No porque se viera venir se dejan de quejar los responsables del sector turístico en Canarias. Según los últimos datos conocidos, en julio de 2019 el turismo cayó en torno a un 8% con respecto al 2018 y el gasto en un 2,5%. Lo sabíamos desde 2011, durante las primaveras árabes, que el turismo que estaba llegando a Canarias era prestado. De récord en récord, la crisis económica en Canarias fue un plácido momento para incrementar la brecha entre ricos y pobres en Canarias. Todo hasta alcanzar los 16 millones de turistas del año 2018, el techo turístico. A los movimientos insurrectos en el norte de África se unió el terrorismo, que atacó por ejemplo a Túnez en espacios turísticos, las crisis políticas en Turquía, la guerra en Yemen que afecta a los países cercanos, el largo conflicto en Siria que propicia inseguridad turística en la región o la inestabilidad manifiesta en Libia desde que el imperialismo entró en escena.
Multitud de factores que debían ser temporales y que algunos representantes públicos lamentaron con la boca pequeña. Debemos recordar, no por no haberlo hecho varias veces con anterioridad, que las cifras del paro y la pobreza han seguido estando en niveles vergonzosos pese a todo ello. Una de las excusas fue justamente esa, la inestabilidad de un turismo prestado que apostaba por la seguridad de las islas. Ahora buena parte de estos países vuelven a hacer ofertas turísticas atractivas y la situación ha mejorado notablemente. Y claro, adherido a ello, si un turista ha venido a Canarias en varias ocasiones ahora apuesta por ir a uno de esos países de la cuenca mediterránea africana, a Turquía, a Israel, con agresivas campañas turísticas o, simplemente, por viajar más cerca, mejor por carretera, por el novedoso fenómeno de la «vergüenza por volar». A esta última opción se añade el factor del cambio climático, cuyos efectos producen temperaturas agradables en zonas europeas en épocas del año que no se daban.
Con todas estas razones no es de extrañar que el paro suba. Según la última EPA, en 511 personas, aunque aumentaron las afiliaciones a la Seguridad Social. Los parados suben con relación a julio, pero son menos que en agosto de 2018. Además, el comportamiento es manifiestamente mejor con respecto al Estado, cuyas cifras son las peores de un agosto desde 2010. Tiene que ver con el hecho de que el PIB en Canarias sigue subiendo. Posiblemente donde haya que ver los problemas económicos en Canarias es en las condiciones, ya bastante deterioradas y con una negociación colectiva bastante favorable en general a las empresas. Con todo, no es de extrañar que salten las alarmas en el sector turístico que, pese a que ha asegurado con denuedo su balanza de ingresos y gastos, se guarda en la manga la carta de dar otra vuelta de tuerca si en el invierno siguen empeorando los datos.
Si bien es cierto que en Alemania cunde el terror por las expectativas financieras, que el Brexit duro de Boris Johnson parece posible en el horizonte, aunque igual las cámaras británicas se lo cargan antes, o que las relaciones comerciales Estados Unidos-China cada vez complican más la macroeconomía, no es menos cierto que no hay certeza todavía en cómo van a afectar estos hechos a la economía turística. Aunque ingleses y alemanes son un mercado importante, hay que tener en cuenta que los escandinavos toman un papel protagonista durante la temporada de invierno. Además, tampoco sabemos cómo será de perjudicada la clase trabajadora alemana. Lo dicho, durante la crisis no dejaron de venir, de fletar cruceros y de visitar las islas. Lo de los británicos es una incógnita y no sabemos en qué situación quedarán. Para empezar no sabemos siquiera si el Brexit será duro, blando o no será, que todo puede pasar. Con todo, si tan negras son las expectativas, ¿qué trabajo se ha hecho para paliarlas, cuando la caída se sospechaba? Nos hemos cansado de repetir en esta columna que el turismo masivo tiene fecha de caducidad, que había que crear alternativas, tanto económicas como dentro del mismo sector, pero sin embargo se apostó por hacer caja.
Lo macabro de este sistema económico es que el mismo turoperador que te lleva a Canarias te convence de que ahora te tienes que ir a Turquía. Por lo tanto, su afinidad con el territorio es nula. No solo eso, sino que las mismas compañías aéreas que aterrizan en los aeropuertos canarios llenas de turistas, son las mismas que de repente deciden cambiar y marchar, por ejemplo, a Israel, acuérdense de la rajada del director general de Ryanair. Nos encontramos en manos de trileros que vienen, explotan el territorio, pagan el menor salario posible, consumen recursos, reciben subvenciones y mañana se van a la otra parte del mundo a seguir con la rueda. En medio, nosotros, incapaces de tomar los medios de producción y de ni siquiera poner las reglas del juego que a nosotros más nos favorezcan. Estamos en septiembre y precisamente Ryanair tiene varias jornadas de huelga convocadas por el cierre de varias bases, entre ellas Gran Canaria, Lanzarote y Tenerife Sur. En el centro, trabajadores afectados y con la espada de Damocles en la cabeza. El cierre no se sustenta en pérdidas, sino en una decisión empresarial caprichosa en busca del máximo beneficio. No es el único conflicto abierto en Canarias, siguiendo con el sector aéreo varias compañías y empresas de handling están mermando notablemente las condiciones laborales de los trabajadores. Mientras no nos demos cuenta que esto es una bomba, que en cualquier momento nos puede estallar y que los que tenían que tomar decisiones lo sabían y no hicieron nada, no podremos atajar, por fin, el necesario cambio económico que las islas necesitan.