Publicado originalmente el 15 de octubre de 2015
Hablamos de un dedo, de un simple índice que cumple varias funciones en la vida. Como en la vida también lo hace en la política. Como en la política también lo hace en la nueva política. Según la RAE el dedo índice es el «dedo de la mano, con tres falanges, situado a continuación del pulgar». Normalmente sirve para indicar o para señalar, como su propio nombre indica. Al principio la nueva política dio a entender que usaba el índice para votar a sus representantes. Sin clientelismos, sin relaciones familiares, sin puestos hechos a medida. Los dedos se levantaron en masa para elegirlos, también para votar en asambleas improvisadas en plazas públicas. Y qué difícil es la democracia, aceptar que otros levantaron la mano para votar algo que no votaste tú. Pero es la democracia. Cuando la democracia juega a ser buena de verdad, de calidad, el voto es secreto e individual, pero convendrán conmigo que alzar la mano es el comienzo de la democracia.
Luego los dedos sirvieron para otra cosa. El dedo que quiso colocar a una novia en un puesto hecho a medida, con independencia de que estuviera capacitada o no para el puesto. El dedo que mece la cuna y acusa a los que denuncian su autoridad y al final las víctimas son ellos. A veces el dedo señala desde lejos, desde muy lejos, puede ser que señale desde Madrid. Un dedo sin pelos, tampoco en la lengua, pero con la sombra de una coleta, señala a Canarias. Allí la señalada es una jueza. Jueza para la democracia, jueza que da conferencias en centros sociales, que critica la dureza de la Reforma Laboral, la Ley Mordaza o el sistema perverso de los Centros CIE (Centro de Internamiento de Emigrantes). Todo eso muy bien, muy progre, muy nueva política. Pero se saltaron un paso: elegirla democráticamente, más a ella que es jueza para la democracia. Sea en una solemne asamblea o en votación popular a través de Internet. Lo llaman democracia y debe ser que ahora lo democrático también es casta.
Algunos, quien sabe si por decoro o por vergüenza, piden que sea ‘refrendada’ en unas Primarias. Hablamos del que quiso colocar a su novia, recuerden párrafos más arriba. ‘Refrendar’ significa según la RAE en su tercera acepción «corroborar algo afirmándolo». Corroborar es algo que ya ha sido decidido y que solo espera confirmación. La democracia, según nos contaron los griegos, consiste en que el candidato se presenta, hace campaña y luego se vota, levantando un dedo de manera rudimentaria o a través de voto secreto en organizaciones más serias. Pero sabemos que el dedo es muy largo y se respeta aunque uno haya sido uno de los damnificados por el dedo, en este caso para decir que no, que los que mandan y negocian deben ser otros. «Claro que Podemos» hacerlo, el partido es nuestro. Todo lo demás es casta. Si criticas mi centralismo eres casta.
El dedo de la jueza, dicen que para la democracia, también acusa. Ese dedo acusó a cinco sindicalistas por realizar una protesta en Confederación Canaria de Empresarios un 8 de marzo. Protestaban contra la Reforma Laboral y en concreto por la situación de la mujer trabajadora. La jueza por la democracia ofrece charlas donde pone a parir la Reforma Laboral, en las que detesta la Ley Mordaza, pero luego señala a quienes se mueven para cambiar las cosas. Lucy, Asunción, Guacimara, Pino y Aisha conocen su concepto de democracia. Una actitud muy propia de la nueva política, sí señor, criminalizar la protesta social y sindical. Que tenga cuidado la Secretaria General de ese partido en Canarias, que también ella procede de la lucha sindical y es mujer. Por el momento se muestra encantada.
Todo parte de un par de dedos. Los que levantaban la mano para elegir representantes o votar propuestas, los que eligen candidatos a casi 2.000 kilómetros de distancia y el dedo que pena la movilización sindical. Los dedos han sido tradicionalmente de la vieja política. Ahora también son rasgos de la nueva política, la política de la regeneración, los de abajo que van a por los de arriba. De elegir a dedo a acusar con un dedo. Pero un dedo no puede tapar el sol y por mucho que se llame nueva política, los dedos presentan otras evidencias. Ya saben, aunque la mona se vista de lila, puede parecer azul o roja con una rosa en medio…