española en Canarias; y otro efecto negativo: la pérdida de los equilibrios en una fuerza que aspira a representar a una amplia franja de la sociedad canaria, armonizando los conflictos entre grupos o clases sociales y canalizando las demandas de autogobierno del pueblo canario.
Lo primero ha hecho que la portavoz de Coalición en las Cortes, Ana Oramas, haya aparecido demasiadas veces como enemiga de otros nacionalismos, especialmente el catalán, además de como “la voz de Canarias en Madrid”, puesto autoadjudicado y, a la vista de los resultados, poco discutido por el electorado de las islas. No son pocas las voces dentro y fuera de Coalición que han criticado este estilo unipersonal que provoca que CC aparezca así hoy más escorada que nunca hacia la derecha y, a pesar de sus notables resultados electorales, desplazada casi totalmente de las instituciones de las islas, aunque la relación causa-efecto en este último caso es más discutible. Casi resulta milagroso el que no haya habido ni se espere ningún tipo de cisma ni algarada a la vista del estropicio.
Fuera de las instituciones, el panorama no es mucho mejor: la animadversión que provoca CC en buena parte del electorado viene provocada en parte por su permanencia en el poder desde 1993 y la lógica sensación de hastío, así como por la percepción de que Coalición Canaria se ha configurado como una maquinaria de poder al servicio de grupos privilegiados cuyo interés no coincide precisamente con el de las mayorías canarias. Por citar tres ejemplos exclusivamente, el empeño en la introducción del gas natural en las islas así como la ampliación del muelle de Agaete, proyectos ambos que son fuertemente contestados por una sociedad cada vez más concienciada a favor del desarrollo sostenible y el al parecer feliz y definitivamente abandonado Proyecto Tindaya. La tan faraónica como inútil construcción del Puerto de Granadilla no es sino otra de las enmiendas a la totalidad a una hipotética identificación de Coalición Canaria con la defensa del medio ambiente de las islas. Coalición, al contrario que otros nacionalismos, no ha sabido o no ha querido ponerse al lado de la defensa de la Tierra, empezando por nuestro archipiélago.
Los esfuerzos de algunos dirigentes de CC por presentarse como “ni de derechas ni de izquierdas” chocan de frente con la realidad de una sociedad moderna y compleja como la canaria, en la que no todos los conflictos tienen que ver exclusivamente con la dialéctica Canarias – Estado. Además de Primo de Rivera, Los Verdes alemanes también fueron partidarios de un lema así, recientemente recuperado por Íñigo Errejón en un torpe intento de enunciar su propuesta de transversalidad. Es lo que pasa con las metáforas, que son inexactas pero útiles. Llevar este somero relato de la realidad de Coalición al detalle nos obligaría a desmenuzar experiencias como la Agrupación Herreña Independiente (AHI) o Asamblea Majorera (AM), complejizando aun más el análisis puesto que entroncaríamos con sectores agrarios, tradicionalistas, asamblearistas, insularistas, independentistas, etc. también constitutivos de la realidad múltiple y compleja que hoy es Coalición Canaria. En Gran Canaria, por ejemplo, no faltan los sectores empresariales modernos, menos tradicionales, profesionales liberales, etc. Incluso una mirada detenida acerca de la realidad política de la isla de Tenerife o La Palma nos hace cuestionarnos firmemente la ubicación político-ideológica de algunos sectores. Pareciera que, como en un fractal, encontráramos un poco de todo en cada segmento a analizar. Y todo esto además en una época en la que se impone el político gerencialista, el gestor frente al ideólogo.
Las políticas de Coalición Canaria en determinados municipios no están a la derecha de la práctica de partidos como el PSOE o NC en otros lugares, que tampoco están muy a la izquierda. Es difícil encontrar matices ideológicos -no entro en el asunto de la gestión- en cuanto a las políticas de atención a la mujer o al menor en el nivel municipal entre estos tres partidos, por hablar de fuerzas con cierta trayectoria en la gestión municipal. La cultura en general es una maría en todos lados y se echa en falta que tanto Coalición como Nueva Canarias, por su declarado nacionalismo, sean más decididas a la hora de apostar por la cultura como sector económico que ayude a la ansiada diversificación de la economía así como vía de expresión emancipatoria de nuestro pueblo. Sin embargo, nada de esto es contradictorio con seguir constatando las diferencias dentro del propio proyecto de Coalición. Por ejemplo, sí es más evidente, en mi opinión, que la gestión de Carlos Alonso en la pasada legislatura al frente del Cabildo de Tenerife representaba más fielmente la corriente liberal y tecnócrata a la que aludía en el primer párrafo, de la misma manera que el liderazgo de Belén Allende provocó de manera en AHI un fenómeno análogo al que ahora toda Coalición sufre en el país: la pérdida de la centralidad en el tablero político. En la isla de Gran Canaria, la oposición al gobierno de Antonio Morales presenta la cara más conservadora de Coalición, acentuada por el fichaje de Bravo de Laguna, si exceptuamos la labor del nuevo equipo en Las Palmas de Gran Canaria, que fácilmente podría estar en el equipo de gobierno sustituyendo a Podemos sin que se notara gran diferencia.
Podría seguir así unos cuantos párrafos más, trayendo ejemplos de aquí o de allá, subiendo o bajando en la estructura político-administrativa de las islas, viajando en el tiempo desde 1993 hasta el 2019, trayendo a colación perfiles personales, hablando de tal o cual sector, etc. sin embargo, creo que es suficiente. El objetivo del artículo no era otro que, como habrá comprendido el lector sagaz, impugnar cualquier visión simplista y reduccionista sobre un fenómeno tan complejo como el de Coalición Canaria, que no es nada fácil de aprehender y analizar, que va mucho más allá de una determinada isla y que está llamada a seguir determinando buena parte de la vida política de este país. Rechazo simplezas del tipo de “son el equivalente a Vox en Canarias”, “son la derecha nacionalista”, “no son nacionalistas”, “ahí sólo manda ATI”, “en cuanto salgan del poder, desaparecerán”, “sus votantes se venden por un bocadillo de mortadela”, “son unos magos”, etc. Desconfío de los discursos unidimensionales, las explicaciones monocausales y el maniqueísmo en cualquiera de sus versiones. Detesto el clasismo que tan incorporado tiene tanta izquierda salvadora y que malamente disimula su desprecio por cualquier forma de canariedad. Y me reafirmo en que el nacionalismo canario seguirá existiendo, probablemente de una forma distinta, y con otro nombre reincorporando a su nada despreciable ala socialdemócrata y habrá que seguirle exigiendo que esté a la altura de las demandas de una sociedad tan heterogénea como la canaria de mediados del siglo XXI, mal que les pese a los uniformizadores de izquierdas y derechas.