Crítica y reconstrucción: Destruam et aedificabo, la crítica y la reconstrucción son obligatorias para todo pensamiento libre y deben caminar juntas. Pero, en su relación, no se debe olvidar que la crítica debería mantener siempre la primacía sobre la reconstrucción, para evitar que esta así se haga cerrada y dogmática. Las respuestas y las soluciones han de ser siempre provisionales, sustituibles, mejorables. Necesitamos un continuo desaprender y reaprender. El librepensamiento debe ser, de suyo, crítico y autocrítico, sin engaños ni autoengaños, entendiendo por crítica la valoración estimativa, tanto positiva como negativa, de las creencias, las actitudes y las acciones. Esto es, la evaluación de las palabras, las opciones y las decisiones, sometidas siempre a interpretación, argumentación y deliberación. De esta manera, la crítica se centra en la realidad situada, acotada, para dar paso a la reconstrucción del pensamiento dentro del espacio de lo real posible (véase ‘Desaprender y reaprender’, ‘Realismo razonable’ y ‘Relato’).
Democracia: Es el gran valor convencional desde el que se encara todo lo aquí escrito. Pero desde un punto de vista postconvencional y poli(é)tico no es solo un procedimiento de representación, decisión y gestión, sino también la menos mala forma de vida y convivencia con los demás. Siendo, por así decir, la felicidad un valor preconvencional y la justicia un valor postconvencional, la democracia es el punto de partida mínimo necesario —más allá de la evidente búsqueda del bienestar, aunque más acá de la ineludible búsqueda de la equidad— para afrontar y configurar lo público de forma pacífica, pluralista e incluyente.
Como los sistemas democráticos actuales están involucionando peligrosamente hacia poliarquías oligocráticas, con fuertes pulsiones autoritarias y etnocráticas, el enfoque democrático de la convivencia social (desde una perspectiva tanto individual como societal) es urgente y necesario. Por tanto, defender hoy de forma consecuente el cambio democrático glocal en todos los países, y en Canarias en particular, mediante “reformas revolucionarias” o “revoluciones reformistas”, implica defender los derechos de ciudadanía y la igual libertad desde una perspectiva poli(é)tica general que de paso a una particular perspectiva poli(é)tica equitativista.
La mejora de la baja calidad actual de nuestra democracia es condición sine qua non para el abordaje del problema nacional canario, la declaración del buen pleito consiguiente y el inicio de un proceso constituyente soberanista canario que ha de culminar en una Constitución democrática. El cambio del sistema partitocrático-parlamentario, tan pleno de burocracia como escaso de democracia, es uno de los requisitos de esa mejora, introduciendo la exigencia de diálogo, deliberación y decisión de abajo arriba y sin demora (véase ‘Problema nacional canario’, ‘Buen pleito nacional canario’, ‘Proceso constituyente canario’ y ‘Constitución democrática canaria’).
Dependencia: Forma relacional de subordinación y dominación que define no solo la estructura económica de una sociedad nacional, sino el conjunto de la vida de su ciudadanía. La dependencia sistémica a lo largo y ancho de la Modernidad es y ha sido predominantemente capitalista, etnicista y patriarcal. La financiarización ultraliberal, el etnicismo ultraespañolista y la violencia ultramachista son tres ejemplos, entre muchísimos posibles más, de las actuales formas que ha adquirido la dependencia material.
En Canarias la dependencia económica genera extraversión y desequilibrio productivo y destructivo, y actualmente encuentra en el disparatado (anti)modelo del turismo y la construcción su ejemplo más claro, y cuestionable. La dependencia institucional, por su parte, genera subordinación política a los intereses de la casta gubernativo-empresarial del oligopolio turístico-constructivo. Y se expresa en la cultura política a través del unionismo autonomista del actual régimen constitucional-estatutario, que es el que conforma —y deforma— la política y la cultura canaria de nuestro presente, con sus negativos rasgos de colonialidad y subalternidad en todas las esferas (véase ‘Nación’, ‘Colonial, decolonial’, ‘Casta política’, ‘Unionismo’, ‘Españolismo’, ‘Nodependencia’ y ‘Problema nacional canario’).
Desaprender: Al “no se nace aprendido” hay que añadir el “no se vive aprendido”. El aprendizaje no debería acabar nunca, y para ello hay que aprender a desaprender y a reaprender. Se aprende en primera instancia de forma inconsciente, por imitación y repetición de lo que se observa. Pero luego se va más allá, y se aprende a asimilar y reelaborar lo aprendido. Forma parte del proceso de aprendizaje político la necesidad de aprender a desaprender y de aprender a reaprender, a todas las edades y en todas las esferas de la realidad ciudadana.
Y hoy más que nunca es necesario aprender y reaprender, dado que en las sociedades de la desinformación se impulsan sofisticados mecanismos para la producción de errores, mentiras y engaños, que se convierten en serios obstáculos para que las personas piensen por sí mismas y salgan de la minoría de edad cultural, para que la ciudadanía exija sus derechos y la mejora de sus condiciones de vida, para que la sociedad no ceda ante el conformismo y conservadurismo. El constante proceso de desaprender la sumisión para reaprender la liberación es vital en Canarias para poder reivindicar el conjunto de demandas legítimas no satisfechas que conforman el problema nacional canario (véase ‘Crítica y reconstrucción’, ´Arreglos´ y ‘Pleitos’).
Élite de poder: Ver ‘Casta política’. (Continuará)
Esta entrada forma parte, con las adaptaciones y actualizaciones pertinentes, forma parte del volumen Libertad de actuar. Argumentos poli(é)ticos para el disenso, de Pablo Utray, publicado en noviembre de 2018 por las Ediciones Tamaimos.