Mañana es 8 de marzo. Ningún 8 de marzo debe ser un día cualquiera, pero tras el éxito de convocatoria del año pasado, mañana ha de ser otro punto de inflexión en la exigencia de derechos e igualdad de las mujeres. Es su hora. A pesar del citado éxito del año pasado, son muchos los temores y riesgos a los que se enfrentan. La derecha extrema y la presuntamente moderada se está enfrentando directamente a ellas, a su reclamación de derechos, a derechos adquiridos. El derecho al aborto, el feminismo entendido por los sectores machistas, interesadamente, como hembrismo, lo que citan como «ideología de género», los derechos laborales eliminados de la agenda política, la minusvaloración de la violencia machista, reconvertida en violencia de género nuevamente (lo siguiente será aquello de «crímenes pasionales») y la misoginia generalizada en buena parte de la actividad política de este sector. A Vox, que marca agenda, se han unido, con mayor o menor intensidad, PP y Ciudadanos. En el estado español el cordón contra la ultraderecha es connivencia y hasta confraternidad. La foto de Colón con los tres machos contra «el golpista» Pedro Sánchez y la figura del relator, fue una gran metáfora de que las mujeres y sus problemas no están en la agenda de los que renuevan la política viejísima.
Para estos sectores, que pretenden eliminar el problema de la mujer de la agenda y reducirlo a una cuestión de «género», es necesario aclarar una definición de la cuestión del género extraída del libro Mujeres canarias: cambio social de Isabel Suárez Manrique de Lara: «el término género induce a confusión cuando se utiliza académicamente sin reflexión teórica, ya que aparece en muchos sitios sin significar absolutamente nada: (…) en casos concretos sustituye a mujer, o mujeres, o a feminismo, como si las mujeres fueran el género por antonomasia y no hubiera un género masculino» (Pág. 21 y 22). Esa guerra terminológica se está dando. Diversos sectores huyen de la expresión feminismo por considerar que supone una opresión, algo interesadamente falso, y aunque debiera ser obvio después de tanto caminar, la regresión política nos está obligando a re-explicar términos y conceptos básicos.
Es innegable, además la historia de la opresión hacia la mujer en Canarias que, sin embargo, es preciso explicar. Me he parado en algunas coyunturas históricas con el fin de tratarlas. En la época indígena, el papel de la mujer se circunscribe al de sacerdotisas o cualquier otra figura vinculada a ceremonias rituales o religiosas, es el caso de las harimaguadas en Gran Canaria o de la divinidad femenina en El Hierro, Moneyba, al de mediadoras sociales de conflictos, como el ejemplo de Tibiabín y Tamonante en Fuerteventura o Gazmira en La Palma o, aunque se conozca poco, de guerreras como la palmera Guayafanta, las mujeres palmeras eran conocidas como valientes y aguerridas según los cronistas. Por otra parte algunas son representantes del linaje noble matrilineal o por uniones con castellanos, como los casos de Thenesoya, Armidnda, Dácil o Iballa, en distintas islas. En cualquier caso, hablamos de mujeres de una cúspide social en una sociedad desigual, donde el hombre tiene los mayores privilegios.
En un segundo momento habría que explicar la hechicería y la brujería. La hechicería es, según Francisco Fajardo en su obra Hechicería y Brujería en Canarias en la Edad Moderna, el delito más frecuente entre los que juzga la Inquisición en Canarias. En ese sentido, las mujeres constituyen el 90% del total de las personas procesadas. «La razón de que la hechicería se persiguiera era el miedo que provocaba en la población, fundamentalmente la masculina, por el poder y control que podían ejercer las mujeres con estos conocimientos, en los que creían» (Mujeres canarias y cambio social (2003): Isabel Suárez Manrique de Lara, páginas 54 y 55). Hay algunos episodios de histeria colectiva en relación a esta cuestión, entre los que destaco dos acaecidos en Telde. En primer lugar el tumulto de 1749, en el que unas trescientas personas enmascaradas expulsan de la ciudad a más de una decena de mujeres tenidas por brujas. El segundo, el proceso a dos mujeres tenidas por brujas en el año 1930 por asesinato, hecho que relata en Las espiritistas de Telde el autor Luis León Barreto.
En un tercer momento destaco el acceso al trabajo de la mujer en Canarias, en peores condiciones que las paupérrimas sufridas por los hombres, y la doble jornada laboral. Durante el franquismo, aunque se fomentaba que las mujeres se dedicaran a las labores del hogar y la familia como modelo ideal, las féminas se incorporan al trabajo fuera de casa. Ese empleo era visto como una «ayuda familiar», ligados principalmente al sector del tomate y el plátano (veáse las obras Una historia de silencio. Mujer, familia y plataneras de Nuria Roldán y Mujeres empaquetadoras de tomates de Domingo Viera). El trabajo comenzaba desde los 10 años, dejando de estudiar y con sueldos de miseria. Todo esto se combinó, incluso con la llegada de la democracia y, en muchos casos, hasta hoy en día, con las tareas familiares y del hogar. «El hecho de que no se aplique lo de ‘fuera de casa’ al de los hombres es significativo y reflejo de una mentalidad que condiciona el trabajo productivo femenino» (Mujeres canarias y cambio social (2003): Isabel Suárez Manrique de Lara, página 293). En 1975 las mujeres constituían el 18% de la población activa total. En la EPA del cuarto trimestre de 2018, la población activa de mujeres en las islas era del 46,85%, con una tasa de actividad del 56,28% (en 2003 era del 46,9%). Sin embargo, entre las mujeres es mayor el dato que los hombres de personas que no han trabajado antes e inactivas, lo cual indica algunas reminiscencias de la sociedad anterior.
A estos datos habrían que añadir dos elementos: la brecha salarial y las deficitarias condiciones laborales de la mujer en diversos sectores. Según un estudio de UGT del pasado año, la brecha salarial en Canarias, entre contratación indefinida y eventual, es de en torno al 15%. Por otro lado están los sectores feminizados con peores condiciones laborales. Uno de ellos, que ha trascendido públicamente, es el de las Kellys. Algunos empresarios como José María Mañaricúa, presidente de la Federación de Empresarios de la Hostelería y Turismo de Las Palmas, sugirió a Rajoy que se preocupara de las limpiadoras del Congreso, según él en peores condiciones que las Kellys. Pero el problema de las Kellys tiene dos vertientes diferenciadas: los incumplimientos de los convenios y las condiciones laborales. Marcia Díaz Farías, portavoz de las Kellys en Gran Canaria relata en una entrevista de Juan García Luján para el número 0 de la Revista El Bucio que los empresarios siguen incumpliendo la ley, porque «lo que ganan con los que nos roban es superior a las multas». A su vez, explica que le han operado cinco veces de las manos, además de otros problemas físicos. Por si fuera poco sufren de depresión y ansiedad por las condiciones laborales leoninas y las presiones a la movilización, lo que provoca miedo a organizarse.
El retrato de la evolución de la mujer en Canarias es somero, pero suma argumentos pasados, presentes y futuros para que este 8 de marzo vuelva a ser histórico. Si las mujeres paran se para el mundo, porque en muchos aspectos de la sociedad pasada y presente la mujer es esencial, y así debemos reconocerlo los hombres. Los machos de la política y los poderes económicos no lo ven así y se añurgan fingidamente ante el enésimo asesinato machista, la enésima injusticia laboral, el enésimo hostigamiento social… Pero esto es como los que recortan en Sanidad y luego se ponen el lazo rosa, no sirve para nada. Como a las mujeres nunca les han regalado nada, ellas lo toman y se vuelven a poner de frente al patriarcado este 8 de marzo. Lo mejor de todo es que las mujeres cada vez tienen menos miedo y mucho menos obedecen órdenes.