David Jiménez fue un director diferente para el periódico El Mundo. Lo fueron a buscar a Asia, donde fue durante dos décadas reportero, para que asumiera la dirección del periódico que había comandado con mano de hierro Pedro J. Ramírez. Lo primero que Jiménez reconoce en El Director (Libros del K.O., 2019) es que le sorprendió el ofrecimiento. Un periodista alejado de las intrigas palaciegas, poco acostumbrado a las relaciones públicas y bastante distante desde hacía años de la realidad española. Durante el año que dura su dirección, Jiménez intenta, en vano, poner en marcha un proyecto digital que modernice al diario, anquilosado en la crisis del papel y en las inercias propias de una redacción acomodada en sus dinámicas. Desde arriba le prometen apoyo, pero Jiménez no es un director cómodo para el poder. Entre esas desavenencias y que el grupo editorial no se cree del todo esa reconversión, la relación estalla y le preparan una trampa para arrebatarle la dirección.
El periodista cuenta en esta obra lo que se sancocha en el interior de un periódico y que pocos habían contado con tantos pelos y señales. Una parte importante de su labor periodística es entorpecida por los llamados Acuerdos. Se trata de tratos amables a empresas a cambio de publicidad. En esa lista cita a varias, pero especialmente significativo es el control mediático de Telefónica o El Corte Inglés. David Jiménez se salta los Acuerdos y eso tensa la débil cuerda de su asiento en el despacho de dirección del periódico de Unidad Editorial. Si lo trasladamos a Canarias, solo hay que mirar a los medios para observar que los Acuerdos incluyen coberturas amables a determinadas empresas cuyos directores son intocables, aunque judicialmente su situación esté comprometida, a los intereses turísticos, que genera un relato que no se sostiene ante las evidencias, o a algunos intereses energéticos, solo hay que mirar con lupa la información acerca de la posibilidad de instalar el gas en Canarias y el tratamiento a los políticos a favor y en contra en esa cuestión.
Si hay presiones empresariales, no son menores las presiones políticas. Jiménez cita con pelos y señales las presiones del gobierno y otros cargos políticos. Especialmente llamativas son las que ejerce el ex Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Filtraciones interesadas y sobre todo, la creación de una policía política para destruir rivales en unas elecciones (las de 2015 y 2016) donde la irrupción de Podemos podría haber dado la vuelta a la tortilla del bipartidismo. Relata el director que Fernández le advierte que «no son tiempos para la neutralidad». Son los tiempos de la policía patriótica y las cloacas del Estado, que años después se conoció gracias a la captura del comisario Villarejo, uno de los testaferros principales de las cloacas. En Canarias también el poder político se ha acostado en la misma cama que los medios. Mucho se ha hablado, con la salida de Coalición Canaria del poder, del periodismo afín a dicha formación, que abogó siempre por un pacto de gobierno que incluyera a este partido y que llevan años defendiendo los chiringuitos por todas las islas. Las presiones políticas han vetado a periodistas molestos en apariciones públicas en varias ocasiones.
Por otro lado, David Jiménez también habla de las tertulias, esas que influyen tanto en la opinión pública. Él participaba en Antena 3 y un día se entera que es «cuota libre». Significa que no está mandado por ningún partido o empresa (aunque realmente está ahí por ser director de El Mundo, lo que favorece su presencia). Las tertulias se rellenan con los periodistas que las facciones partidistas colocan y luego los puestos que sobran son «cuota libre». ¿Quiénes serían los enviados en Canarias a las tertulias por partidos y empresas? Vea una tertulia y saque sus conclusiones. Si se parten la cara por una presunta independencia pero defienden a capa y espada una opción, ese es cuota de un partido político. Además, otros periodistas son directamente vetados porque no son afines, son molestos, no dicen lo que no tienen que decir o no caen bien al que está detrás. Eso ha pasado en Canarias y sigue pasando. Las tertulias son rings de boxeo donde los partidos no quieren quedar mal parados y, además de mandar a sus representantes políticos, también quieren controlar la tertulia que, a priori, pudiera parecer más objetiva.
En la obra aparecen dos historias muy relacionadas con Canarias. Una es la imputación de Victoria Rosell por supuesto retardo malicioso en la administración de justicia de Miguel Ángel Ramírez. David Jiménez asume su error como director al no haber comprobado los intereses que estaban detrás. Afirma que todo fue una treta urdida por el juez Salvador Alba y otros intereses ocultos, que acaban en primera instancia con la carrera política de Rosell, ahora retomada. La otra es el descubrimiento que provoca la dimisión del Ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria. Soria había sido incluido en los Papeles de Panamá, pero él lo negaba todo aludiendo a que sí había personas de su familia pero no él. Sin embargo El Mundo descubre que su nombre concreto figura en cuentas de otro paraíso fiscal, Jersey. Ya Soria no puede explicar sus mentiras y medias verdades y dimite.
«El poder había dejado de temer a la prensa y ahora era la prensa la que temía el poder». Esta frase extraída del tomo resume a la perfección la situación actual de los medios de comunicación. Con la crisis y la caída de la profesión en mínimos históricos, el periodismo y la búsqueda de la verdad dejó de ser la prioridad. Ahora lo era el siguiente contrato publicitario, la publicidad institucional y la gestión antes que el producto. Un personaje muy interesante en el libro es Silicon Valley (varios de los personajes que aparecen en el libro aparecen bajo seudónimo). Silicon Valley gestiona un medio como podría gestionar una empresa de seguridad o una panadería, afirma el texto. Realmente su interés estriba en la cuenta de resultados y no en la calidad, lo cual está metiendo a los medios de comunicación en una espiral de intereses que va en contra de su credibilidad. También en Canarias, aunque vienen quedando pocos medios y muy concentrados…