Este miércoles veintiséis de junio se celebran durante tres días consecutivos en el Centro de Residencias Artísticas de Matadero (Madrid) las jornadas “No son 50, son 500 años en resistencia. Sexualidades abominables, ancestrales y placenteras”. Organizadas por “Migrantes Transgresorxs”, un colectivo de personas racializadas, migrantes y refugiados diversos con distintas identidades sexuales y de género, las jornadas son una “celebración de la sodomía” con la que se propone “reflexionar, actuar y revivir experiencias históricas” cargadas de represión, colonización y resistencia, que atraviesan a aquellos territorios marcados por el etnocidio y genocidio propios de su proceso de conquista. Este tipo de iniciativa ya ha tenido lugar en otros contextos adoptando diferentes formatos como encuentros, congresos, seminarios o publicaciones. Podemos mencionar el reciente congreso nacional titulado “Identificando los discursos coloniales y patriarcales de la Arqueología Chilena” celebradas en Santiago de Chile, el libro “Inflexión marica. Escrituras del descalabro gay en América Latina” (Ed. Egales) de Diego Falconi o el ensayo “Homosexualidades indígenas y decolonialidad: algunas reflexiones a partir de las críticas two-spirit” de Estevão Rafael Fernandes, entre otros muchos ejemplos.
Cuando hace escasos días me llegó la información de estas jornadas lo primero en lo que pensé fue en la posibilidad de trasladarme físicamente hasta allí y asistir aunque deseché la idea tras ser consciente de la inminencia de la fecha y los precios de los vuelos. Tengo la impresión de que estos encuentros serán, para quienes puedan acudir, una oportunidad con la que adquirir conocimientos, perspectivas y vivencias de lo más diversas, y también ubicar en la Historia la disidencia sexual desde una visión lejana a los marcos conceptuales de lo colonial.
«Han pasado 50 años desde los disturbios de Stonewall, en el que Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, cuerpos disidentes, negros y diaspóricos, dieron una batalla que agrietó los muros de las opresiones sexuales-raciales y de género en los Estados Unidos, y que luego tuvo resonancia en otras partes del mundo. Pero, como dice en el manifiesto colgado en el Instagram del Colectivo Ayllu, Stonewall no fue el inicio. ‘Hace 500 años murió el conquistador español Vasco Núñez de Balboa, quien mandó matar a cientos de indios en la aldea de Quarequa. Balboa descubrió que la casa del rey de Quarequa estaba infectada con ‘el libertinaje más abominable y antinatural’, pues se encontró a hombres vestidos con ropa de mujer, lampiños y adornados de un modo afeminado. Por ello ordenó que fuesen lanzados a los perros de presa’. En este escenario, proponen reflexionar, actuar y revivir experiencias históricas para sentipensar y sentiperrear el presente”», escribió el cantante y activista Chenta Tsai Tseng -más conocido por su nombre artístico Putochinomaricón- en un artículo publicado recientemente en “El País” titulado “Son 500 años de resistencia”.
Era 1492 y aún faltaban cuatro años antes de darse por finalizada la conquista de las Islas Canarias, que precisamente se inició en 1402. Ese mismo año la bahía de San Sebastián de La Gomera, ya sometida a la Corona, se convirtió en el último punto de escala para el almirante español que inició uno de los procesos más sanguinarios, crueles y oscuros de nuestra Historia: la conquista de Abya Yala o tal y como fue nombrada posteriormente por los colonos como “América”. El paso y la estancia de Cristóbal Colón en Canarias precedieron a otros conquistadores como Hernán Cortés, Francisco Pizarro y, curiosamente, Vasco Núñez de Balboa, el mismo hombre que asesinó a cientos de “indígenas afeminados” en Quarequa tal y como recoge Germán Navarro Espinach en su artículo “La persecusión de la sodomía en Los Comentarios Reales de Inca Garcilaso de La Vega”, donde afirma que «por aquellos años, el propio Hernán Cortés, cuyas matanzas en México igualaban a las de Balboa en Panamá, creía que aquellas civilizaciones precolombinas estaban infectadas de sodomía.» (1)
Siendo consciente de que Núñez de Balboa, como muchos otros colonos, pasó por Canarias antes de llegar a Abya Yala, inevitablemente me vienen a la cabeza los vínculos que el Archipiélago mantiene con el continente, tanto por compartir procesos similares de conquista como por otras cuestiones culturales, sociales e incluso migratorias, y hace resonar en mi cabeza la pregunta “¿existieron también ‘aborígenes afeminados’ en las Islas?”
En su ensayo titulado “Guanches, Magos, Turistas e Inmigrantes: Canarios en la jaula identitaria”, el antropólogo tinerfeño Fernando Estévez afirma que «(…) para dignificar la historia canaria, Viera establece una comparación entre las conquistas españolas de México y Perú frente a la de Gran Canaria. Encuentra similitudes, pero no obstante, dice, fueron muy diferentes en “la naturaleza de los países y en el genio de las naciones”. México y Perú, comenta Viera, eran dos imperios vastos y opulentos, Gran Canaria, por el contrario, una pequeña isla. Y sin embargo, “los indios componían un linaje de hombres afeminados, pusilánimes, perezosos y que temían y adoraban a los europeos y aun a los caballos como a divinidades; los canarios, una gente robusta, endurecida, llena de coraje, incapaz de miedo, inclinada a la guerra y que despreciaba altamente a sus enemigos”» (2). Esta comparación extraída de las crónicas de Viera podría chocar en un principio con el planteamiento del autor Francisco Pablo Deluca, quien en su “Diccionario abreviado de antiguas voces canarias. Estudio etnohistórico y lingüístico”, en referencia a la existencia de las mujeres aborígenes canarias conocidas como “harimaguadas” o “maguadas” -una suerte de “sacerdotisas”- defiende que «no debemos descartar que algunos jóvenes varones púberes muy especiales y previamente seleccionados en el seno de la nobleza también formaran parte, aunque en menor medida, del mundo religioso. (…) Es plausible que algunos jóvenes varones no dotados para la guerra fueran iniciados en las prácticas religiosas o sociales estrechamente vinculadas con lo sagrado como por ejemplo la vigilancia de los graneros comunales (granos o bienes otorgados por la Divinidad).» (3)
¿A qué se referirá exactamente el término “no dotados para la guerra”? Con esta definición nos encontramos ante una evidente problematización de la “masculinidad bélica” y a partir de la cual podemos especular sobre su motivo. ¿La “no dotación” para la guerra tenía sus orígenes en una cuestión física o por el contrario es posible que esos jóvenes aborígenes tuvieran otra expresión de género? De ser así podemos llegar a entender por qué, en el caso de que existieran otras identidades de género, los conquistadores la problematizaran como una “no dotación” para el combate basándose en su concepción de aquellos cuerpos que nacen con pene como “hombres” que además deben constituirse en feroces guerreros.
En relación a las harimaguadas, cabe señalar que muchos autores y autoras que han teorizado e investigado sobre la Historia de Canarias definen el fenómeno de la brujería en las Islas, posterior a la conquista, como una evolución heredera de las prácticas y creencias aborígenes. «El aquelarre se caracteriza porque sus participantes poseen una nota común: son mujeres. Pero según se desprende de los relatos de dos canarios, pertenecientes a islas diferentes, también el hombre ha bailado junto con las brujas», afirma Domingo García Barbuzano. «La primera de estas informaciones es la relativa a José Díaz Marrero, quien nos comunicó que hubo en la localidad de El Paso (La Palma) un personaje popular conocido como “El Hilandero”, el cual acompañaba a las brujas en los bailes que ejecutaban en el “Llano de Jable”. Añadió que tal personaje vestía el traje típico, formado por un chamarron, un pantalón corto de lienzo y una especie de delantal de piel de cabra; parece ser que tal personaje era medio afeminado.» (4) De nuevo nos encontramos con el término “afeminado” como sinónimo de “transgresión” de los roles de género, particularmente de la masculinidad. Sin embargo el autor va más allá y expone otro caso que «proviene de un habitante de Chinamada (Anaga-Tenerife), Antonio Alonso, que se refirió a un hombre de Las Carboneras conocido como Francisco Marrero, el cual bailó con las brujas en el “Llano de las Monjas”, lugar que se encuentra situado en el Monte de Las Mercedes (La Laguna-Tenerife) (…) El hombre fue aceptado por las brujas por ser afeminado, ya que, con mucha probabilidad, la brujería fue para él la única manera de llegar a ser lo que realmente era o al menos le permitió expresar sus sentimientos más profundos.» (5) Con “sentimientos más profundos” me atrevería a afirmar que este “hombre afeminado” del que hablaba Barbuzano y que bailaba con brujas en realidad se trató de una persona trans con una expresión de género femenina. ¿Acaso estos sucesos en donde mujeres y “afeminados” que comparten espacios y rituales son ecos de lo que ya ocurría en la sociedad aborigen canaria con las harimaguadas?
Tras la conquista de las Islas y la implantación de un nuevo orden llegó también un marco terminológico que se encargó de nombrar, diferenciar y organizar la sociedad canaria. Es el caso de “sodomía” o “sodomita”, utilizadas para referirse al pecado nefando que «podía hacer referencia al coito entre varones, a las relaciones sexuales entre hombre y mujer que implicaran un contacto diferente a la cópula común y a la relación sexual entre mujeres cuando mediaba la utilización de un objeto a modo de miembro viril.» (6) Esta concepción del sexo y del placer puso en marcha diferentes mecanismos de represión y castigo dirigidos a quienes se atrevieran a cometer el “pecado nefando”, puesto que su acto se constituyó como delito. Belinda Rodríguez Arrocha expone «un significativo proceso por pecado nefando, en la acepción de relación carnal entre varones, fue iniciado de oficio por el teniente de gobernador de La Palma, el licenciado Jerónimo de Salazar, en 1585. El acusado, que había logrado huir de la isla occidental, era un esclavo negro llamado Antón, perteneciente a Luis Alarcón». (7) Cúal sería mi sorpresa al encontrar recientemente en el Archivo de la página web del Museo Canario, en el apartado “La Inquisición en Canarias: detalles”, el proceso titulado «Contra el doctor Juan Álvarez, presbítero, portugués, por herejía, al cometer el pecado nefando con un muchacho a quien enseñaba ‘a leer gramática’» fechado el 3 de junio de 1524. Lamentablemente al no tener acceso al documento no es posible contar con más detalles lo sucedido aunque ya el título es lo suficientemente esclarecedor. Esta y otras investigaciones de archivo centradas en la implantación y funcionamiento de la Inquisición en Canarias demuestran la existencia de la “sodomía” como una realidad de las islas documentada a partir del siglo XVI. Una realidad que, tal y como sucedió en otros territorios colonizados, se reprimió y castigó severamente por atentar contra las leyes y la moral instauradas.
La pregunta que me ha motivado a exponer todo esto, y que en un principio parece una ocurrencia descabellada y absurda, vincula la diversidad sexual con la sociedad aborigen canaria. Es probable que este planteamiento moleste a quienes creen que la antigua cosmovisión de los pueblos originarios de las Islas únicamente reconocía a “hombres” y “mujeres” como dos categorías binarias absolutas que además mantenían exclusivamente prácticas heterosexuales. Esta concepción, heredera de las suposiciones que los cronistas plasmaron en sus relatos de la conquista, no puede estar a día de hoy más cuestionada. “Esa memoria colonial da cuenta de cinco siglos de resistencia frente a la imposición de la heteronormatividad por parte del hombre blanco europeo, que afectó a los cuerpos racializados de nuestros territorios colonizados”, afirman nuevamente “Migrantes transgresorxs” en la difusión de sus jornadas. ¿Qué nos hace pensar que, tal y como sucedía en los territorios de Abya Yala, en Canarias no existía diversidad y disidencia que posteriormente se reprimió y censuró?
Seguramente no está en mis manos responder esta cuestión -si es que acaso es posible hacerlo- puesto que al no provenir de campos de conocimiento como la Historia, la Antropología o la Arqueología, carezco de las herramientas y recursos suficientes para plantear una posible solución. No obstante, lo que quiero proponer con esta pregunta tan incómoda más que una respuesta es un debate que, en mi opinión, sería conveniente tener presente a la hora de reflexionar sobre el pasado aborigen de las Islas Canarias con el fin de no (re)producir los imaginarios sesgados, reducidos y normativos que se impusieron tras la conquista. Porque tal y como mantiene el título de las jornadas mencionadas anteriormente “No son 50, son 500 años de resistencia”, y en Canarias contamos con realidades, pasadas y presentes, que pueden aportar otra perspectiva, ajustándose como un nuevo engranaje discursivo, a los debates y movimientos que están sucediendo en muchos territorios colonizados. ¿Podremos hacerlo desde la “celebración de la sodomía”?
Referencias bibliográficas:
(1) Navarro Espinach, Germán. “La persecusión de la sodomía en Los Comentarios Reales de Inca Garcilaso de La Vega”. EDADIS – Congreso Internacional Educación Artística y Diversidad Sexual. Valencia. 2014 pág 32
(2) Estévez, Fernando. “Guanches, Magos, Turistas e Inmigrantes: Canarios en la jaula identitaria”. Revista Atlántida, 3; diciembre 2011. pág 157
(3) Deluca, Francisco Pablo. “Diccionario abreviado de antiguas voces canarias. Estudio etnohistórico y lingüístico”. Ediciones Idea, 2017. pág 255
(5) Idem. pág. 1010
(7) Idem. pág. 9