
Publicado originalmente el 26 de octubre de 2014.
Lo de la cultura es complicado. Como es de todos y no es de nadie, es ingobernable y a veces nos sorprende con sus giros y vueltas, dejándonos descolocados, sin argumentos válidos para la nueva situación. Está bien que así sea. Eso será siempre mucho mejor que una cultura estandarizada, sometida al poder o incluso a la voluntad de la gente, que tiene que mucho que opinar pero menos que mandar. Todo esto viene a mi mente a cuenta de la polémica por la presencia del Baile de la Virgen fuera de la isla de El Hierro. El Cabildo de aquella isla -que ya no es la más pequeña- propone que el baile en cuestión no sea interpretado fuera de la isla, a petición de los siete grupos herreños que lo interpretan. El problema nace, según parece, de la interpretación que vienen haciendo algunos grupos, sobre todo tinerfeños, del baile ancestral en Tenerife y hasta en España y que desde el Cabildo califican claramente como “vulgar imitación”, pues el Baile de la Virgen no sólo sería un baile folklórico sino “de devoción”.
Aquí habría que ir por partes pues son muchos los elementos a analizar y es probable que haya más de uno que se me escape. En primer lugar, el caracterizar el Baile de la Virgen como un baile “de devoción” parece sugerir que su uso sería exclusivamente religioso (procesiones, romerías, bajadas y subidas,…). Cabe preguntarse qué queda de religioso en todos esos acontecimientos, que ahora mismo tienen más de festividad popular secularizada que otra cosa, diría yo. En cualquier caso, ¿debe un Cabildo meterse en asuntos divinos? Cuando uno dice que es laico, no sólo defiende la estricta separación entre las distintas religiones y el Estado, sino el que el Estado respete los ámbitos de cada religión siempre y cuando no atenten al ordenamiento jurídico. No parece ser el caso. Si alguien debiera decir algo sobre el carácter exclusivamente devocional del Baile de la Virgen, parece que debe ser la Iglesia Católica, aunque algo me dice que su opinión no distaría mucho de la del Cabildo herreño en este asunto. Desconozco si dentro de la isla de El Hierro sólo se ejecuta el Baile en ocasiones religiosas y nunca en otro tipo de celebraciones, pero si no fuera así, el Cabildo estaría manejando otro tipo de criterios diferentes a los que públicamente expone.
En segundo lugar, se acusa de “vulgar imitación” a las ejecuciones del Baile de la Virgen realizadas por grupos de fuera de la isla. No soy quien para juzgar algo así. Es cuestión de etnomusicólogos, folkloristas, entendidos,… Es probable que estas agrupaciones no hayan alcanzado el nivel de calidad que atesoran los esforzados danzarines herreños. Este punto parece importante porque no es cuestión de ir perdiendo maestría por el camino y que a las próximas generaciones les llegue algo sensiblemente inferior. Sin embargo, no me parece justo cargar contra estas personas y agrupaciones puesto que es fácil entender que detrás de todo esto no hay sino lo que suele haber en el resto de los canarios: una admiración mayúscula por ese tesoro musical que el pueblo herreño ha sabido conservar hasta el presente con una inusitada energía. Atacarlos de esa manera es como mínimo desproporcionado. El origen herreño del Baile está más que asegurado, no creo que nadie discuta lo contrario. ¿No sería mejor sentarse a hablar con ellos y que cada quien expusiera sus razones? A lo mejor, unos y otros se convencen.
Permítanme poner aquí un ejemplo que tal vez sea polémico pero que en algunos puntos coincide con el caso del Baile de la Virgen. En Gran Canaria, hace ya un buen puñado de años, la Casa de La Palma, sita entonces en el barrio popular de La Portadilla de San José (ignoro si sigue allí), decidió organizar por Carnavales su propia Fiesta de Los Indianos. En Gran Canaria tenemos nuestra propia Fiesta de Los Indianos desde hace más de cien años en el pago de Las Lagunetas, en Tinamar, pero es bien diferente. Esta vez se trataba del ritual de la ropa blanca, los polvos talco, etc. Durante unos años aquello se hizo sin mayores pretensiones, hasta que la Fiesta organizada por la Casa de La Palma adquirió unas dimensiones que hicieron que el Ayuntamiento capitalino la integrara en los Carnavales de la ciudad, entre otras cosas por cuestiones de organización y seguridad. En seguida, llovieron las críticas, no sólo desde la Isla Bonita, acusando a los canariones de “copiones”, “querer robarlo todo”, etc. Se pueden imaginar el nivel. Años más tarde, el Ayuntamiento zanjó inteligentemente la polémica reconvirtiendo todo aquello en un “Carnaval de época”, sin mayor vinculación con la fiesta palmera. Y tan contentos. Sin embargo, aquella carajera no impidió el que en La Gomera, Lanzarote y Tenerife, hayan florecido sucesivas “fiestas de los indianos” -algunas vieron su nombre alterado después- pero imitando claramente el ritual de los polvos blancos y la ropa blanca, aunque no la Negra Tomasa. Tal vez haya quien prefiera que lo que se imite sea la Feria de Abril sevillana… Lección: no se pueden poner puertas al campo. No creo que haya que promover este tipo de fenómenos pero cuando suceden, prohibir no suele servir de gran cosa.
En este sentido, me parece que la actitud del Cabildo de El Hierro debiera ir más enfocada a la seducción y a la negociación que a tratar de prohibir algo que puede ser característico de la isla de El Hierro pero no privativo, como bien argumenta el «estudioso, investigador y técnico en textiles e indumentarias del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, Juan de la Cruz» en este artículo de El Día. Si el problema es de calidad o nivel de la interpretación, ¿por qué no se les enseña? No costaría demasiado desplazar a maestros del Baile de la Virgen a enseñar a estos grupos hasta que alcanzaran la calidad requerida. Si el problema es de oportunidad y se estima que esta tradición debe estar asociada exclusivamente a determinados ritos de la Iglesia Católica, negóciese entonces en qué ocasiones se puede interpretar y en qué ocasiones no. Lo que no tiene ningún sentido es pretender que sólo los grupos herreños puedan interpretar el Baile de la Virgen porque, como sucede con tantas joyas de la cultura, “la imitación no es sino la más elaborada forma de admiración” y hace tiempo que esa maravilla musical, coreográfica y etnográfica es patrimonio no sólo de los herreños sino de todos los canarios y de toda la Humanidad.