Publicado originalmente el 4 de septiembre de 2017
Corría el año 1997 en plena temporada turística del mes de agosto cuando unos centenares de personas se reunieron en Las Palmas para tratar un tema insólito; la cultura y derechos de los pueblos bereberes, conocidos en su propio idioma como amazighs. Era el primer Congreso Mundial Amazigh, un evento que podría parecer uno más en una sociedad democrática pero que llegó a convertirse en un ‘problema de Estado’ según el Partido Popular. Pero ¿por qué el ‘congreso amazigh’, como lo calificó despectivamente la prensa del momento, molestó tanto?
Más de 150 asociaciones y 350 delegados procedentes de África, Europa y América se congregaron en el primer Congreso Mundial Amazigh celebrado en la localidad de Tafira durante los últimos días del mes de agosto. Representantes de los diferentes pueblos bereberes como los susís, amazighs del Atlas, rifeños, cabilios, chauis, mozabitas, tuaregs, tunecinos, libios y por supuesto, canarios, se encontraron por primera vez en la historia contemporánea en tierra amazigh. Este evento tuvo un poderoso impacto en el incipiente movimiento bereber internacional marcando, en palabras del primer presidente Masin Ferkal, un “antes y un después en la historia moderna amazigh”.
La celebración del congreso no fue moco de pavo. Dos años de trabajos coordinados entre bereberes residentes en París y los canarios nos revelan la dificultad de la tarea. En un reciente acto en la capital grancanaria organizado por la Asociación Azar, algunos protagonistas del Congreso compartieron con los asistentes su valoración del congreso en la que destacaron las enormes dificultades que debieron afrontar. Uno de los elementos más incómodos, aseguraron, fue la presencia de los servicios secretos de los estados norteafricanos.
El evento contó con una subvención del Gobierno de Canarias, a pesar de la hostilidad manifiesta de la prensa en las Islas y, como era de esperar, de los partidos políticos estatales como el PSOE y especialmente el Partido Popular. Incluso personajes del Gobierno canario como Lorenzo Olarte llegaron a amenazar con retirar la subvención al congreso, pero ¿por qué?
El grueso de la temática del congreso fue cultural y coincidía con la vocación expresaba por la totalidad de los miembros y participantes del mismo. El reconocimiento de la identidad amazigh, lengua y cultura eran los temas más extensamente reivindicados. El principal enemigo de estas identidades autóctonas, según los congresistas, era el islamismo, ya que el terrorismo islámico había asesinado a militantes amazighistas.
No obstante, el congreso también abordó los derechos y defensa de los pueblos amazighes en resistencia como los tuaregs y los canarios, y así se aprobó una resolución por la autodeterminación de los pueblos con 35 votos a favor y 7 abstenciones, pero ninguno en contra que recogía “sostener las reivindicaciones del pueblo amazigh de Canarias relativas a su derecho a la autodeterminación”.
Otro elemento que inquietó, en este caso a los estados norteafricanos, fue la creación de una bandera propia amazigh que se extendió rápidamente por todo el mundo bereber a pesar de la persecución y censura. Según el colectivo Solidaridad Canaria la bandera fue creada por canarios que tras presentarla fue aprobada por los congresistas.
Canarias y lo amazigh
Se habla de los paralelismos étnicos, culturales, lingüísticos entre los indígenas canarios y los pueblos bereberes. El asunto es sencillo; los guanches eran amazighs, y su impronta aún puede palparse en la canariedad actual.
Ahora bien, poco se habla de los ‘otros paralelismos’, esos que conciernen a la realidad social, cultural y política. El arabo-islamismo constituye la piedra angular de todos los estados norteafricanos, la base sobre la que se construyó la independencia. Un arabo-islamismo que buscó y busca la asimilación forzada de las minorías autóctonas de estos países. Si bien la cultura árabe es exógena, su impronta y su lengua se encuentra fuertemente arraigada en los países norteafricanos hasta el extremo de contar con variantes de la lengua árabe propias del Magreb o norte de África.
No podemos negar que algo de este relato nos resulte familiar. Aquí, el nacionalismo español y el eurocentrismo parecen no contentarse con la fundamental impronta latina de la canariedad. Además del adoctrinamiento diario y masivo en la españolidad (en su concepción castellanista) y el europeísmo (negando hasta la geografía isleña) se ha intentado e intenta, por todos los medios, asimilar todo atisbo de identidad propia. Para ello es necesario borrar en lo posible el español canario, la memoria histórica y toda diferencia étnica que vaya más allá del folclorismo.
Así no son extrañas las historias de los más mayores sobre los esfuerzos del cuerpo docente franquista y neofranquista para que los canarios pronunciáramos “bien” el español. Ya no se golpea con la regla en la mano del niño que no pronuncia las zetas, pero se sigue inoculando desde los medios y el sistema educativo la tóxica idea de que “el canario habla mal por hablar canario.” A pesar del esfuerzo de no pocos profesores canarios en combatir esta idea (o ideología) aún se echa en falta que las instituciones canarias se tomen el tema en serio.
La memoria ha sido blanco también del nacionalismo español. Los empeños en seguir manteniendo la historia de Canarias en la marginalidad no se explican. Desde hace décadas ha habido una resistencia ideológica e institucional a la obligatoriedad de esta materia en el currículum educativo. ¿Cómo explicar el gigantesco contraste entre el desarrollo de los estudios historiográficos por los investigadores y la escasa repercusión en la población canaria? ¿Cómo explicar la brutal diferencia del trato recibido por el patrimonio colonial en detrimento del amazigh? Y así podríamos seguir planteando ejemplos.
Cualquier iniciativa que busque desarrollar y valorizar los elementos de la canariedad nativos más allá del ámbito arqueológico, son desdeñados cuando no criminalizados. ¿Es siempre necesario la mezcla de la cultura con determinadas tesis políticas? Para las posturas más extremistas, enarbolen la bandera canaria o española, parece que sí. Como mostró el documental ‘Canarias Amazigh’ se puede difundir nuestras raíces bereberes sin utlizarlas políticamente.
El primer Congreso Mundial Amazigh fue un ejemplo claro de este nacionalismo español excluyente, pero también de una sociedad que, paulatinamente, asume con madurez y sin complejos su génesis.