El pasado domingo se celebraron elecciones presidenciales en Ucrania. El presidente en funciones, Petró Poroshenko, no partía como favorito: la guerra en el Donbás continúa, la situacíón económica sigue siendo mala para el ciudadano de a pie y la percepción de que la corrupción ha seguido campando a sus anchas durante su mandato es ampliamente compartida.
Entre los 39 candidatos a dirigir el país estaba también Yulia Timoshenko, exprimera ministra que ha llegado a estar en la cárcel (como consecuencia de lo que se llegó a calificar de persecución política del expresidente Yanukóvich) y que ahora estaba entre los tres favoritos a pasar a la segunda vuelta: en el sistema electoral ucraniano, si ningún candidato obtiene más del 50% de sufragios en la primera vuelta, los dos candidatos con mayor número de votos se enfrentan en la segunda y definitiva.
El favorito según las encuestas era Vladímir Zelensky, un cómico convertido en político, que ahora mismo es «presidente» en una popular serie de televisión ucraniana. Sin ninguna experiencia política y con fuentes de financiación aún por descubrir, representa para una parte del electorado, cansada de promesas incumplidas y de corrupción generalizada, la esperanza de otra manera de hacer política.
Tras la primera vuelta de las elecciones, Zelensky ha obtenido algo más del 30% de los votos, a gran distancia de Poroshenko, quien, habiendo perdido casi el 70% de los apoyos de 2015, se quedó por debajo del 16%.
El hasta ahora presidente puede darse, sin embargo, con un canto en los dientes, puesto que diferentes encuestas pronosticaban que sería superado por Yulia Timoshenko y no alcanzaría siquiera los votos necesarios para presentarse a la segunda vuelta.
Las piruetas populistas de Poroshenko para recuperar parte de su electorado han ido desde declarar el estado de excepción tras un incidente militar con Rusia en las inmediaciones del Estrecho de Kerch hasta la obtención del Tomos (documento que certifica el carácter autocéfalo de la iglesia ortodoxa ucraniana, que ya no dependería de la rusa) de manos del Patriarca de Constantinopla. Estas maniobras parecen haberle dado resultado, al menos por ahora.
La política que podría llevar a cabo el candidato Zelensky en caso de resultar elegido es por ahora un misterio: cada vez que se ha manifestado en público sobre su programa electoral lo ha hecho en términos muy generales. De entre las pocas cuestiones que ha explicado con algo más de detalle cabe destacar que querría reunirse con Putin para intentar llegar a un arreglo pacífico del conflicto en el Donbás. Como era de esperar, estas declaraciones han sido muy polémicas, especialmente entre los diplomáticos del grupo de países que ha impuesto sanciones a Rusia (Estados Unidos y Unión Europea, principalmente).
Tras los resultados de la primera vuelta las posibilidades de cada candidato dependerán, en buena medida, de su política de alianzas: además de Timoshenko, Yuri Boyko también superó los dos millones de votos; por su parte Anatoli Hrytsenko, Ihor Smeshko y Oleh Llyashko obtuvieron cada uno más de un millón. En un contexto tan volátil como el ucraniano, la política de alianzas de cada candidato podría ser determinante a la hora de resolver la contienda final del 21 de abril.