Guy Debord escribió en 1967 un libro filosófico llamado La sociedad del espectáculo. En él, el filósofo francés plantea una realidad que sería palpable décadas después: las sociedades actuales viven en una realidad paralela entre su vida real y la imagen que quieren dar de la misma. De esta forma, las redes sociales han acentuado esta teoría, probablemente difícil de ver cuando vio la luz el tomo. “Toda la vida en las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación”, escribe Debord. La psicóloga Cristina Roda escribe en una reseña sobre la obra que “la sociedad del espectáculo es el mal de nuestro tiempo, pervirtiendo la espontaneidad de nuestras relaciones humanas y adulterando todo el conocimiento del mundo, el estudio de las ciencias y la expresión de las artes”. “La sociedad capitalista nos impone una mentalidad casi de mercancía, en la que nos hemos dividido en dos: nuestra vida ‘espectáculo’ y nuestra vida real”, concluye.
A este dilema añadimos un aspecto más: la sociedad espectáculo con la vida de los demás. Una moda viral invasiva que observa noticiable, reseñable, grabable y sobre todo difundible, las desgracias que le suceden a sus semejantes. Un rasgo morboso de la nueva sociedad del espectáculo que olvidó la solidaridad, la intimidad y el pudor para imponer sus bajas pasiones y las de los espectadores que acuden ávidos a los vídeos virales que exponen desgracias. En casi todas esas captaciones virales se omite el socorro y se prioriza la captación con los teléfonos móviles. Luego se viralizan por medios telemáticos sociales o con la connivencia de los medios de comunicación, lo cual es todavía más grave.
Este artículo no es viral. Lo dice el título y la imagen que lo acompaña. Si tras la introducción teórica y el siguiente párrafo cortarrollos sigues leyendo, será con suerte. Pero sigo. Hace unos meses un hombre se ahorcó en el nuevo viaducto de San José de Las Longueras (Telde). Teldeactualidad añade una nota a la noticia en la que informan de la eliminación de algunas fotos que pudieran herir la sensibilidad de los familiares de la víctima, así como explican que no han publicado fotos explícitas del hecho que remitieron vecinos del lugar. Hace algo más de un año el mismo medio informaba de un accidente ocurrido en el interior del Aeropuerto de Gran Canaria, con varias imágenes del suceso tomadas por un trabajador. En el recinto aeroportuario no está permitida la toma de imágenes, por lo que estamos ante el incumplimiento de una norma de seguridad. La persona que hizo las fotos no temió las consecuencias y el medio no dudó en publicarlas.
Viral también se hizo la pelea entre un chófer de guagua y un conductor en el sur de Gran Canaria. “¿Viste el vídeo del chófer pegando a un conductor en el sur? Chacho, si son ostias le da”, “¿a ver, a ver?”. Todo el mundo accede a ver un vídeo viral de este tipo, sin plantearse que no se media en ningún momento. Tras verlo, reír y pasarlo bien, se suele afirmar “¡vaya vergüenza!”, pero ya has saciado tus bajos instintos morbosos. La expresión de vergüenza fue la más repetida cuando dos padres se liaron a golpes en un partido de fútbol juvenil en Telde. Eso sí, el vídeo fue ampliamente difundido y sigue en Youtube, para vergüenza de los protagonistas y del deporte.
Siguiendo con peleas, algunos medios consideran que es importante a nivel informativo poner un vídeo, en dos planos diferentes, de una pelea entre jóvenes en una zona de discotecas del sur grancanario. En la grabación se ve cómo las personas que filman aplauden, se ríen y se divierten a costa del espectáculo violento. Pero si es grave tomarse a broma una pelea, grabarla, divertirse a costa de ella y luego difundirla para que miles de consumidores la disfruten, más grave es omitir el socorro en accidentes fortuitos. Ocurrió, por ejemplo, en un incendio acaecido en Marzagán. Una mujer graba mientras el hombre se quema. “Sheila, tía… vamos, vamos”, dice preocupada. Sin embargo, en ningún momento acude a ayudar a la víctima, de alguna forma. La persona que se estaba quemando murió finalmente, pero la noticia salió en menor formato que el vídeo. No te vas a enterar por este artículo porque no es viral.
La nueva sociedad del espectáculo no respeta ni a los animales. Un vecino de La Herradura, en Telde, grabó la escena en la que dos perros matan a otro en una azotea. Antes que llamar a la casa para intentar evitar el cruel final, va primero grabar el suceso y mandarlo a los medios. Si no se respeta la intimidad de los humanos, menos se va a respetar y acudir en rescate de los animales, por mucho que las encuestas indiquen que el PACMA pueda entrar en el Congreso, no por Canarias en cualquier caso. Las anteriores son reflexiones vacías y marginales que no son virales. Por mi parte no me pienso callar en denunciar que me repugna vivir en una sociedad que prioriza el morbo al socorro, el espectáculo a la denuncia, lo viral a lo reflexivo. No sé si Canarias es más o menos morbosa que el resto del mundo, pero ejemplos hay de que ciudadanos con su móvil y medios en busca de repercusión, se prestan al juego. No lo tengas en cuenta, este artículo no aparecerá en tu teléfono para saciar tus instintos. Si te lo mandan, deséchalo con cuidado mientras grabas el siguiente espectáculo.