Fue en enero del 2016 cuando se le apareció la idea. El dibujante echaba largas horas en las tardes de su estudio haciéndose acompañar con las voces escuchadas de la radio. La entrevistadora, que había viajado hasta un campamento de refugiados, preguntaba a unos niños allí acogidos sobre el porqué no tenían zapatos. Respondieron éstos que la noche anterior tuvieron que decidir entre no pasar frío, alimentando la lacónica hoguera con sus combustibles calzados arrojándolos a ella, o andar descalzos al día siguiente. Y fue la primera la decisión tomada. Y la segunda también. Y fue esa la respuesta de aquellos chiquillos que a través de las ondas revolvieron el alma del dibujante a miles de kilómetros de las suyas.
A partir de ese día todas sus tardes de dibujos se convirtieron en bocetos y estudios preparativos donde los pies y las manos desnudas obsesionaban al grafito sobre el papel. Y se concentró el lápiz en la idea de las manos: trataban de hacer parecer a los dedos de éstas como a personas que se unían entre ellas, a las uñas rotas en sus caras rotas, a las palmas ensangrentadas en sus corazones desangrados. Y sus gestos y sus formas a las esperanzas que se frustraban.
Bajo el titulo «Las Manos del Hambre» quiere este conjunto de imágenes reflejar a través de «manos» el sentimiento del refugio emigrado, de la pobreza maldita que busca el trigo para el pan, de las guerras más malditas aún que sepultan y descuartizan las cosechas esperanzadas en tierra, de las bombas que arrasan el barro y de la mierda que embarra nuestras y todas las conciencias. «A desalambrar» se torna en «alambrar» con muy mala leche y las fronteras nos encierran en nuestra falsa seguridad: en nacionalidad estúpida que olvida la redondez de la misma miseria.
Las Manos del Hambre es un proyecto para dibujadas imágenes que aún no encuentra la proyección pretendida por su autor. Los formatos deseados para la conclusión final de dichas obras artísticas traen emparejados ciertas cuestiones técnicas sobre las que aún trabaja. Han de ser grandes sus medidas: mínimamente del tamaño de una persona para que la persona que las mire se mida con ellas y se refleje en ellas. Y mientras continúa la búsqueda aprovecha esta ocasión brindada por Tasca Rafia para presentar sus intenciones: estos bocetos y estudios habrán de transformar el formato y formas adecuadas para que las manos hallen de una vez por todas al dueño de las llaves del trigo que tan sólo les ofrece hambre. Se expone, por lo pronto, la idea al público para, con las aportaciones de sus miradas, concluirla en un futuro inmediato de la manera en que esta idea cree merecerse.
* El autor es Eduardo González. Envió el texto a Tamaimos por correo electrónico para su publicación.