El Proyecto Bentejuí, con unos siete años de existencia, abría sus puertas con Ansite, que narraba la resistencia de Bentejuí ante los conquistadores. La historia, novedosa en la gran pantalla, llamó la atención de un buen número de personas. El director se atrevía a poner rostro al personaje histórico Bentejuí y a humanizarlo, sin buenismos de por medio. En el mismo camino, Armando Ravelo, sin complejos, hiló una historia humana, de mujeres, en Mah, a raíz de un hecho concreto documentado en crónicas.
Pero el Proyecto Bentejuí tenía mucho más. Si Ravelo había tratado la memoria de la Conquista y la época indígena, en Ancestro la une con la barbarie de la Guerra Civil. Aquí entra en otra dimensión, consigue crear a través de la historia. Y en ese sentido, la doble memoria histórica, la de la Conquista y la de la Guerra Civil, tratada desde la perspectiva canaria, se funden en un todo, para bálsamo de un pueblo desmemoriado.
En La Cueva de las mujeres, tercer cortometraje del proyecto, da otro salto. Vuelve a colocar a la mujer, la gran olvidada, como protagonista de la historia. Porque la violencia intrínseca del fascismo no ataca solo al rival político, sino que también prohíbe lo que no conoce, lo que no controla, lo más ancestral de las costumbres. El régimen emparenta la brujería canaria con la magia negra y la brujería satánica, en una suerte de difamación alimentada por el nacional-catolicismo.
La memoria, que cantara León Gieco, “despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan vivir”. El Proyecto Bentejuí mantiene una línea marcada de respeto y fomento de la memoria, desde lo indígena hasta el siglo XX. En La Cueva de las mujeres trata la pervivencia de ritos que resisten con rebeldía en cuevas y bailaderos. Mujeres rebeldes que son historia y que son recordadas por un proyecto fértil que es en sí mismo una oda a la memoria.
* Presentación realizada a cargo de Raúl Vega, Coordinador de Proyectos de la Fundación Canaria Tamaimos, en el estreno de La Cueva de las mujeres en el Teatro Víctor Jara de Vecindario (Gran Canaria), ante un recinto prácticamente lleno. El título se ha creado para llevarlo al formato escrito y el texto ha sido levemente retocado. La Fundación Canaria Tamaimos participó en la producción del cortometraje a título de patrocinador.