Publicado originalmente el 14 de diciembre de 2015
Hace algo más de un mes el ministerio del interior condecoraba a víctimas canarias del Frente Polisario y el MPAIAC. Un día «histórico» para un colectivo que ha sufrido «cuarenta años de olvido y ostracismo«, en palabras de Lucía Jiménez, presidenta de la Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo (Acavite). La entonces todavía delegada del Gobierno español en Canarias, María del Carmen Hernández Bento, señaló que el recuerdo de los afectados por el terrorismo «les devuelve, en muchos casos, la dignidad«. El Estado, a través de sus representantes, garantizó al colectivo «memoria, dignidad, justicia y verdad«. Sólo cabe felicitarse por el apoyo del Estado, por fin, a quienes han sido víctimas inocentes de la violencia. Bueno, también cabe preguntar por qué tanta tardanza injustificable, y exigir reparaciones.
El doce de diciembre se cumplieron 38 años del asesinato del estudiante Javier Fernández Quesada en el campus de la Universidad de La Laguna, a manos de agentes de la Guardia Civil, asesinato todavía por esclarecer.
El 22 de septiembre se cumplieron 39 años del asesinato del joven independentista Bartolomé García Lorenzo a manos de la policía, que lo cosió a balazos en su domicilio de Santa Cruz tras confundirlo con otra persona, según la versión oficial. Los policías responsables siguieron en activo y continuaron con su carrera profesional.
El 29 de octubre se cumplieron 40 años del asesinato del obrero de la construcción y militante del PUCC Antonio González Ramos, a manos del comisario de policía Manuel Matute Fernández. El comisario Matute, que mató a golpes a la víctima, prosiguió con su carrera en la policía tras un período de «retiro» en Venezuela.
El 27 de abril se cumplieron 39 años del asesinato del alcalde pedáneo de Guisguey Pablo Espinel de Vera, a manos de dos soldados legionarios de los estacionados en Fuerteventura tras el abandono de la colonia del Sáhara. Se desconoce si los culpables cumplieron o no condena. Por desconocer, se desconoce hasta su nombre.
A diferencia de las víctimas del Frente Polisario y el MPAIAC, no recuerdo ningún homenaje oficial a ninguna de estas otras víctimas de actos terroristas en Canarias. No recuerdo que se las condecorara. No recuerdo que el Estado les haya garantizado «memoria, dignidad, justicia y verdad«.
Resulta llamativa, por decirlo de manera diplomática, la discriminación y desigualdad de trato entre unas víctimas y otras. Asusta la pervivencia de semejante frentismo, ese diferenciar nuestros muertos de los muertos de los otros, el total desprecio a una verdadera voluntad de reconciliación y reparación.
Suena a hueco la «convivencia en paz» de Hernández Bento, cuando todavía hoy no hay ni memoria ni dignidad ni justicia ni verdad para tantas otras víctimas de actos terroristas, tan víctimas y tan inocentes como las recientemente reconocidas y condecoradas. Más que a paz, suena a silencio. El colofón, la acusación de «doble moral» a quienes «ni siquiera han tenido en su agenda» a las víctimas canarias del terrorismo. Por favor, un espejo para esta gente.