Publicada originalmente el 7 de agosto de 2014
Canarias fue precursora en las candidaturas ciudadanas que hoy recorren el Estado español. Podríamos marcar como pistoletazo de salida la aparición de Alternativa Ciudadana 25 de Mayo en Lanzarote el año 2003. No se podría dejar de lado, de ninguna manera, el surgimiento de Sí Se Puede en Tenerife el año 2006. Hay quienes sitúan -y no lo considero descabellado- el auténtico comienzo de todo esto en el nacimiento de Roque Aguayro, allá en 1979. Aunque es discutible, sí se puede percibir que Canarias, a través de sus distintas realidades insulares y municipales -el caso de Gran Canaria históricamente es bastante distinto- no sólo no ha sido ajena a los debates que hoy se enfrentan a los ciudadanos, ciudadanas y fuerzas a la izquierda del PSOE (o los de abajo, o los que no somos casta, etc.) sino que más bien nuestro país ha sido en muchos aspectos pionero en todo ello.
Conocer y comprender esta trayectoria sería de mucha utilidad a quienes ahora comienzan a participar en experiencias ciudadanas de nuevo cuño recién llegadas a las islas, más que nada por que no malgasten esfuerzos en crear cosas que ya están hechas. Por otra parte, pensar que los canarios ahora vamos a permanecer ajenos al nuevo impulso que conocen los movimientos socio-políticos, partidos, plataformas, corrientes ciudadanas, etc. en el Estado español parece poco realista cuando no directamente ilusorio. Estoy convencido de que los próximos meses serán protagonistas de múltiples aportaciones teóricas, más o menos elaboradas, seguramente mucho más sólidas que esta modestísima opinión, además de encuentros, reuniones, etc. Aquí van estas sencillas líneas por si de algo sirvieran a la gente que está metida en estos asuntos.
Varias cuestiones me parecen especialmente relevantes. En primer lugar, creo que es interesante discutir la misma voluntad de participación o el rechazo a la misma. En general, y tal como de alguna manera avancé en una entrada previa también publicada en Tamaimos titulada «Boceto canario de lo posible», soy favorable a la participación del nacionalismo de izquierdas y los nacionalistas de izquierdas dentro de o junto a estas experiencias y me parece totalmente contraproducente la posibilidad de un enfrentamiento entre estas fuerzas. Es un escenario que habría que evitar a toda costa. Dicho de otro modo, coincido con aquel viejo adagio que dice que la presencia da influencia; la ausencia, aislamiento. Si algo necesita el nacionalismo de izquierda, además de otras cuestiones que no vienen al caso, es participar en pie de igualdad en la política posible precisamente para construir otra política. Quienes vean en esto un atisbo de debilidad o traición están, en mi opinión, confundidos al respecto de sus fuerzas, sus posibilidades y, sobre todo, las claves del actual momento político. No quiero hacer una crítica destructiva porque en todos lados veo gente valiosa e ideas para el avance y la construcción nacional pero tal vez convendría pensar si el rechazo a la participación en espacios plurales no será más que nada un síntoma de inseguridad, un temor a la desaparición, la disolución o, en el fondo, poca confianza en la capacidad de las ideas y valores propios de adaptarse y resistir en un hábitat nuevo. Desde mi punto de vista, nada hay que temer. Salir del caparazón forma parte del proceso natural del crecimiento real. La opción del rechazo a la participación en los espacios plurales que ojalá se constituyan de diferentes maneras en muchos municipios de las islas, tal vez incluso a nivel insular, sólo aboca a consolidar la dinámica de ensimismamiento y aislamiento en la que algunos parecen querer vivir eternamente.
De la misma manera, opino que los ciudadanos que se han sentido ilusionados y llamados a participar ahora a raíz de la aparición de Podemos, principalmente, harían bien en valorar algunas cuestiones. Es más que probable que ya lo estén haciendo, de hecho. ¿Hacia dónde se deberían dirigir sus esfuerzos? Con el máximo respeto y visto desde fuera, no creo que la idea deba ser la de crear estructuras paralelas, duplicar esfuerzos y desunir en nombre de la unidad. ¿Cuántas candidaturas ciudadanas caben en nuestros municipios? ¿De verdad es útil sumar al panorama actual otras siglas en las próximas elecciones municipales? ¿No tendría más sentido apoyar el trabajo ya existente? Yo no sé cuáles serían los posibles apoyos de unas hipotéticas candidaturas de Podemos en determinadas circunscripciones -tiendo a pensar que a mayor cercanía con el votante, menor efecto mediático-pero sí parece probable que obtuvieran los votos imprescindibles para que las candidaturas ya existentes y que, en buena medida, representan en nuestra propia realidad ese espacio político, no vean recompensado su trabajo con el apoyo popular necesario. Al final, ni unos ni otros. ¿Cuáles serían los beneficios de presentar candidaturas independientes de Podemos, por ejemplo, en Candelaria, Tacoronte, Agüimes o Tinajo? El adjetivo «contraproducente» se me queda corto. Circula por ahí una noticia que al parecer tendría confirmación final en la Asamblea de otoño de esta fuerza: según la misma, Podemos no presentaría candidaturas en las próximas municipales salvo en aquellos lugares donde pudieran contrastar la fiabilidad de los candidatos sino que apoyarían las candidaturas ciudadanas de mayor afinidad. A falta de confirmar, me parece una salida inteligente, no sólo para evitar la aparición de paracaidistas sino también para contribuir a no desandar lo andado. Dicho en otras palabras: la casta canaria estaría encantada de que en todas las circunscripciones hubiera candidaturas de Podemos enfrentadas a la única oposición real que ahora mismo tienen. Creo que nadie, salvo la casta canaria, desea un escenario así. Se impone un ejercicio de realismo y responsabilidad.
En paralelo, creo que las personas, candidaturas, organizaciones de izquierda nacionalista tienen ante sí un reto ilusionante y para el que están especialmente preparadas, diría yo. Se trata de la construcción de los programas, contenidos, discursos,… en torno a los cuales pivotarían esas experiencias. El ejemplo de la participación e impulso de las gentes de Alternativa Popular Canaria en Sí Se Puede demuestra que el nacionalismo de izquierdas tiene ideas lo suficientemente válidas y atractivas como para convertirse en interesantes para sectores independientes que, muchas veces por prejuicio y desconocimiento, las rechazarían de plano. Yo pienso que el trabajo pedagógico y divulgativo es enorme pero que los frutos serán provechosos, que lograremos en el largo plazo convencer a la mayoría social canaria de que propuestas como el Estatuto de Neutralidad, la Plena Autonomía Interna, la soberanía energética, alimentaria, etc. no son exclusivas de los nacionalistas sino de interés para «todos aquellos cuantos partan su pan en esa isla que no sea silencio amordazado», como diría el poeta.
Sin embargo, ahora se trata del corto plazo, de los acuerdos de mínimos suficientes para articular propuestas de acción concretas en el espacio municipal, sobre todo. Opino que, frente a experiencias movidas exclusivamente por valores -muy loables pero insuficientes cuando hablamos de aspirar a gobernar un municipio- o agrupadas en torno a contenidos importados desde el Norte, con escasa conexión con la realidad canaria, hay una trayectoria de trabajo muy sólida que aprovechar. Considero que, sin perdernos en maximalismos, el bagaje acumulado por Sí Se Puede en Tenerife, Alternativa Ciudadana 25 de Mayo en Lanzarote y Nueva Canarias y Roque Aguayro en Gran Canaria (y sé que algunos dirán que están totalmente en contra de incluir a los neocanarios en esto) es un activo enorme, que no se puede desaprovechar. Pensar que se empieza de cero es un error. El programa de cambio de la sociedad canaria no se hará en Sol. Allí están en sus cosas, no desde luego para hacer nuestro trabajo. Éste tendrá que ser continuidad del trabajo que ya viene realizando la izquierda canaria desde finales de los noventa, con diferentes siglas y diversas fórmulas. Con sus aciertos y errores también. Tomar la iniciativa a la hora de llenar de contenidos propios, no sucursalizados, la propuesta ciudadana es casi una obligación. Los canarios podemos y debemos hacerlo. Si los que pensamos en clave canaria no contribuimos a la canarización de todo esto, entonces, ¿quién lo hará?
Hasta aquí esta opinión, seguramente hecha con mejor intención que acierto. La inexperiencia y las malas artes de algunos hicieron que las propuestas de izquierda nacional canaria mayoritariamente no superaran el trance de la Transición. Pienso que estamos ante una segunda oportunidad, algo que rara vez suele suceder. Ya no somos inexpertos. Los mecanismos de participación y control democrático servirán de freno a las malas artes. No seamos ahora nosotros mismos los únicos obstáculos a la presencia de la izquierda nacionalista en las instituciones para, transformándolo, construir el país con el que soñamos.