Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2014
“Este barco se hunde”, era el lema de las camisetas de algunos trabajadores de loza tradicional. Cuentan que algún representante político preguntó por el mensaje de las camisetas. La locera en cuestión le respondió que se hundía el barco de la artesanía tradicional, por la falta de apoyo y la necesidad de legalizar la situación como autónomo. Al representante político solo se le ocurrió preguntarle que cómo era posible que estuviera allí vendiendo si no estaba legalizada su situación. La Feria de Artesanía la situaron en Santa Catalina para aprovechar el paso de más de 16.000 cruceristas, pero por los comentarios de varios artesanos, los productos obtenidos de oficios tradicionales no llegan ni a la categoría de suvenires. Los problemas de la artesanía canaria van más allá de cambios de ubicación.
Lo normal es que si se quiere vender algo como souvenir para el turista es que se enseñe, que se promocione. No se puede pedir a un turista que arriba un par de horas, un día o dos días en un puerto canario, que conozca cuáles son los oficios tradicionales de Canarias y cuál es la pieza que debe llevar a su país como muestra de la identidad canaria. Máxime cuando llevamos años vendiendo recuerdos ajenos y estandarizados, como ya contamos en Tamaimos hace unas semanas. Al final el resultado es previsible: un paseo por la Feria, quizás una cierta curiosidad ante la pieza de artesanía y otra vuelta para volver a coger el barco. Alguno comprará una buena pieza de loza, latón, madera o palma porque le llama la atención o está iniciado por sí mismo, otro se cambia de acera y se va al Centro Comercial a comprar productos de las grandes multinacionales y los habrá incluso que fomenten el negocio de los farsantes y compren una baratija que llevarán a su país y dirán “lo traje de las Islas Canarias, allí es típico”. Ese convencimiento igual se le acaba cuando lo vea muy parecido en un comercio chino de su ciudad.
El desprecio al oficio de artesano no se limita a la Feria de Artesanía Canaria que reúne a artesanos de todas las islas, sino que ya es una práctica habitual en muchos sitios. Sin ir más lejos, el pasado mes de noviembre también visité la denominada por el propio Ayuntamiento como Feria de Artesanía de Telde por las fiestas de San Gregorio. Digo que el Ayuntamiento la nombró así para no dar lugar a equívocos y que alguien me acuse de inventarme algo que no es. Aquello no era una Feria, era un simple mercadillo como ya viene convirtiéndose en los últimos años. Los pocos artesanos se mezclaban con vendedores de pulseras y sarcillos y con los puestos de pan, chorizo, queso y aceitunas. Sin mediación, sin transición, todo mezclado en un sinsentido que confundía al visitante. No es de extrañar que alguno se pensara que aquello era un zoco y podía regatear el precio de las piezas de artesanía. Es una pena en lo que se ha convertido para Telde la artesanía canaria, pero viendo a los encargados de decidir en la ciudad de los Faycanes, uno ya no se extraña si se les ocurre vestir de cowboy a los artesanos.
No es solo Telde, la Feria de Artesanía de Canarias, la Feria dedicada al turismo de Maspalomas o las que recorren algunos municipios en fiestas. Es un problema más grave que responde al desinterés de los que tienen que velar porque la identidad de un pueblo, en la parte de oficios tradicionales, no se quede en el olvido de los años, de los artesanos que van muriendo y a cambio de todo eso se convierta en legado para el futuro. Pero ya no es solo el futuro, es el presente de muchas personas que se queman las pestañas brindándonos el trabajo que les enseñaron sus padres, sus tíos, sus abuelos, que a su vez antes habían sido iniciados por otros, y que ahora, sin embargo, están abocados a la mendicidad por los que no apuestan por generar economía en el entorno más cercano. A final de mes se celebrará otra gran feria en San Telmo, es posible que los artesanos vendan más, menos o igual, pero el problema seguirá ahí, latente y esperando una solución. Por identidad, por generar economía local y porque nuestra cultura no se convierta en un simple souvenir.