Publicado originalmente el 6 de febrero de 2016
Si hemos de creer a la mayoría de analistas, el cambio de ciclo político es inevitable. Tal vez no es del todo posible aventurar cuánto durará este proceso y, desde luego, más difícil es aún atisbar el horizonte de llegada, sin embargo, el viaje ya habría comenzado. Mucho se habla de un posible Estado federal pero no es descabellado sospechar que esa posibilidad se ha acabado por convertir en una expresión huera, que poca gente sabe o quiere concretar. ¿Acaso alguien se cree que partidos políticos como PSOE, Podemos, no digamos el PP y Ciudadanos estén pensando en un nuevo proceso constituyente que incluya la redacción de diecisiete constituciones federales? ¿Diecisiete estados federales con sus propias instituciones y un mínimo poder central en asuntos internacionales, fronteras, defensa y poco más? Dejemos a un lado asimetrías, interesadas etiquetas de “históricos”, etc. ¿De verdad se está pensando en transformar el Reino de España en un Estado federal o se usa el latiguillo como bálsamo anti nacionalismos? No pensamos que los partidos convencionales estén en esa longitud de onda. De los partidos emergentes tampoco pensamos nada muy diferente. No nos creemos el federalismo de Podemos y además constatamos lo obvio: no tienen peso político suficiente para impulsar un cambio en ese sentido. Nada en las declaraciones ni actividad de su sucursal en las islas nos hace pensar diferente.
Varios son los riesgos que acechan a la sociedad canaria. En primer lugar, la posibilidad de que en un escenario de cambio -que no pensamos que vaya a ser federal- Canarias sea nuevamente tratada como si fuera una comunidad autónoma más, un territorio europeo continental sin mayores especificidades que las que pudieran enarbolar desde Cantabria o Murcia. Ya nos sucedió. También nos ocurrió, y he aquí el segundo riesgo, que la sociedad canaria, extravertida como la han querido, ande más pendiente de otros asuntos: la conveniente pugna interinsular o las políticas sociales de Ada Colau, por poner dos ejemplos. Nos suele suceder. Por último, cabe imaginar -lo vemos a diario- unos partidos políticos canarios, nacionalistas y no, con una débil reflexión acerca de las posibilidades para nuestro país, entretenidos en el anclaje del moribundo REF en la Constitución moribunda o la que haya de nacer, repitiendo acríticamente el mantra de la ultraperificidad y la lejanía. Sin proyecto de país. No puede volver a sucedernos.
El escenario actual -de nulo peso político en la metrópoli y ausencia total de propuestas propias, autocentradas- es un mal escenario. Si la sociedad canaria no es capaz de superarlo, puede volver a encontrarse o con un estatus otorgado -como en la España de las autonomías- o viendo salir el barco del autogobierno real desde el muelle. O, peor, sentados frente a la tele, mientras nos hablan de los peligros del proceso en Cataluña.