En el continente americano, la vinculación histórico-cultural más relevante de Canarias se produce indudablemente con Cuba, a raíz de los intensos movimientos migratorios desde la conquista pero fundamentalmente desde 1850 a 1929. A Cuba arribaron los primeros canarios y la mayor cantidad de emigrantes en cómputo total. No cabe duda de que, si pudiéramos reordenar el mapamundi, Cuba y Canarias estarían a muchos menos kilómetros de distancia.
Así pues, la literatura cubano-canaria constituye un corpus cultural imprescindible de la literatura en letras hispanas, que disfruta ya de cuatrocientos años de producción. En este espacio transicional transatlántico se descubren narraciones de exilio, esclavitud, inmigración, viajes, guerras e historias comunes, subvirtiendo la direccionalidad del poder colonial que sitúa al archipiélago canario como un puente imperial hacia América en 1492. En la escritura de inmigrantes, decimistas, novelistas, educadores y poetas, Cuba y Canarias no son inventadas como utopías monolíticas, paraísos por “descubrir”, sino que en sus discursos híbridos articulan su propia historia. El diálogo cubano-canario rompe sus propios márgenes nacionales y cartográficos y cuestiona nociones de homogeneidad nacional.
Los primeros textos literarios cubano-canarios de los siglos XVII y XVIII que nos han llegado forman parte del proyecto imperial español. Son obras de carácter histórico, manifestaciones de patriotismo español que constituyen modelos de exaltación nacional. Sus autores son poetas, soldados y figuras de la élite insular. Así pues, el corpus literario cubano-canario comienza en el siglo XVII, con el primer poema épico cubano, el reconocido texto Espejo de paciencia, del canario Silvestre de Balboa en 1608, un poema escrito en octavas reales, dividido en dos cantos y que narra el rapto del obispo español Cabezas Altamirano por parte del pirata francés Gilberto Girón, su rescate y la venganza que culmina el texto.
Como afirma el crítico Lorenzo Santana, en Espejo de paciencia destaca la descripción del paisaje de la isla de Cuba, un aspecto que lo diferencia de otros textos épicos contemporáneos.
Vienen cargados de mehí y tabaco
Mameyes, piñas, tunas y aguacates,
Plátanos y mamones y tomates
…..
Guanábanas, gegiras y caimitos
……
Con mucho jaguar, dejao y lisa,
Camarones, viajacas y guabinas
(Balboa, Espejo de paciencia, canto I)
Santana demuestra que el uso de estos americanismos en la voz de un poeta nacido al otro lado del Atlántico tiene una explicación: era canario (14). Probablemente Balboa había leído a otros poetas canarios como Cairasco de Figueroa y Antonio de Viana: “[…] había estado durante su vida en la isla nativa en contacto con una naturaleza distinta a la que habitualmente aparecia en los libros europeos […] Era el suyo un oído habituado a los matices de la realidad insular e incluso a los vocablos supervivientes de la lengua guanche” (Santana pag).
En el mismo siglo XVII se ubica otro poeta canario residente en Cuba, Alonso Hernández “El Viejo”, poeta contemporáneo de Balboa, y autor de uno de los sonetos laudatorios que introducen Espejo de Paciencia, y asimismo en el siglo XVIII encontramos a dos autores canario-cubanos que escriben sendos testimonios históricos, uno en prosa y otro en verso. Se trata de Francisco Loysel y Juan del Hoyo Solórzano y Sotomayor.
Francisco Loysel escribió versos de sucesos cubanos (Fernández 161). Uno de los textos que hemos logrado conseguir es Bloqueo y sitio de Atarés, una composición poética de treinta y tres octavas que recoge el ataque a la Plaza de Atarés el 12 de abril de 1773. Se trata de un poema laudatorio que recoge la victoria simulada de las tropas de Felipe de Fonsdeviela, el Marqués de la Torre, Capitán General de La Habana. Es un documento histórico valioso del que no se encuentran estudios filológicos hasta la fecha. Loisel lo escribió para obsequiar al Virrey Don Pedro de la Cerda, de tránsito en la Habana.
Otro texto cubano-canario del XVIII que llega a nuestros días es el Alegato sobre un amotinamiento de Juan del Hoyo Solórzano y Sotomayor, el hermano del conocido escritor canario Cristóbal del Hoyo. Juan residió veinte años en Cuba, fue Capitán de fragata y Gobernador de Santiago de Cuba (Hernández González 20). Como hemos visto, los textos citados del XVII y XVIII fueron escritos por autores canarios pertenecientes a la élite cubana. No será el caso de la literatura cubano-canaria del siglo XIX, donde el elemento cultural de mayor relieve, desde un punto de vista literario, será la décima.
De aristócratas a guajiros
El locus de enunciación en los textos literarios canario-cubanos decimonónicos resulta más complejo que en los siglos anteriores. La voz poética o narrativa ya no es la del noble o literato que escribe un suceso histórico en defensa de la corona o un poema laudatorio a un personaje noble. Los escritores serán ahora el guajiro en las décimas, el canario melancólico en la poesía, y el isleño de sentimiento cubano en la novela.
El siglo XIX se caracteriza por el gran número de escritores canarios residentes en Cuba. El intenso flujo migratorio que tuvo lugar desde mitad del XIX hasta 1930 se produjo debido a las crisis agrícolas en las islas y la atracción laboral en Cuba, donde se prefería la mano de obra canaria (Jiménez 22). Un texto imprescindible para conocer la conexión literaria cubano-canaria del XIX es Escritores canarios en Cuba: literatura de la emigración, de Paloma Jiménez Campo. En su estudio, Jiménez Campo afirma:“Si bien la narrativa refleja una temática del medio cubano y sigue los modelos, géneros y temas imperantes en Cuba en la época, la poesía vuelve su mirada hacia Canarias, por lo que puede ser considerada una prolongación transatlántica de la estética desarrollada en el archipiélago” (171). La idealización del paisaje canario, la imagen del archipiélago y la importancia del mar son los temas predominantes de la obra en verso; Algunos de los poetas cubano-canarios destacados del siglo XIX son Francisco Guerra Bethencourt, escritor satírico liberal, fundador del periódico “La aurora” en Matanzas quien compuso la obra Sonetos y epitafios, una sátira contra la Inquisición, editada en La Laguna en 1813 (Jiménez 39). Otro escritor reconocido es Nicolás Estévanez Murphy, personaje singular del XIX, retratado por Pío Baroja e iniciador del movimiento poético canario “Escuela de La Laguna.”
Paloma Jiménez Campo explica que la producción poética cubano-canaria del XIX constituye un reflejo del escritor emigrante, quien mantiene una visión nostálgica de Canarias en su poesía, mientras que los narradores revelan a escritores canarios ya integrados en Cuba, escribiendo sobre temas cubanos. Entre las novelas debemos destacar El sol de Jesús del Monte (1852), del notable escritor Andrés Avelino de Orihuela, la primera novela que recoge la opinión manifiesta de un autor contra la esclavitud en Cuba (275): “Yo he nacido en África, pues sin embargo si Vd. me necesita soy su hermano: y donde esté el oprimido, como me sea posible, allí estaré a darle mis auxilios […. ] Parece imposible que en el siglo diez y nueve existan todavía en el mundo diferencias de razas en el género humano (pag).
Otro texto narrativo cubano canario a destacar es Sor Milagros o Secretos de Cuba (1897) de Aurelio Pérez Zamora, una novela histórica que retrata las décadas de 1840 y 1850 en la isla caribeña. Su protagonista, Sor Milagros, está comprometida con la causa revolucionaria. En la novela se revela una acusación contra los políticos españoles y se ataca a la metrópolis. Otro texto en prosa imprescindible es el folleto de José Trujillo y Monagas Los ñañigos: su historia, sus prácticas, su lenguaje (1882), que constituye el primer documento en el que se revelan secretos de esta sociedad formada por esclavos en 1830 (73).
En este recorrido por la encrucijada literaria entre Cuba y Canarias debemos destacar uno de los elementos interculturales cubano-canarios fundamentales: la décima. La décima es más que una estrofa de la métrica española: la décima es, como dice Maximiano Trapero, un “complejo cultural”, un signo de identidad de la cultura latinoamericana. Según la estudiosa cubana María Teresa Linares: “La ida y vuelta de canarios entre sus Islas y sus asentamientos en Cuba fue un constante ir y venir de elementos culturales que nos identifican estrechamente. La semejanza de las tonadas, el contenido de las décimas, la mutua añoranza desde ambas riberas, a los cubanos nos acercaba más con Canarias que con otra zona poblacional rural o urbana de procedencia peninsular, y los canarios nos identifican a través del punto cubano más que con otros cantos de los demás países a donde también emigraron. (147) Hemos escogido una décima de Vito Gómez o Cuquillo, considerado uno de los más grandes versadores canarios, quien emigra a Cuba en 1898.
En Canarias fui nacido
Entre la pera y la uva
Y me trajeron a Cuba
En soldado convertido.
Muchos llanos he corrido
Durmiendo en cualquier cabaña;
No hay serranía ni montana
Ni loma que yo no suba
Amo, por amor, a Cuba
Y por un deber, a España. (Marlene E Perez 28)
Los poetas campesinos cantaban sus tonadas de trabajo, independizándose cada vez mas de la decima española, acompañándola con el tiple, bandurria o guitarra. Asi aparece el punto. La tematica es variada: añoranza, sucesos históricos, reflexión filosófica..De este modo, Canarias constituye una subjetividad compleja: En el proceso de la emigración canaria a América, el isleño ha sido instrumento portador del proyecto colonial de Occidente, con el objetivo de fundar ciudades. Pero por otro lado, el canario representa principalmente un subalterno trasatlántico, con el que el americano se ha identificado históricamente.
Ya en el siglo XX, al acercarnos al corpus literario cubano-canario en las primeras tres décadas del siglo, durante el boom de la emigración canaria, encontramos un gran número de textos: diarios, décimas, novela, poesía; y autores, Tomás Felipe Camacho, Francisco Jordán y Franchy, Tomás Trujillo y Roldán, Francisco Izquierdo, José Navarro Montes de Oca, Pedro y Bethencourt Padilla. Destacamos la figura de Félix Duarte Pérez, poeta y periodista, fundador de la Revista ilustrada Cuba y Canarias en 1922.
Durante el período de la Guerra Civil existen figuras literarias relevantes como el tinerfeño Saturnino Tejera, intelectual y periodista de ideas republicanas, una figura prominente en el mundo cultural de Canarias. En 1923 viajó por primera vez a Cuba y se asentó en Cienfuegos, en donde fue “obrero, azucarero, tipógrafo, linotipista, y ejerció el periodismo” (Vesperal 1). Saturnino Tejera fue pionero del socialismo en la isla de Tenerife y personalidad emblemática de la masonería en Canarias. Las fuerzas nacionales le encarcelaron a principios de la Guerra Civil pero pudo escapar como polizón en un carguero con destino a Cuba en 1944, siguiendo a su familia que había marchado poco antes. Según la historiadora cubana Victoria María Sueiro Rodríguez, la huella cultural de Saturnino Tejera en la localidad cubana de Cienfuegos fue sobresaliente: “ha sido el exiliado que tuvo mayor relieve y connotación en todos los órdenes de la vida social y cultural cienfueguera” (5).
Su hija, Nivaria Tejera escribirá la primera obra sobre la Guerra Civil española en el contexto canario. El barranco describe la detención y encarcelamiento de Saturnino Tejera. La infancia rota de Nivaria Tejera en Tenerife durante la Guerra Civil española conformará el trasfondo autobiográfico de El barranco, una novela imprescindible en las letras canarias y cubanas. El mismo año de 1958 otra escritora cubana publica una novela canaria la ganadora del premio Cervantes, Dulce María Loynaz. Un verano en Tenerife de Dulce María Loynaz relata las memorias que su autora cosechó durante un viaje a las islas en el verano de 1951. Su estrecha relación con Canarias existe en gran manera a través de su esposo, el tinerfeño Pablo Álvarez de Cañas. En el verano de 1951 Dulce María visita Tenerife y decide escribir un homenaje a su esposo y a su isla. Este libro, que le ocupó cinco años de su vida, se convertiría, según la propia autora, en su mejor obra. Otra escritora relevante, exilada política es Mercedes Pinto
Mercedes Pinto destaca por su ardiente lucha feminista tanto en sus ensayos como en sus múltiples discursos sobre el tema. Residió en Cuba durante los años de la guerra civil y el exilio republicano, y posteriormente se traslado a México, donde falleció en 1976. En Cuba participo activamente a finales de 1938, junto al gallego Alfonso Rodríguez Castelao en la campaña en pro de la Republica española y desde la tribuna y las páginas de la prensa condenó el golpe de estado de la “hidra rebelde capitaneada por Franco y sus secuaces.”
Una última tendencia literaria de la literatura canario-cubana del siglo XX y XXI constituye la recuperación de la memoria histórica del inmigrante canario en Cuba en forma de novela testimonial: Añoranza, del cubano Eddy Bolaños, galardonado con el premio Benito Pérez Galdós en 2000, así como la colección de relatos Isleños en el Hatillo, del mismo autor, que también recibió el premio Benito Pérez Galdós en 2002. Ambos textos reconstruyen la experiencia del inmigrante canario desde el viaje trasatlántico hasta sus anécdotas y peripecias en Cuba. Asimismo, las novelas Los triángulos del amor del cubano Tomás Álvarez de los Ríos y Años de tormenta de la canaria Flora Lilia Barrera Álamo, se centran en escenas populares de emigración canaria en la isla cubana.
Destacan también otros escritores contemporáneos de este cruce como Antonio Benítez Rojo o J.J. Armas Marcelo, quien dedica parte importante de su obra a Cuba: Así en La Habana como en el cielo (1998) y El Niño de Luto y el cocinero del Papa (2001). Armas Marcelo a menudo describe su posición sobre su identidad: “Digo […] que soy un español raro […] mitad venezolano […] y mitad cubano, porque esa es la mejor manera de entenderme como español canario (1).
Para cerrar este corpus literario cubano-canario, concluimos con la palabra de Guillermo Cabrera infante, hijo y nieto de canarios, quien en su articulo “del gofio al golfo” afirma:
“Miriam Gómez a mi lado ama el gofio tanto que tiene color de gofio tierno, galvanizante. Ella ha crecido con gofio, yo me malogré por el gofio, los dos padecemos el vicio del gofio, adictos al gofio, el gofio hace nuestra mutua sangre más espesa que el plasma. Somos gofiómanos.”
En el proceso de formación de identidades culturales y nacionales, las narraciones de sus pueblos e individuos son un elemento fundamental, ya que es desde esta diversidad de discursos donde podemos redefinir estas identidades (Arkinstall 189). Los escritores en el cruce canario cubano son participes del proceso de creación de la nación, cultura e historia tanto canaria como cubana. El isleño, el canario, vive una identidad compleja. Su discurso, creemos, debe articularse desde una perspectiva atlántica.
* La autora es María Hernández-Ojeda, profesora en la Hunter College de la Universidad de Nueva York y Doctora en Filología por la Universidad del Estado de Florida, y el artículo salió publicado en el número 0 de la Revista El Bucio, de venta en librerías.