Está antes de entrar al Polígono Industrial El Sebadal, en la rotonda que lleva al Puerto de la Luz y de Las Palmas. Divide al barrio de La Isleta con el Muelle, aunque el Puerto y La Isleta sean uno. Hoy, cerca de donde el grito obrero rompió en llanto, un alemán hace fortuna gracias a exenciones fiscales, ayudas políticas y el maltrato animal de encerrar a animales inteligentes. Al fondo, un mamotreto rompe la vista al Puerto, es un centro comercial. La susodicha rotonda, engalanada con una pequeña plaza, lleva el nombre de Belén María. Belén María es una herida que no se ha cerrado en La Isleta, en el movimiento portuario, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y en todo el Archipiélago. La niña de 16 años, hija de un portuario, murió bajo las ruedas del Alfa Romeo blanco matrícula GC-9003-C, que arrastró a la joven sesenta metros. Todavía quedan muchos aspectos que aclarar del aquel lamentable suceso.
«El Eco de Canarias emite el sábado 26 un mensaje que conmovió entrañas por doquier en estas islas atlánticas: «Anoche en la clínica de Santa Catalina, donde se hallaba internada, en la UCI, falleció la joven Belén María». La Provincia y su responsable de la sección del puerto, J.F. Fonte, guardan, sin embargo, un significativo silencio ese mismo día. ¿De motu proprio u obedeciendo órdenes superiores? ¿O tal vez no estaban preparados ese día y les venció el factor sorpresa? No lo sabemos». Es una cita extraída del libro Belén María, verano del 80 del sociólogo Juan Antonio Delgado Santana. Belén María Sánchez Ojeda, de 16 años e hija de un portuario, muere en medio de manifestaciones obreras de los portuarios, que piden la mejora en sus condiciones de trabajo, como mayor seguridad, dada la alta siniestralidad laboral, y la amenaza de privatización de varias empresas portuarias. Una lucha tan histórica como reciente, recuerden el mareo de la regulación de la estiba porque Europa lo dictaba.
Haciendo un inciso para explicar la lucha obrera de aquel lejano (y cercano) 80 y la actual, fíjense en el tratamiento de la prensa. En los medios se habla de que se “avecina el caos” o que “el Gobierno en Madrid está haciendo un enorme esfuerzo por llegar a un acuerdo”. Además, dejan caer que “los portuarios chantajean a Gobierno y empresas, con unas ventajas que no tienen el resto de trabajadores y que son inconstitucionales”, parafraseando a la Confederación de Empresarios de Tenerife y sin tener en cuenta lo que reclaman los estibadores del Puerto: “Nos quieren hacer distintos y trabajamos una realidad especial”. Sin embargo, estos análisis, tan actuales y tan antiguos, ignoran la alta siniestralidad laboral, las pingües ganancias que generan con su trabajo y el riesgo para la salud que supone la labor portuaria. Como hoy en día. Siguiendo con los paralelismos entre aquella década inaugurada y estos tiempos presentes, el sindicato UGT se alinea con las medidas del Gobierno presidido por un Adolfo Suárez con problemas de gobernabilidad, no obstante dimite poco después.
Pese a que se firma finalmente el convenio colectivo, el nuevo logro obrero quedó en nada. La tristeza por la muerte de la inocente, lo ocupa todo. Poco se ha aclarado sobre el suceso, más allá de lo expresado. En medio de la manifestación portuaria antes referida, donde se suman las familias de los trabajadores, un Guardia Civil obliga, con aspavientos, a continuar la marcha al vehículo finalmente causante del deceso de la joven. ¿Por qué manda a seguir la Guardia Civil? ¿Por qué el coche no para ante los gritos de los manifestantes? Tras el mortal atropello, las fuerzas policiales cargan contra los trabajadores, perdiendo un ojo uno de ellos. En el entierro, los trabajadores abatidos dieron todo un ejemplo de serenidad y civismo, en un multitudinario acto. El féretro de la joven fue adornado por la bandera canaria de las siete estrellas verdes y Belén María Sánchez Ojeda se convertiría en un símbolo del pueblo canario trabajador.
“Así los revolucionarios tienen al Che Guevara, los creyentes del Nuevo Testamento a Jesús el Cristo, los seguidores del romanticismo ideal a Alfonsina Storni, los aborígenes latinoamericanos alzados a Tupac-Amaru, los supervivientes del rock a John Lennon, los partidarios del espartaquismo redentor a Rosa Luxemburgo, los canarios libres a Tanausú (…) De la misma manera, como símbolo de virtud y abnegación, Belén María vive en el corazón de los portuarios de bien”, destaca Juan Antonio Delgado en su libro. El recuerdo de Belén María Sánchez Ojeda no se ha apagado, pero vive soterrado. Ayer, 38 aniversario del fallecimiento de la joven, los Estibadores volvieron a rendir su homenaje a Belén María Sánchez Ojeda. La plaza que lleva su nombre fue un logro del gobierno de la UPC, ya en franca decadencia en ese julio del 80. Llama la atención como este gobierno municipal, que se hace llamar de cambio, no está entre los convocantes al homenaje a Belén María. Seguramente están ocupados en la zona facilitando la pasarela que ha de llevar a la cárcel de animales de Kiessling.
“Se me va el tiempo de las manos, rápidamente, sin darme absoluta cuenta. Y me da miedo, pena. Pues la vida es tan bella y a la vez tan malvada. Son éstos unos años lindos, jóvenes y llenos de vida. Se despiertan en mí miles de sentimientos y deseos de vivir. Voy a cumplir 16 años, y me parece incierto. Pero es real. Me siento joven y me gustaría sentirme siempre así. Llena de ansias, pasiones, ganas de amar; compartirme con los demás y hacer trizas el odio. Pero la vida pasa de improviso. Y yo quiero vivir. Vivir al máximo mi vida. Cada minuto, cada instante. Y marcar páginas en mi corazón, porque mi vida es mía, sólo mía y nadie puede vivirla por mí” (Belén María Sánchez Ojeda, Poesías y comentarios, escrito meses antes de morir). Malditos sean los valedores de la muerte de esta joven con tanta vida, miserables lo que justificaron la desgracia o la ocultaron. El ejemplo de los trabajadores, mostrando su dolor con serenidad pese a la injusticia, vive en el imaginario social de nuestro pueblo. No olvidamos el ejemplo de los portuarios, no olvidamos a la joven, cuya vida fue arrebatada, Belén María Sánchez Ojeda.