Hoy, amigas y amigos, vamos a cocinar el cambio, pero con pedigrí, el cambio auténtico y original, en una de sus últimas versiones. Los ingredientes que vamos a necesitar son una estructura, mejor si es dependiente y centralizada, nos referimos a si viene de Madrid, un clima de indignación, de mucha huelga y mucha concentración, movimiento que se concentra exclusivamente luego en la opción electoral, una exposición permanente en medios de comunicación del amado líder para darse a conocer y un poco de pimienta, al menos en los primeros trazos del plato. Ya lo explicaremos, pero la pimienta picona se puede terminar cambiando por orégano, cilantro o cúrcuma, claramente más suaves y digeribles.
Metemos en un caldero una serie de consignas venidas de Madrid y las repetimos de manera acrítica. Tengan en cuenta que al final, los que más imiten, los que más cerca estén del centralismo partidista, los que se saquen más selfies en Madrid, tendrán una carrera política más duradera. Incluso, lo ideal es imitar su mano de hierro y trasladarla a Madrid, y dejarlo todo atado y bien atado. Fuera los díscolos y fuera la ilusión por cambiar las cosas. Recomendamos, para la buena disposición de este plato, una mezcla entre viejos sectores militantes y partidistas, algunos con recorrido mediocre, otros con ganas locas de llegar a cargos de responsabilidad, con gente nueva en política, las mejores personas para ello, las que se dejen llevar por la corriente y las que sean de las nuestras, con todas las letras. Da igual sus principios políticos, da igual las banderas que usen, se trata de, en definitiva, de continuar con la unidad de acción de Madrid.
En un sartén aparte, permita que elijan desde Madrid a los candidatos que consideren oportunos por su «recorrido». Con ello, introduzca altas dosis de hipocresía y dirigismo para aceptar que las bases queden inhabilitadas en algunas decisiones que competen a ellos y su participación. En este caso el dedo es el mejor ingrediente para posibilitar un sabor más auténtico. Cuando esté doradito, introdúzcalo en el caldero del cambio.
Con todo ello, elabore un discurso sobre Canarias. Critique el bipartidismo sin cesar, sin recordar que el tripartidismo es la verdadera cara de la democracia en Canarias. Posteriormente, advertido del error, elija a Coalición Canaria como su enemigo principal y acérquese al PSOE, aunque quizá tenga intenciones de sostenerlo en el poder. Las órdenes culinarias, recuerden, vienen de Madrid. No diga que Canarias es una colonia. Solo lo puede nombrar si antes lo nombraron desde la dirección estatal del partido. El cambio solo puede nombrarlo con la coletilla «en muchos sentidos». Así el plato del cambio mantiene el aroma de partido y atrae al sector más soberanista. A su vez, se puede reconocer que Canarias es un país, pero si tiene que decir la palabra siempre refiérase a España.
Una vez llegue a las instituciones, haga cosas llamativas. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Hable con mucha profusión de cambio, de participación ciudadana, de dinamización, de cercanía, de economía social y luego haga lo que le de la gana. Romper con la casta no es fácil y para el plato del cambio tampoco tenemos que creer imposibles, como acercarse a la gente y a las asociaciones. Si el líder se compra un chalet, lo hace para preservar a su familia, es una cuestión que hay que respetar porque todos los demás se compran casas de ensueño y él no puede ser menos. El difícil acceso a la vivienda del resto del común, solo a modo de retórica. Este es el momento idóneo para cambiar la pimienta picona por las especias más suaves.
Cuando tengamos todos los ingredientes cocinados, incorporamos unas dosis de ambigüedad y un poco de exclusivismo. Puede cambiar el plato con confluencias, humildad, unas dosis de realidad y un pizco de pensamiento propio y autocentrado, pero igual Madrid lo desaconseja. El plato del cambio dependiente se viene cocinando en Canarias desde los años 70 con distintas versiones. Esta receta corresponde a la versión lila, la más moderna y la que mezcla nuevos elementos. Atienda a todos los pasos para que el plato sea auténtico y no un mero intento localista.