Publicado originalmente el 21 de octubre de 2014
¿Saben una de esas rupturas de pareja, en la que uno se siente despechado y el otro está rehaciendo su vida con normalidad?
Hay un patrón que se repite a menudo: el despechado se siente solo y abandonado, y trata por todos los medios de llamar la atención de su ex, muchas veces por medio de palabras malsonantes, evidenciando que no ha superado la separación, y arguye historias para herir o molestar la vida del otro, mientras que este se mantiene ajeno, con su nueva pareja, arropado por su familia, y a vivir que son dos días.
Algo así está pasando en Coalición Canaria, y no es difícil sospechar quién es quién. El papel de dolido y despechado pertenece al sector de Paulino Rivero, y el que rehace su vida con normalidad, y yo creo incluso que ya está pensando en tener chinijos, es ATI.
Cuando Paulino abandonó el Congreso de los Diputados para optar a presidir las Islas Canarias en 2007, no fue mandatado para hablar de soberanía compartida, ni para pedir la gestión de los aeropuertos, ni mucho menos para hablar de trato colonial. Y así lo hizo, pactó con la derecha en su primera legislatura, y mantuvo una firme línea de no plantear siquiera por asomo algún atisbo de duda sobre la situación socio-política de Islas Canarias, o el status quo que mantiene en su relación con el Estado. Ni en el mayor de los agravios se alzó la voz, y más de uno recuerda una señora de cuyo nombre no quiero acordarme con mantilla de 1.200 euros y una bandera española en una Acto de la Armada en 2010.
Ni en el tema de las prospecciones fue capaz de evitar la inercia de escribirle a Rajoy y al Rey alertándole de que en las Islas Canarias, la gente se podía volver nacionalista canaria de verdad, y no lo que ellos son ( multinacionalistas).
Es paradigmático el hecho de que llevemos ya 21 años con un Gobierno de un partido autodenominado nacionalista canario en nuestra tierra, toda una generación de canarias y canarios que deberían estar a priori educados en la pedagogía de sentirse parte de este lugar, y conocedores de su identidad. Sin embargo, los nuevos miembros de esta sociedad, los jóvenes, están en todo caso en plena pérdida del arraigo que se les debía presuponer. Es una verdad absoluta que Coalición Canaria ni ha querido, ni quiere conseguir una ciudadanía emancipada en el sentido más integral de lo que es ser canario. Y cuando lo intentan, no les sale real, nadie les cree.
Paulino Rivero habla a siete meses de unas elecciones a las que no concurrirá, de soberanía compartida, de trato colonial, pero el subconsciente le traiciona, porque lo hace desde el atril que reúne a lo más selecto de las autoridades españolas en la celebración del Día de la Hispanidad. Es el auténtico comportamiento del despechado, que busca dañar al otro, morir matando con un discurso que se sabe, incordia mucho en Coalición.
Por otro lado, el proyecto de ATI sale reforzado de todo este frangollo, y es que ha movilizado a todos sus secretarios insulares sin excepción, a remarcar la profunda soledad de Paulino, y lo que antes fueron amores de familias políticas ( en el doble sentido del término), ahora son desprecios.
Fernando Clavijo, que dice estar solo al servicio de los comités insulares, únicamente se ha pronunciado para filtrar sus dudas sobre la reforma fiscal, y criticar el reciente debate de la soberanía compartida y la pregunta sobre la consulta. Todo una declaración de intenciones del candidato de la unidad y el consenso, que ya ha hecho cortar más cabezas que ningún otro antes, y que tiene claro en qué posicionarse y no son precisamente sobre las listas de espera en sanidad, la ineficiente ley de dependencia, los continuos desprecios del Estado o los déficits educativos.
Sinceramente, a mí las lágrimas que se derramen al calor de la ruptura en Coalición no me importan, pero de lo que no cabe duda es que se trata de un buen ejemplo de lo que supone crear un discurso autónomo en Coalición Canaria ( aunque sea fruto del desamor), en el que se enarbole tímidamente la bandera del soberanismo.
Queda una Canarias por construir, y también un concepto de canariedad huérfano, anclado en nociones prepolíticas y folclóricas, cuando no autolesivas. Ninguna de las facciones que hoy se tiran de los pelos en Coalición Canaria tienen legitimidad, por legado y presente, para ser parte activa en este proceso; en todo caso, debemos identificar y denostar aquellos que utilizan nuestro futuro como pueblo como arma arrojadiza, y no como el mayor de nuestros valores.