Publicado originalmente el 24 de julio de 2017
No, no lo soy. No se trata de que la idea de una hipotética independencia de Canarias no pueda ser una opción plausible o yo sea españolísimo. Se debe a que no consigo identificarme con el independentismo canario o quizás, como dice un amigo, con su casposa caricatura. Hablo de esas entelequias que continúan siendo la referencia del independentismo canario y que a mi juicio no van más allá de las consignas, agitar la bandera canaria y en el peor de los casos insultar a todos aquellos que no piensen como ellos. Además, para ser justos tampoco me puedo considerar nacionalista canario ya que me resulta imposible verme reflejado en los que se dicen representantes políticos del mismo. Partidos-inmobiliarias institucionales que tras décadas en el poder no han hecho casi nada por promover la toma de conciencia canarista y nacionalista.
Sé por experiencia personal que en esos mundos encontramos gente muy seria y respetable, pero desgraciadamente, no son estos los que marcan las pautas o son referentes, repito, desafortunadamente. No sé que nos pasa en este país insular que los que destacan son los mayores personajes -en el peor de los sentidos-. No sé que pasa que las personas más válidas pasan tan inadvertidas y son tan escasamente valoradas -cuando no dañinamente criticadas-.
Y me pregunto yo ¿no podría haber en Canarias una sensibilidad política que defienda los intereses de la nacionalidad canaria? ¿no podría haber en Canarias un independentismo real, serio y riguroso? ¿Por qué se acepta que estas inmobiliarias institucionales llamadas nacionalistas hayan secuestrado las ideas de Secundino Delgado? ¿por qué los autoproclamados independentistas se empeñan en relacionar casposidad, odio y la maldad -Ignatius dixit- como referentes del homo independentistus? ¿Por qué los autoproclamados anticolonialistas se afanan en compararse continuamente con realidades exóticas de otras latitudes que poco tienen que ver con Canarias? ¿por qué si son tan canarios no estudian y analizan la realidad canaria para asumirla y actuar en consecuencia? ¿por qué ese empeño en vivir en una disparatada realidad paralela que sólo existe en sus azoteas?
Tras años de reflexión sobre estas cuestiones todo parece indicar que sólo hay una conclusión posible: el postureo. No existe una voluntad real de construir un estado canario, al menos entre aquellos que se dan golpes de pecho como los padres y liberadores de la patria y que son los primeros en lanzarse a insultar y erigirse como líderes. No les ves el mismo afán a la hora de construir, pero bien que emplean energías en destruir y sembrar la discordia.
Siempre ha habido en Canarias hombres y mujeres con voluntad real de defender y luchar por Canarias y no siempre declarándose nacionalistas o independentistas. Mujeres y hombres canarios que han sentido su archipiélago y su pueblo como su patria pero que se han visto solos haciendo la batalla por su cuenta, algo comprensible cuando es constatable la inmadurez política reinante en Canarias. No son tan pocos los canarios con sensibilidad canarista y social, conscientes de nuestra nacionalidad y de buena voluntad. Pero nunca ha sido tan necesario como en nuestros días donde, a medio y largo plazo nuestro pueblo va camino de la asimilación absoluta y la destrucción de nuestro territorio, cuando se hace más necesario la implicación de todos. La necesidad de sentar las bases de un país canario desde el respeto a la diferencia, el apoyo mutuo, la construcción nacional, la formación y movilización social, etc… se nos presenta como indispensable si queremos futuro. Urge una corriente de pensamiento y acción autocentrada en Canarias y de la que uno se pueda sentir algún día orgulloso de no ser dependentista.