No se bien en qué camisa y de cuántas varas me voy a meter pero las cosas que se piensan y sienten no está de más que se intenten expresar de una forma reflexionada y con la claridad necesaria para que éstas puedan entenderse. Son tantas las veces, quizás demasiadas, en las que oímos definiciones y propuestas sobre las que no estamos de acuerdo y no por mucho que éstas se repitan hasta la saciedad tienen por que convertirse en una realidad razonable. Por lo menos se debe permitir el beneficio de la duda, aquella que es grande y de la que yo mismo he participado en múltiples ocasiones. No es la primera vez que tengo la oportunidad de expresar, y vuelvo a hacerlo, mi total desacuerdo con que a la practica de la actividad que implica emplear un garrote, lanza, lata o astia, para desplazarse por las diferentes geografías de nuestro archipiélago sea considerada y se le aplique el termino de «deportiva» o «aventurera», términos éstos que van evolucionando cada vez a más dando la posibilidad incluso al desembarque en expresiones de «deporte de alto riesgo» y similares. Tampoco que a dicha práctica se le titule bajo los epígrafes de «juego autóctono» o «tradicional». Y no es que me preocupe demasiado la capacidad humana para bautizar y nombrar las cosas que a su alrededor ve. En definitiva creo que la evolución del lenguaje es constante e infinita la libertad del ejercicio con las palabras. Lo verdaderamente preocupante es la pérdida de conocimientos y el posible anidamiento de una amnesia que determinadas etiquetas puedan llegar a inducir.
Desde tiempos muy remotos los pastores isleños han empleado una herramienta muy eficaz que le es de gran ayuda en el caminar y recorrer las diferentes geografías que conforman nuestras islas. Un palo grande y grueso ha constituido el apoyo necesario para que el pastor canario se trasladase de forma cómoda, rápida y segura por los territorios donde desempeña sus labores. Conocido como garrote en Gran Canaria, ha de ser este palo de madera recia y flexible, empleándose normalmente para ello la riga del pino canario, que no exclusivamente, y sus medidas oscilan entre dos y tres metros y medio, siendo mas grueso en su extremo inferior que en el superior. En la parte inferior va provisto de una pieza metálica, el regatón o puyón, que aparte de proporcionar un apoyo seguro al clavarse en la tierra o fijarse al risco, protege a la madera de los continuos golpes e impactos que recibe en esta zona.
El garrote le sirve al pastor para salvar las diferentes dificultades que se pueda encontrar en el terreno. Lo utiliza para brincar de piedra a piedra, para bastonear por las laderas, para encaramarse a los riscos y para bajar por ellos con una tremenda habilidad. Es probablemente en las bajadas donde más se aprecia su valor, pudiéndose salvar alturas de tres y cuatro metros (incluso mucho más) con facilidad asombrosa. Los saltos «a regatón muerto» son aquellos en los que se supera una altura mucho mayor que la del propio garrote. Para ello el pastor brinca al aire en un vuelo que, gracias a esta herramienta, le permitirá encontrar nuevamente la tierra firme sin ningún perjuicio para su integridad física.
Si para algunos se puede considerar como juego o deporte una práctica que para los pastores fue y es una manera de facilitar su trabajo, no nos debe extrañar que para otros este nombramiento se sitúe muy próximo a rayar el absurdo. Si existen quienes piensan legítimamente que evolucionar hacia un juego deportivo es una manera de mantener viva una práctica que de otra manera correría el riesgo de desaparecer completamente, también existen quienes buscan y han encontrado formas diferentes de conservar el conocimiento de su práctica. Hay quienes desarrollan los «parámetros de análisis» y «los modelos de creación, conceptualización y estructuración de los ejercicios físicos, juegos y deportes» en sus discursos expositivos mientras otros se desplazan y discurren con su garrote en busca de restos patrimoniales que inundan nuestras islas por todas partes. Existen los que escriben libros que titulan como «Juegos Deportivos Tradicionales» o «Juegos y Deportes Vernáculos y Tradicionales Canarios», donde incluyen tanto la practica del salto del pastor como el garrote de pelea, y también existen los que hablan en sus escritos de la escasez de pastos, de la economía estrangulada que padecen los pastores y otras cuestiones que consideran preocupantes. Cierto es que también existen los que como yo piensan en lo usurpadores que hemos sido, y somos, al meternos en la casa del pastor y extraer de ella sólo aquello que nos atrae, interesa y divierte. (Como aclaración he de decir que también se es capaz de pensar en la reordenación de la tradición que nos compete y analizar los parámetros sobre los modelos creativos del concepto que otros esgrimen, pero he preferido hablar de «usurpación»: usurpación en un mundo que es injusto, que no retribuye la virtud, que se complace en desbaratar los planes humanos y está gobernado por una arbitrariedad ciega y estúpida).
Si llegamos al mutuo acuerdo en que todos debemos tener derecho a la cabida de nuestros pensamientos en este mundo insular, también debemos dejar hueco, aunque éste sea mínimo, para aquellos a los que les duele el alma al saber que ésta forma parte del folklorismo hipócrita que se disfraza y comulga con la realidad pastoril cuando participa en muestras en pro de su cultura, cuando promociona y divulga la bonita realidad del garrote de salto participando en actos que lo tratan de juego o deporte tradicional y vernáculo. Una herramienta de trabajo decimos al referirnos y excusarnos con el garrote. Una herramienta de trabajo que utilizamos para bajar y subirnos a un andamio. Una herramienta que pertenece a un trabajo que definitivamente desconocemos y nos importa un carajo los problemas por los que está atravesando. A fin de cuentas, a muchos nos gusta más vestirnos de almirantes que comprometernos a navegar. Y a la hipocresía, más que amar el mar, lo que verdaderamente le seducen son las estampas marinas.
Considero legítimo que cada cual se vista de la manera que quiera y me corresponde sólo a mi solucionar la estrechez de mi camisa. Pero también considero la peligrosidad de estar ante un grave problema de ingenio y capacidad si no encontramos otras maneras de no perder conocimientos y tradiciones que aquellas que nos aboca a convertir en juegos y deportes determinados aspectos patrimoniales de nuestra historia y cultura
La Federación de Salto del Pastor Canario, aquella que «por ley», y por ética, es competente para estas cuestiones, está constituida, reglada, legislada, maniatada y sometida a la Ley del Deporte Canario. Como entidad deportiva no puede abstraerse de su realidad y aun reconociendo que la decisión de crearla como tal no fue ni es la correcta, y menos aún que pretendiera acarrear todas las consecuencias estrictamente deportivas, aún así y por encima de todo eso se aspiraba, en el momento de su creación, a que el sentido común terminara imponiéndose. La meta, el objetivo esencial, la disposición de todos los ponentes allí representados con su propia palabra, fue la de alzar la voz en defensa de un aspecto tradicional de nuestro patrimonio cultural para que éste tuviese nombre propio al que poder dirigir y presentar nuestros respetos.
No podemos decir que el tiro salió por la culata ni que terminó por reventar la escopeta. Y no porque nuestra habilidad esté muy alejada de cartuchos y pólvoras dinamiteras. Se trata más bien de observar una actualidad a la que muchos tratan de descontextualizada. Empleamos la herramienta de trabajo del pastor para honrar la amabilidad con la que éste nos la ha sabido transmitir, para sentir que parte de la cultura aniquilada, conquistada, violada y masacrada aún corre y se desliza por nuestras manos. Y lejos fueron puestas las miras de la Federación de Salto, aquella que deseaba aglutinar a todos los colectivos diseminados por el archipiélago y que hasta ese momento poco conocían de las actividades de sus vecinos. Estos grupos realizaban las tareas de recuperación sobre el uso de una herramienta de trabajo que el pastor canario ha venido usando desde los tiempos de su existencia. Los diferentes grupos empezaron a verse las caras en actividades en las que se comenzó a participar de forma conjunta. Y a partir de ahí se dejaba entrever la necesidad de tener una relación que implicara compartir conocimientos y realizar colaboraciones tanto en el rescate como en la promoción y divulgación de esta práctica, así como de otros muchos más aspectos de la cultura del mundo pastoril. Posiblemente hoy ya se hayan olvidado las intenciones de unidad y empeño y poco significado tengan los sustantivos solidarios.
Por eso posiblemente hoy haya llegado el momento oportuno de su disolución como entidad deportiva, el momento de dejar claro que para poder pertenecer a ella los colectivos no se vean obligados a constituirse como clubes deportivos, el momento de alzar claramente la voz en defensa de un patrimonio cultural e histórico mucho más amplio y extenso que el garrote y sus habilidades acrobáticas. El pastoreo, un modo de vida que se resiste a desaparecer y se aferra a regañadientes a no sucumbir ante el desastre de una economía sin sentido, es un patrimonio con connotaciones de tales magnitudes que no merece que se le toquen las narices por encima de sus posibilidades.
- Colaboración de Eduardo González.