A falta de un ideario nacionalista real, Coalición Canaria hace el ridículo sin apenas poder disimular su poca seriedad y la endeblez de sus hechuras más de treinta años después de su fundación. ¿Cuál es el balance de CC en un terreno tan importante para cualquier proyecto político, nacionalista o no? ¿Dónde están sus documentos, libros, fundaciones, think tanks, actividad intelectual, foros,…? No se molesten en buscarlos. Simplemente no existen. Ellos se han dedicado a otros asuntos más mundanos, al cemento antes que a la gente. Los poquitos nacionalistas que debe haber en Coalición estarán azorados ante tal páramo. Vamos a conceder a Juan Manuel García Ramos el reconocimiento de ser el único de sus líderes que, muy ocasionalmente, aporta alguna reflexión aunque, las más de las veces, no pase del artículo de opinión, por lo general poco autocrítico con lo que aquí venimos comentando. También Asamblea Majorera realiza un tímido intento a través de la Fundación Manuel Velázquez Cabrera. Paren de contar. Esta ausencia de un cuerpo de ideas discutido, compartido, proyectado… deja demasiado al descubierto la existencia de Coalición como exclusiva agrupación de intereses, apoyada en el fuerte sentimiento identitario pero poco politizado de nuestro pueblo y, por otro lado, en la existencia de unas oligarquías insulares obsesionadas con no perder el papel histórico de intermediarias, reexportadoras e interlocutoras de la metrópoli. Con auténtico pánico a constituirse como clase social dotada de un proyecto de país. La agonía del proyecto no soporta más el disfraz de Coalición.
Con estos ingredientes, comprenderán ustedes que no esperemos gran cosa del autodenominado nacionalismo canario; de centro derecha, a los hechos me remito. Poca cosa cabe esperar de ahí si no existe un contrapeso que lo centre y lo dote de contenido político e ideológico digno de tal nombre. Tras Coalición quedará un rastro de romerías, verbenas, carnavales, una Televisión manipulada para infantilizar al personal, vírgenes con cargos políticos honorarios y perpetuos, guaguas repletas de mayores en excursiones con bocadillo de mortadela, que siempre desembocan en mítines apenas camuflados y cierto éxito a la hora de confundir interesadamente lo popular con lo vulgar. Para colmo del disparate, se permiten acusar al nacionalismo catalán y al vasco de desleales, por hacer precisamente lo que se espera de los nacionalismos, al igual que el deber de todo prisionero es el de escapar. Y, por último, el Presidente Clavijo se va a Madrid a tratar de arruinar el minuto de oro de la Televisión Canaria: las Campanadas de Fin de Año. ¡Así se hace país! ¡Apoyando «lo nuestro»! Nunca el pensamiento de campanario estuvo tan gráficamente representado.