Un descampado escarpado, sin vida, vacío, puede ser un lugar de vida. Incluso en días de intensa calima como el de la foto, incluso para un asmático crónico como yo. Allí acudo con mi amiga Tirma cada día al menos dos veces, llueva, truene, haga calor o calima. Ella corre como una loca, Tirma es una mestiza de podenco. Yo la vigilo y me intento ejercitar a mi ritmo, que no es el de ella. Ella gana vida, yo también. Pero encontrar un espacio libre, solitario, para relajarse, cada vez es más difícil en esta isla masificada, sobrexplotada y policonstruida en la que empresarios turísticos quieren seguir tapiando nuestro futuro a cambio de sus ganancias, sin remordimientos y con la promesa del trabajo precario habitual. ¿Lo podemos permitir?
Si hablamos de Gran Canaria, la población de 2018, según datos del ISTAC, es de 846.717 habitantes. Con un cálculo fácil, la superficie de la isla es de 1.560 km2, por lo que correspondería 0,00184 km2 por habitante, o lo que es lo mismo, 1.840 m2 por habitante. Los datos son terroríficos. Yo ya me siento culpable por vivir en una casa de más de 120 m2 para tres personas y tres animales. Eso sin contar con la población turística. La densidad de población es de 543,45 habitantes por km2. En la tabla mundial Gran Canaria estaría en el puesto 22. España está en el puesto 118 y tiene 93 habitantes por km2. Si les interesa el dato, encabeza la lista Macao (China) con 22.167 habitantes por km2 en una superficie de 30 km2. ¡Qué agobios!
El territorio en Canarias merece una reflexión. Con estos números de residentes, no hay coto a la entrada de turistas y ni siquiera se cobra una ecotasa por ocupar suelo, recursos y espacio. Los últimos datos de población en Canarias sitúan la población del Archipiélago en 2,1 millones de personas, casi medio millón de personas más que en 1998. Donde más crece la población es en Lanzarote y Fuerteventura. En Lanzarote se pasa de 84.849 habitantes a 149.183, casi el doble. Fuerteventura tenía 49.020 y ahora 113.275 habitantes, mucho más del doble. El crecimiento de las dos islas más orientales no parece haber tocado techo, todavía con margen en cuanto a densidad de población, pero con una importante merma de la población local en relación con los foráneos. No planteo una regulación de ningún tipo, pero sí que entre todos reflexionemos si debemos favorecer a las poblaciones locales en dos islas con graves problemas de acceso a la vivienda.
En el caso de las capitalinas, Gran Canaria cuenta ahora mismo con 846.717 por los 715.994 de 1998. Tenerife crece mucho más, 904.713 personas frente a los 677.485 que tenía hace veinte años. Hasta las llamadas islas verdes, en la que plantean medidas para que aumenten poblacional y turísticamente en los próximos años, crecen en población. La Palma cuenta con 81.863 habitantes frente a los de 78.198 de 1998, La Gomera con 21.136 sobre los 16.790 de 1998 y El Hierro tenía 7.679 habitantes en 1998 y ahora tiene 10.798 en 2018. Canarias, en general y de manera unánime crece en población. Eso no debe ser malo, la reflexión colectiva no ha de ser en contra de nadie, pero no se pueden aplicar políticas continentales a territorios insulares, más limitados y frágiles. Ahora se empieza a pensar en regular el acceso a la isla de Lobos, pero en esa regulación debieran entrar otros espacios que requieren protección como el Roque Nublo, absolutamente sobrexplotado. Luego aplicar limitaciones en todo el territorio y, por ende, favorecer a las poblaciones locales y asentadas frente a los aventureros, sin menoscabo de nacionalidades de ningún tipo, no va por ahí este debate que siempre se tergiversa.
Pero siempre habrá quien te cuenta que le gusta la gente, las aglomeraciones, que «debemos hacer hueco en nuestra casa pequeñita». Lo que no gusta tanto son las caravanas. Todo el mundo quiere coger el coche y llegar a su destino en el tiempo estimado. Eso no es posible en la Canarias de hoy, al menos en Gran Canaria y Tenerife. Problemas en la autovía del norte de Gran Canaria, la GC-1 colapsada a poco que un camión pinche una goma y sea tarde, mañana o noche. Conocidas también las caravanas de la TF-5, que personalmente casi me hacen perder un vuelo nocturno, cuando se supone que no hay colas. La solución, como indican algunos, no es coger el transporte público, porque la guagua va parada al lado de los coches. Se trata de implementar medidas efectivas, priorizar el transporte colectivo y de alta ocupación, y penalizar al vehículo privado.
Para eso hace falta voluntad política en el país del coche. Sin entrar en el debate de la metroguagua, tranvía o lo que sea, un modelo puede ser Guaguas Municipales en Las Palmas y el tranvía Santa Cruz-La Laguna, no exentos de problemas. Sin embargo, en Canarias hay 821 vehículos por cada 1.000 habitantes, cada casa tiene tres o cuatro vehículos y sobre todo afecta a las ciudades dormitorio, al tránsito de las autovías, autopistas y circunvalaciones, donde están la mayoría de servicios y la mayoría de la población. Algunos apuntan en Gran Canaria la solución del tren sin contarnos el despliegue de territorio que eso supondría. Dicen que Canarias paga la Red Ferroviaria del Estado y no se aprovecha de ella. Pero dentro de las mágicas medidas que se arañan al Gobierno estatal debería estar, a mi juicio, convencerlos de que ese dinero se use para el transporte interior, con guaguas sostenibles, rápidas y a buen precio. Si hay un buen servicio, la gente se pensará dejar el coche en casa. No siempre la culpa es del usuario, también de la falta de voluntad más allá de las tarjetas insulares de transporte. Y digo yo, ¿por qué no también una tarjeta insular de usos de transporte? Igual no la vas a usar todos los días, pero tienes esos usos para cuando te haga falta.
En definitiva, sobran problemas y me temo que algunas administraciones le faltan soluciones. No se pueden desligar los problemas de movilidad con la presión sobre el territorio. No se puede separar calidad de vida con tiempo de vida, ese que estamos perdiendo en caravanas. Sigo reclamando el modelo de islas con transporte público de calidad y a buen precio, ciudades para el peatón, donde camines para llegar a tu destino, no todo el mundo puede aparcar delante de su oficina o del supermercado. Los Centros Comerciales que abundan en las islas han creado una falsa percepción de que el coche nos llevará a la puerta de la tienda. Pero tampoco está exento de colapso, vayan a Las Arenas en Gran Canaria, posiblemente porque muchos aparcan allí para ir a Las Canteras. Si el territorio es finito nuestra movilidad también, máxime si de cada diez personas hay más de ocho coches, algo terrorífico. Estamos perdiendo tiempo de vida mientras dejamos pasar el debate profundo sobre el territorio y la movilidad.