En este artículo no expresaré mis preferencias políticas personales, que se sitúan bastante más a la izquierda y son claramente favorables al ejercicio efectivo de la autodeterminación de Canarias. Quien esto escribe no milita en ningún partido y ve la lucha política desde fuera de la arena, como ciudadano comprometido pero sin adscripción a sigla alguna. Sin embargo, creo que ahora importan poco los ejercicios de autoafirmación o las declaraciones de principios. Pretendo más bien poner sobre la mesa una idea que, a buen seguro, resultará controvertida y que, sin embargo, pienso que debe abordarse.
¿Qué es lo más útil para que, como deseamos tantas personas progresistas, el tándem Ciudadanos-Vox coseche los peores resultados posibles en Canarias de cara a las próximas elecciones generales? Insisto en que no hablo de mis preferencias políticas personales en otro tipo de escenarios. Estoy pensando en qué podría bloquear en mayor medida esa alianza de facto filofascista (ultraderechista, neofascista, populista, autoritaria, etc.; el nombre importa poco), que acaba de avanzar notablemente en Andalucía y cuyas posibilidades en Canarias son todavía poco precisas, a falta de encuestas, que no es lo mismo que nulas.
En mi opinión, lo que más y mejor puede detener a dicho tándem es que Coalición Canaria y Nueva Canarias lleguen a algún tipo de alianza instrumental, aspirando a ocupar la mayor parte posible del electorado desde el centro derecha hasta el centro izquierda y desde el regionalismo/insularismo hasta el nacionalismo federal y autodeterminista. En definitiva, que se presenten al electorado como fuerzas capaces de superar sus diferencias y tensiones en aras de un bien mayor, como es la defensa de Canarias sin intermediarios en Madrid, sin renunciar a su identidad organizativa propia en ningún otro espacio ni rehuir, allí donde toque, la competencia virtuosa. Ésta, aplicada al caso que nos ocupa, implica llegar a acuerdos electorales de mínimos, en torno a un programa de defensa y avance para Canarias, permitiendo la discrepancia en el voto allí donde no sea posible el voto conjunto. Se trata de utilizar dicha competencia virtuosa para consolidar un tándem nacionalista canario, moderado e incluyente, con un objetivo claro y útil a la sociedad canaria, frente al tándem nacionalista español, exacerbado y excluyente, de Ciudadanos y Vox, sin propuestas que ofrecer a una sociedad que les es claramente ajena.
Vuelvo a recalcar que estoy pensando en clave canaria y exclusivamente en las próximas elecciones generales, no en las autonómicas, insulares o municipales. Dicho esto, hay que afinar en el análisis y más ante la posibilidad de encontrarnos hasta siete urnas diferentes en el caso de que se dé el llamado “superdomingo”. Sólo los votantes con carnet -y acaso ni ellos- introducirán la misma papeleta en cada urna. Es más frecuente que la gente divida su voto atendiendo a diferentes intereses, posibilidades y objetivos. Así sucede cada vez más en nuestras complejas sociedades. Parto también de la base de que esta batalla se juega en el centro del tablero. Lo verdaderamente definitorio está ahí y los extremos cuentan más bien poco, como suele suceder. La extrema derecha, hasta ahora irrelevante, votará a la hidra de tres cabezas (PP, C´s, Vox) haga lo que haga el resto. La extrema izquierda, también irrelevante electoralmente, votará a formaciones sin posibilidades de entrar en las instituciones o a Podemos o alguna hipotética confluencia, de escasa importancia desde el punto de vista cuantitativo para el tema que nos ocupa. Ambos nichos de votantes son relativamente fieles y se van a mover poco de ahí, por lo que no cabe esperar gran cosa de ellos a la hora de aminorar las opciones del tándem filofascista.
Pero, ¿y la inmensa masa de votantes, tendentes al centro, a la moderación, a lo políticamente correcto, a huir de los extremismos? Hay un peligro cierto de que se sientan atraídos por una oferta nueva, aunque vacía, como la de Ciudadanos, que se vende como de centro, aunque no lo sea en muchos aspectos y esté más a la derecha que el propio Partido Popular o, algo menos, por un Vox, que es claramente de extrema derecha pero, como suele ocurrir, no lo dice abiertamente, al igual que tampoco lo dice la Agrupación Nacional en Francia. Es esta gran franja central la que aporta la práctica totalidad de diputados y senadores y es justo ahí donde se dará la batalla por la representación de Canarias en las Cortes en la próxima legislatura.
El problema estriba precisamente en lo que pueda ocurrir en un contexto de baja participación -habitualmente unos puntos por debajo de la media española en Canarias- con predominio del discurso estatal y fuerzas de ultraderecha de evolución ascendente, si además, le sumamos la división del bloque nacionalista canario. No creo nada descabellado que tanto CC como NC, dado un escenario así, pierdan toda representación en Madrid. Dicho de otra forma, a los tradicionales corderitos de PP y PSOE -tampoco veo en Podemos un discurso mínimamente canarista sino muy obediente a Madrid, su Madrid, camisetas aparte-, que ni crujen ni mugen por Canarias en las Cortes y el Senado, habría que sumar diputados filofascistas representando a las islas: una comunidad que simplemente quieren hacer desaparecer o volver a teledirigir con medianeros, como la colonia olvidada que siempre fuimos y, en buena medida, seguimos siendo en tantos aspectos.
Como muestra, un botón: la diputada de Ciudadanos, Melisa Rodríguez centró su negativa a apoyar nuestro nuevo Estatuto -por flojito que sea- en que en el preámbulo se hacía referencia a una, en su opinión, “inexistente” identidad canaria. Los isleños debemos ser, en su visión de las cosas, una especie de entes inanimados, sin señas de identidad alguna. Un caso digno de estudio para la antropología, sin duda. Ya casi puede uno imaginarse a Sigfrid Soria, uno de los líderes de Vox en Canarias exigiendo la vuelta del tributo de sangre para compensar tanto gasto a España. Sí, me refiero al autor de la siguiente sesuda y armoniosa reflexión: “Quejarte por haberte llevado un palo siendo okupa el 1-O es como quejarte por tener SIDA cuando lo haces a pelo siendo gay”. Ni en Twitter lo quieren, como para andar representando a los canarios. A esta gente es a la que hay que parar y de la forma más inteligente posible.
No es que piense que CC y NC sean unos jabatos en la defensa de Canarias. Creo que, especialmente Coalición Canaria, podría haber hecho mucho más por lograr libertades y conquistas para las islas y no estar tan obsesionados todo el tiempo con la lealtad a esa España tan desleal con nosotros. Son más bien acomodaticios, de no molestar mucho, de quedar bien con todos, pero, desengañémonos, nadie se va a ocupar lo más mínimo de la defensa de una hipotética agenda canaria si no hay diputados nacionalistas en Madrid. ¿Alguien se imagina a Sigfrid Soria peleando por el Plan de Empleo en Canarias, las ayudas a la exportación o que Madrid pague el mantenimiento de las carreteras en las islas como los canarios pagamos en su momento el AVE? Ellos están para cosas de mayor enjundia como el “a por ellos, oé” (léase “a por nosotros”) o sus toros. No habrá agenda canaria. Ni buena ni mala. Ya hemos visto lo que da de sí la democracia española y su Constitución en los últimos cuarenta años. Como mucho, café para todos, donde el canario es, indefectiblemente, el camarero.
O hay presencia de fuerzas de estricta obediencia canaria en la metrópoli, a quien se les pueda pedir cuentas, apretar las tuercas y exigir resultados, o Canarias será, como lo es sin excepción alguna en todos los partidos sucursalistas, un tema menor, esas islas donde sus militares hacen maniobras cada equis meses y poco más; un archipiélago que visitar un par de días como mucho, porque no les queda más remedio y en plena campaña electoral. Sánchez, Casado, Iglesias, Abascal, Rivera (al que «no le cuadraban los resultados de la EBAU en Canarias» por ser demasiado buenos), etc., son esos políticos que vienen a hablarnos de Madrid Central o las ayudas al lino en Extremadura, temas que nos interesan mucho en Canarias; que desvían la mayor parte de fondos de atención a menores inmigrantes a Andalucía, dejando nuevamente a Canarias desatendida; cuyo presidente se niega a recibir a nuestro presidente, aunque sea por mínima educación y respeto protocolario, más allá de las diferencias ideológicas, algo que jamás haría con el presidente de, por ejemplo, Castilla-La Mancha. Y así podríamos seguir hasta el agotamiento.
Sea cual sea la evolución, o involución, del debate sobre la reforma del Estado, hay que evitar a toda costa que sean exclusivamente los partidos sucursalistas, reforzados con el bloque filofascista, quienes hablen en nombre de Canarias. No estaríamos entonces ante la posibilidad de perder el tren de un nuevo avance en el autogobierno sino que el tren nos pasaría directamente por encima, mientras que esto se “resuelve” con un arreglito de las élites castellanas, catalanas y vascas, en el mejor de los casos. Nuevamente, el nacionalismo español saldría victorioso a cambio de ceder algo ante quienes tienen la suficiente fuerza y representatividad para exigirlo. En el peor de los casos, las comunidades hasta ahora autónomas se verían abocadas a un proceso de recentralización, esa fantástica propuesta de organización del Estado que ya están barajando en países subdesarrollados como Canadá, Estados Unidos, Alemania, Suiza, Reino Unido, etc. ¿Qué tendrán pensado para estas islas africanas? ¿Volver al Mando Económico-Militar de García-Escámez?
Urge una estrategia canaria que suponga un dique de contención real frente al bloque de ultraderecha, que lo detenga de verdad y no que se quede en el tan emotivo como poco efectivo “No pasarán” mientras el enemigo pasa y se queda otros cuarenta años. Una improbabilísima unidad de la izquierda (PSOE, NC, Podemos, etc.), en este nivel, no aportaría gran cosa en término de votos a este objetivo, dejando nuevamente todo el campo del centro y centro-derecha prácticamente libre para Ciudadanos y Vox. No es en la izquierda del espectro electoral donde están los posibles votos al bloque filofascista, sino en el centro y centroderecha. Si me permiten el símil, como en una vacuna, hay que usar una dosis suficiente del virus para producir anticuerpos y combatir la enfermedad sin que se nos muera el paciente. Si pensamos en el bien de la sociedad y no sólo en el hipotético bien de la izquierda, convendremos en que algún tipo de acuerdo instrumental entre CC y NC para las elecciones generales sí supondría dar la batalla por un electorado de centro que, a pesar de todo, no ve con malos ojos que haya una presencia canaria fuerte en las Cortes, porque entiende que eso es generalmente positivo para Canarias. Es una idea que se ve con simpatía porque se considera útil y necesaria. Hablamos de un electorado que no conecta con tanta bandera española ni con la agresividad verbal del tándem Rivera-Abascal, que comprende que estos sujetos no tienen ni una sola propuesta para Canarias porque todos sus esfuerzos van dirigidos a reconstruir el nacionalismo español tardofranquista del que son herederos junto con sus primos hermanos del PP.
Así lo dicen las encuestas que acompañan este artículo –Madrid Coalición electoral Unificación- publicados en el Canarias7 en abril de 2018 y llevadas a cabo por la empresa TSA, S.L. La ciudadanía canaria es mayoritariamente favorable a que Canarias tenga representación propia y lo más fuerte posible en Madrid. Los partidos políticos nacionalistas no pueden hacer oídos sordos a ese deseo y mucho menos en esta coyuntura, si no quieren suicidarse precisamente en el rol en el que son más valorados. Si además los negociadores tienen la suficiente altura de miras para incluir en las listas gente independiente, de distintas sensibilidades, que compense desequilibrios entre islas, ofertando complementariedad ideológica en cada isla, diferenciando claramente el ámbito de las elecciones generales del resto de los ámbitos y que esto no sea sólo un acuerdo de las cúpulas de los partidos sino una propuesta que emane de abajo hacia arriba, estarán mandando a la sociedad canaria un mensaje aún más sólido y coherente, necesario para una sociedad que necesita herramientas de representación y autodefensa.
El reto es claro: que se presenten juntos con un programa incluyente, avanzado, de país y de cohesión social y, en aquellos temas donde haya discrepancia los próximos cuatro años, que voten por separado. Que se peleen, si quieren, en Tuineje y en Puntagorda, pero que aparezcan razonablemente unidos en Madrid. Estarían de alguna manera compitiendo en los mismos caladeros de votos y no dándolos por perdido ante las opciones populistas de derechas. Sería también una prueba de madurez frente a personalismos varios. Que no dividan al electorado nacionalista, que existe y merece tener la opción de votar unido a una sola opción, con un programa realista y coherente hasta donde se pueda. Los amantes de la Historia pueden estudiar el ejemplo de la Minoría Vasco-navarra durante la República si quieren, salvando las muchas distancias, ver cómo este tipo de estrategias ya está más que inventado. Los admiradores del Procès también podrán encontrar ahí amplios niveles de unidad estratégica (desde el PdCat hasta la CUP, pasando por ERC) con respeto a las legítimas diferencias ideológicas. Supongo que no pensarán que lo que es bueno para unos, no es bueno ni aplicable para Canarias, hechas las correspondientes adaptaciones al contexto y al momento. También los franceses de izquierdas votaron en 2002 con la nariz tapada a Jacques Chirac para evitar la llegada de Jean Marie Le Pen al poder. Volvieron a hacerlo en 2017 para que Macron frenara a Marine Le Pen. Y funcionó en ambas ocasiones. Y no pasa nada. La sociedad francesa no perdió ni un ápice de combatividad, como estamos viendo estos días. La política es mucho más que votar cada cuatro años, como bien sabemos.
Corresponde a los políticos sentarse a hablar y llegar a acuerdos. No parece muy lógico que NC pueda trabar alianzas de todo tipo con prácticamente todo el arco parlamentario menos con Coalición Canaria, sus compañeros de partido hasta no hace mucho y socios en 2011. Los sectores más progresistas y con vocación de país dentro de Coalición deben hacerse oír frente a los insularistas recalcitrantes. Coalición Canaria debe entender que si quiere representar a este país más allá de nuestras fronteras debe aspirar a reencontrarse con sectores populares y progresistas a los que ha ido perdiendo por su progresiva derechización. Los ciudadanos canarios, llegado el momento, votaremos entre las opciones disponibles, no las imaginarias, pero hace falta que nos sintamos reconocidos y representados de alguna manera, para que no se vote pensando en el Madrid Central o el lino de Extremadura, sino en la realidad y los problemas y desafíos de Canarias. De cualquier modo, el voto no será, como sucede hace tiempo, sino un gesto político-ideológico que sumar a la infinidad de cosas que ya hacemos en el día a día y que, con toda seguridad, nos definen más y mejor también en ese plano. Ahora lo importante no son los carnets de pureza sino cerrar el paso a quienes no hace tanto hicieron precisamente de la pureza su razón para tanto horror. En definitiva, toca lograr que no haya en la próxima legislatura ni un sólo diputado ni senador canario por el bloque filofascista. Por el bien de Canarias y, paradójicamente, también por el de España, sea lo que sea eso.