Publicado originalmente el 15 de julio de 2017
ABC Canarias nos recuerda este domingo que «Guarapo» cumple 30 años. 1987 fue el año en que Kubrick parió «La chaqueta metálica», aquel alegato contra la Guerra del Vietnam y contra el militarismo en general. Brian de Palma se fijaba en la figura de Al Capone y en la época de la Ley Seca para firmar «Los intocables de Eliot Ness», con un reparto excepcional encabezado por Kevin Costner, Sean Connery y Robert de Niro. En el plano menos comercial, el cine iraní comienza a despuntar entre otros motivos por producciones como «¿Dónde está la casa de mi amigo?».
Ese mismo año se abre el telón del cine canario con «Guarapo». La película de los Hermanos Santiago y Teodoro Ríos tuvo un presupuesto de 600.000 euros que aportaron el Ministerio de Cultura, el Gobierno de Canarias, los Cabildos de Tenerife y La Gomera, la Caja General de Ahorros de Canarias y la propia familia Ríos. Cabe destacar la banda sonora de Juan José Falcón Sanabria, desaparecido en 2015. El reparto estaba compuesto por Luis Suárez, en el papel protagonista de Benito alias «Guarapo», Patricia Adriani, como Amparo, futura esposa de «Guarapo», José Manuel Cervino encarnando a Don Virgilio, o Juan Luis Galiardo en el papel de Don Luis Ventura, el cacique.
Pateras canarias
La película se estrenó en Tenerife en 1988. Está ambientada en La Gomera en el año 1947, una época en la que el régimen había prohibido la emigración a América por cauces normales y que se reanuda en 1950. La historia versa alrededor del anhelo de Benito «Guarapo» de emigrar a Venezuela. Las noticias de los emigrantes son constantes y positivas a través de cartas. “Díganle que aquí a los canarios se nos quiere y nos llaman isleños”, dice una carta leída por el protagonista. América y concretamente Venezuela eran el Dorado de los canarios ante la miseria, el hambre y la falta de oportunidades. Los hombres se iban solos, sin sus mujeres, que se quedaban solas esperando ser reclamadas. En ocasiones nunca lo eran y los canarios fundaban nuevas familias en América. «Guarapo» lo refleja también a través de la historia de Benito y Amparo, y a través del propio padre de la muchacha, que se va a Venezuela y nunca reclama a su madre.
La opción, ante la falta de legalidad, y la excesiva burocracia, era la emigración ilegal. Ahí entraban las mafias, que se lucran con estos viajes y aparecen los engaños. En cuanto a la travesía, es un viaje peligroso y lleno de incertidumbre. “Son barcos pequeños como cáscaras de nueces. Y la travesía, ¡manda carajo!”, comenta Virgilio. Las playas gomeras retratadas en el film puede ser perfectamente la costa occidental africana o la frontera siria. En Canarias sabemos mucho de pateras, no obstante durante años hemos visto llegar a nuestras costas a gente desesperada desde el continente. Ahora lo vemos a las puertas de Europa, en las que refugiados de todo tipo huyen de sus países. No solo los refugiados de guerra, sino también refugiados climáticos, nueva figura que define a personas que escapan de sus lugares de origen por los efectos devastadores del cambio climático. «Guarapo» huye de la pobreza, la falta de oportunidades, la sumisión al señor en plantaciones plataneras y de ser juzgado por un delito de agresión al cacique.
La emigración canaria vivió dos grandes tragedias dignas de mención. Por un lado el naufragio del Valbanera cerca de las costas de Cuba. Fue el 9 de septiembre de 1919 y habían 488 personas a bordo. Casi coetáneo a la historia de la película, en agosto de 1950, el Telámaco se enfrentó a un temporal que dejó el barco a la deriva y los dejó sin provisiones. En septiembre llegaron, famélicos y moribundos, a Martinica. Unos llegaron ilegalmente a Venezuela, su lugar de destino. Otros, en cambio, fueron repatriados. La historia nos suena porque la hemos vivido cerca. Pero en otras carnes…
Caciquismo
El caciquismo se muestra con crudeza. Es hereditario, pasa de padres a hijos, siempre está cerca del poder opresor, de hecho se alinean con el franquismo desde el principio, tienen impunidad en todos los sentidos y controlan económicamente el monocultivo de turno, en esta historia, el plátano. Los hombres lo recolectan y las mujeres lo empaquetan, todos en las mismas condiciones deplorables. Predican la ley pero usan el contrabando para traer productos exclusivos, son inviolables pero se pena con dureza cualquier ataque contra ellos. En los caciques hay una cierta actitud paternalista, se observa por ejemplo en el pago de Don Luis de la boda de Benito y Amparo. El pago no es gratuito. En términos caciquiles los favores significan derecho de pernada con la esposa. En la misma boda Luis Ventura baila muy pegado a la novia. Luego, cuando ella pide un favor, quiere ejercer ese derecho que considera adquirido.
Ellos pueden abusar pero las ofensas no pueden ser contestadas. Ante los abusos a su amigo Valentín y los repetidos intentos de atropello, Benito golpea al cacique con una piedra. Huye a los montes donde pastores y gentes del pueblo lo ayudan. Don Luis amenaza a Virgilio al no indicarle dónde está escondido, pero Virgilio, un personaje de mucha dignidad, no se deja amedrentar. Finalmente la justicia del cacique impera sobre la ley. El cacique retira la denuncia y en vez de juzgarlo la justicia lo juzga él. Lo golpea y lo adquiere casi como esclavo para su servicio.
El régimen franquista es abrazado por los caciques. O el franquismo abraza a los caciques, tanto monta monta tanto. La película comienza con el asesinato de Francisco, el tío de «Guarapo». El poder se basa en cuatro patas: Iglesia, Poder Político, Caciquismo y Estamentos Policiales. La Guardia Civil está muy bien retratada en el film. Por un lado, en su desprecio a la cultura popular. Ante los silbos para comunicarse, un agente señala: “Se lo he dicho mil veces al sargento: a esto hay que ponerle solución”. En la boda suena un tajaraste que se acaba cuando llega el sargento. Al grito de «¡Arriba España!» solo se levanta, efusivo, un señor mayor. Por otro lado, en su hipocresía. El sargento es un borracho que bebe a escondidas y luego rechaza una copa de vino porque está de servicio. En tercer lugar, hay una anécdota muy significativa. “Hace más de dos años que no voy a España”, se queja un guardia. “A la Península”, corrige el sargento. Lo zanja pidiendo paciencia y calificando de «privilegio mantener el orden en estas tierras españolas allende los mares”.
La Iglesia, por su parte, colabora con el aparato represor y los confesionarios son casi salas de interrogatorio. El alcalde es un hombre del régimen que desprecia al pueblo, mientras mantiene excelentes relaciones con el cacique, juez de facto de todo. Existe cierta resistencia al franquismo que se atisba en la película. Una persona toca en su casa la Internacional, la radio solo coge Radio España Independiente «La Pirenaica», emisora del Partido Comunista de España en el exilio, y radios marroquíes, dando fe de la geografía canaria. El sargento se cabrea por estas cuestiones, seguro que esperando sintonizar Radio Nacional de España. “La respetábamos”, comenta Virgilio ante la acusación del sacerdote de que el pueblo ni siquiera respetaba la República. Sin embargo habla de huelgas durante este periodo debido al descontento social.
Identidad
La cinta muestra varios elementos culturales e identitarios del pueblo canario y gomero. Por un lado la música tradicional de chácaras y tambores de La Gomera, el tajaraste. Un tajaraste que suena en la boda, es sustituido por el cacique por un tango. «Que suene música de la buena», anuncia Luis Ventura. También aparecen prácticas como el salto del pastor o el silbo, antes de que fuera Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. De hecho es el medio de comunicarse para que la Guardia Civil no conozca el contenido del mensaje. Las enfermedades se curan con remedios naturales a través de las hierbas, se obtiene el guarapo en la palmera, se realizan santiguados, perviven supersticiones como el mal de ojo y se practica una suerte de sincretismo religioso.
En las cuevas aparecen restos de cuentas guanches con las que Benito, alias «Guarapo», hace un collar que le entrega a Amparo. “Aquí vivían los guanches antiguamente. Mira, ven, aquí hay un montón de cuentas”, destaca, en lo que es un claro rasgo de pervivencia de la memoria oral. Sobre el mito de la isla de San Borondón opina que «esa isla no existe». Tadeo, el supuesto loco del pueblo, va por las calles tocando las chácaras y cantando puntos cubanos con su guitarra. En la alimentación, se observa cómo el pastor cede el zurrón para amasar el gofio a Guarapo. En un momento de desesperación Benito come raíz de helecho. En épocas de escasez se hacía un gofio con esta parte de la planta.
El pueblo llano retratado en la película es gente humilde y castigada por un sistema que les niega más que la supervivencia y que la mantiene en un estado de obediencia continua. En la boda de Benito y Amparo, aprovechando la lluvia, la gente se lleva los víveres que puede obtener. Para ellos no eran comunes los dispendios de ese tipo.
Abre el telón del cine canario
La película de los Hermanos Ríos recibió una Mención Especial del Jurado en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (1988) y fue nominada a la mejor dirección Novel en los Premios Goya de 1989. Pero más allá de los premios, la importancia de «Guarapo» reside en el retrato social que plantea en la gran pantalla. Los directores completaron su trilogía canaria con «Mambí» y «El vuelo del guirre». Sin embargo, «Guarapo» es la más celebrada de las tres y la que abre el telón del cine propiamente canario.
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