Publicado originalmente el 17 de noviembre de 2018
Muchas han sido las reacciones en los medios canarios a la dimisión de Ana Oramas. Simpatías y antipatías aparte, todas coinciden en una idea: la carrera de Oramas es ascendente y será una figura clave de los intentos de regeneración de Coalición Canaria, en Tenerife y en el archipiélago, cualquiera que sea el puesto que finalmente ocupe. Es la suya, por tanto, una retirada táctica, como suele suceder en política, un terreno donde hasta los más conservadores parecen seguir el viejo consejo de Vladimir Illich Lenin: “dos pasos adelante, uno atrás”. A quien le toca dar dos pasos adelante – según su óptica- es a López Aguilar, quien, según leo en la tarde de domingo metropolitano, no hace demasiado por ocultar que no será candidato a la Presidencia del Gobierno canario en 2011 y que todas sus miras están puestas en el Parlamento Europeo. Además, insiste el candidato socialista en tratar de convencernos de que el congreso de los socialistas canarios fue de lo más pacífico, oigan. Dejando de lado esta boutade, queda claro que López Aguilar, siempre en clave personal, considera su destierro finalizado: Canarias, ese tropezón en su brillante carrera, que nunca debió darse, queda atrás. Toca ahora dejar a algún hombre o mujer de paja en las islas que, de paso, le pueda ayudar en Ferraz para no perder comba en el nivel estatal. Y, miren ustedes por dónde, también dejó Lenin una frase escrita para describir el porqué de una huída así de las islas en pos de nuevos horizontes: “Salvo el poder, todo es ilusión”. Y el poder para López Aguilar, obviamente, no estaba en Canarias.