Aunque encima habían muchos arretrancos, allí estaba. No es tan visible como otras, la del Orgullo LGTBI, la de la Unión Europea o la de la Comunidad Autónoma de Canarias, pero es de ellos también. Pese a no ser tan cacareada, marca buena parte de su política. La E de las siglas es la más real de todas, al menos mucho más que la S y la O. Tras los éxitos del 28-A y el 26-M, acudieron al trastero. Quitaron los susodichos arretrancos de encima. La bandera de la Unión Europea que puso López Aguilar, la de la tolerancia del orgullo gay que en su día convirtió en insignia el tristemente desaparecido Pedro Zerolo, una rosa ya marchita, la comunista con la «jose» y el martillo que apartaron de encima como un triste recuerdo radicalizado de Suresnes, una bandera republicana de los tiempos de Juan Negrín que ya nadie usa, la de la UGT, una enseña azul con el logo de la Autoridad Portuaria de Las Palmas que añadió en su momento Luis Ibarra, la del FMI que demuestra lo democrático que es el partido, una vuvuzela con la que animaron a la selección de fútbol en el Mundial de Sudáfrica y debajo, por afinidad y porque se usó como bandera deportiva libre de contenido político en aquella fecha, estaba ella. Roja y gualda, franjas horizontales y el escudo monárquico que abrazó aquella formación presuntamente socialista en la Transición. Una sacudida, se le quitó el polvo y se la amarraron en el cuello. Una vez el miedo a Vox les posibilitó cosechar unos resultados inesperados hace no tanto, ahora sí, ahora podían abrazarla como Abascal y compañía.
Con ella acudieron a las negociaciones de gobierno en Canarias. Edmundo Ventura y Enrique Bethencourt han recordado en sendos artículos que ya no se hacen análisis en clave nacionalismo-sucursalismo sino solamente en clave izquierda-derecha. Sin embargo, si analizamos un poco la estrategia del PSOE en sus negociaciones y orientaciones a nivel municipal, insular y autonómico, nos damos cuenta que los socialistas sí están teniendo en cuenta esa arista. La prueba más palmaria ha sido su intento de desbancar a Nueva Canarias de Telde y Santa Lucía. En Telde, acompañado por los responsables del Caso Faycán, de triste recuerdo en la ciudad y que mantienen grosso modo las estructuras de antaño. En Santa Lucía, con un partido afín al Partido Popular, con otro cercano a Coalición Canaria (porque eran imprescindibles) y una tránsfuga de Podemos. Finalmente, ante el revuelo montado y el peligro de no poder firmar el llamado pacto progresista en el Gobierno de Canarias, el partido reculó y permitió que NC se mantuviera en Telde y que en Santa Lucía se proclamara alcalde un sorpresivo representante de La Fortaleza, Santiago Rodríguez.
El revuelo se ha montado en Gran Canaria, pero si miramos la táctica en otras islas el escenario resulta el mismo, aislar al nacionalismo, en este caso Coalición Canaria. En Santa Cruz de Tenerife se ha hecho con la alcaldía gracias a los votos discutidos de los representantes de Ciudadanos. En La Laguna por fin se optó por el cacareado pacto progresista. En Arrecife auparon al Partido Popular en la alcaldía para gobernar el Cabildo y así echar de ambas instituciones a Coalición Canaria. En Puerto del Rosario un pacto amplio permite a Juan Jiménez ser alcalde, echando nuevamente a CC. En Santa Cruz de La Palma intentaron un pacto con el PP, pero los votos de CC hicieron alcalde a Juan José Cabrera del Partido Popular. Así ha sido la tónica. El PSOE ha intentado aliarse con todo aquel que pudiera desbancar a un partido nacionalista de las instituciones. Podemos debatir sobre la conveniencia o no de echar a Coalición Canaria de sus plazas históricas, incluso de si había que hacerlo con los ayuntamientos históricamente liderados por Nueva Canarias, aunque aquí habría más controversia, pero el PSOE ha elegido estar con la derecha antes que con el nacionalismo, aunque fuera ideológicamente afín, como así se consideraría NC.
Con los Cabildos la táctica parece similar. En Lanzarote su acuerdo con el PP hará presidenta a Dolores Corujo. En Fuerteventura son claves los tres consejeros de NC-AMF si Blas Acosta quiere ser presidente, pero se debería apoyar también en el PP. En La Palma Coalición Canaria parece haber tomado ventaja. Si hablamos de Tenerife serán claves los votos de Ciudadanos, PP y Podemos, pero ahora mismo todo es posible en cuanto a acuerdos de los socialistas. Y en Gran Canaria Luis Ibarra se sigue haciendo el remolón para sellar un pacto de gobierno con el más votado, Antonio Morales, aunque la cosa parece estar ya bastante clara. Está pidiendo Hacienda, pero hasta el último momento no es descartable que mire a PP, CC-UxGC y Ciudadanos, incluso Podemos. En algunos casos se ha tenido que apoyar, o lo tendrá que hacer, con una organización de obediencia canaria, pero en todos los casos siempre se trataba de tocar poder y derribar al nacionalismo hegemónico en cada una de las instituciones.
Ni siquiera se puede culpar a Ángel Víctor Torres de ese viraje. El aruquense es líder en un Reino de Taifas que se gobierna solo. Bastante tiene con intentar convencer a Curbelo de que su espacio siempre fue el mal llamado, cacareado y prostituido espacio progresista. La táctica es común y el elector con conciencia nacionalista, incluso el que le votó al PSOE pensando que aquel era el voto útil, seguro que está tomando nota. El crecimiento del Partido Socialista en Canarias es estéril. También sucedió cuando la ola ZP y luego el descrédito llegó a todo lo que tenía que ver con el partido de la rosa, ante su incapacidad de gestionar una crisis que negó hasta la saciedad. Su electorado en Canarias es voluble y me atrevería a afirmar que, en su gran mayoría, poco fiel. De sus caladeros comen NC, Podemos y en algunos casos hasta Ciudadanos y el Partido Popular. En las filas nacionalistas deben tener claro que ellos toman la bandera aunque tengan que buscar y buscar en el trastero. Y que, a la hora de la verdad, son tan nacionalistas como la propia derecha azul y naranja.