Publicado originalmente el 10 de agosto de 2017
Turismo masivo, turismo destructivo, turismofobia… son términos que se están colando en la siempre selectiva y orientada agenda informativa. La mecha que ha prendido luz en la problemática han sido las acciones contra el turismo en Baleares y Barcelona reinvidicadas por la organización Arran. Los superficiales análisis informativos condenan las acciones eclipsando el descontento social que acarrea detrás. Probablemente parar una guagua turística asustando a los visitantes no sea la mejor acción para evidenciar la situación, pero desde luego tampoco lo es ocultar el problema bajo los intereses particulares de una minoría que se queda con lo gordo del turismo, mientras que los destinos visitados masivamente sufren las consecuencias. La tendencia informativa es enaltecer nuestro papel de turistas, que todos lo hemos sido o seremos en algún momento, y ocultar nuestra figura de ser que vive en sociedad. Pasa igual que con el consumo: siempre van a reivindicar nuestro rol de consumidores potenciales y a ocultar el hecho de ser trabajadores, lo vemos en las mismas huelgas laborales.
El turismo ha revolucionado nuestras vidas, tanto en el papel activo, de visitante, como en el pasivo, de receptor. Sectores de la población que antes no podían viajar, ahora lo hacen a precios más que favorables, a veces gracias a la cultura low cost que permite consumir, pero a la vez perpetúa condiciones laborales leoninas. El panorama que presentan los destinos turísticos son barrios populares, zonas costeras enteras, ciudades como Barcelona absolutamente tomadas por turistas casi apilados unos encima de otros, lo cual cambia la mentalidad del lugar, a la vez que genera molestias para las poblaciones locales y para los mismos turistas. Para ilustrarlo, un ejemplo de afecciones a turistas y otra a poblaciones autóctonas. En Mallorca el año pasado se dieron casos de cancelaciones por parte de los mismos turistas por la masificación del destino. No es atractivo ser tratado en serie, pese a lo que nos intentan hacer creer los turoperadores. Por otro lado, en Ibiza el alza de los precios está impidiendo cubrir plazas de trabajadores esenciales como policías o personal sanitario. Estos profesionales no se pueden permitir un alojamiento a los precios que se ofertan, llegándose a cobrar 500 euros por un balcón.
Pero el caso paradigmático del turismo como elemento destructor es Venecia. Se estima que en 2030 no quedarán venecianos en Venecia y toda la isla quedará dedicada al turismo. Ya tratamos el caso de Venecia en Tamaimos y lo citábamos como ejemplo a evitar para el futuro turístico de Canarias. Sin embargo, dos años después, la política turística sigue rendida al número y no a la calidad. Canarias, que no baja de 10 millones de turistas al año al menos en los últimos doce años, fue visitada por 13.301.252 personas en 2015 y 14.981.113 en 2016. Las islas, que según datos del ISTAC tenía en 2016 una población de 2.101.924 personas, recibe más de siete veces su población cada año. A nivel estatal, el Archipiélago está en la tercera posición en recepción de turistas tras Cataluña y Baleares en 2016. Sin embargo el crecimiento en Canarias es mayor que en estas dos comunidades. Ejercicio tras ejercicio se baten récords de visitantes y no parece tener límite.
Pese a estas cifras hay dudas serias y fundadas de que repercuta en el beneficio de la mayoría. Los trabajos asociados al turismo y al sector servicios nunca han sido remunerados justamente. Ahora, con las externalizaciones de empresas para ciertos servicios concretos, la precariedad aumenta porque las reglas del juego no se ajustan al convenio y atienden a criterios más laxos. En el afán por sacar el máximo beneficio posible, los empresarios turísticos se lavan las manos como Poncio Pilatos, y contratan o arrendan servicios por el menor coste posible. La calidad no importa para ellos, los hechos lo demuestran.
Ellos y sus adláteres en los medios de comunicación ya han comenzado la batalla ideológica. En El Día leemos: “Canarias permanece al margen de las manifestaciones más extremas de rechazo al turismo, pero los expertos consideran necesario mejorar la gestión del sector y mitigar sus efectos negativos”. Por lo tanto, no se mejora la gestión para que la gente viva dignamente del turismo, sino para evitar las manifestaciones de rechazo al turismo, una declaración de intenciones muy sintomática. El texto alude a que el simple cuestionamiento del sector en el Archipiélago puede dar lugar a acciones de este tipo. Con ello pretenden blindar el discurso demonizando el simple cuestionamiento.
El reportaje incluye tres opiniones cualificadas. Considera Raúl Hernández, director de la Cátedra de Turismo CajaCanarias-Ashotel-Universidad de La Laguna, que el reparto en todos los meses del año del turismo en Canarias evita la masificación que se da en otros lugares. A esto cabría apuntar el alto número de visitantes todo el año, casi sin temporada baja, y que Canarias es un territorio insular finito y al que no se pueden aplicar lógicas de territorios continentales, por cuestiones obvias de gestión de recursos y espacio. Hernández apunta además que lo más preocupante es el deterioro de espacios naturales y pide la regulación de su uso. Eduardo Parra, también profesor de la ULL y presidente de la Asociación Española de Expertos Científicos en Turismo sí ve riesgo de manifestaciones contrarias al turismo porque “se comenta en muchos mentideros”. Si no se llevan a cabo es por la mayor «apatía social» de los canarios, señala Parra. Isaac Castellano, Consejero de Turismo del Gobierno de Canarias, no cree que se reproduzcan las protestas: «La sociedad es plenamente consciente de que, directa o indirectamente, casi todos vivimos del turismo, y nadie quiere ir en contra de quienes sostienen nuestra estructura productiva».
Pero la realidad se escapa a la lógica de que vivimos del turismo y esto es lo que hay, y genera afecciones cotidianas. Para la confección de este reportaje hemos hablado con un profesor grancanario que consiguió plaza en el sur de Fuerteventura, concretamente en Morro Jable. Las dificultades para encontrar casa pudieron truncar su expectativa laboral. Lo que se oferta en la zona, en palabras de nuestra fuente, son pisos muy pequeños, en ocasiones estudios, casas subdivididas… Subviviendas en las que residir para trabajar en una isla distinta a la suya y de lo que estudió. Pero ni esas viviendas son fáciles de conseguir. A último remedio, cuenta que muchos docentes acuden a un Hotel Escuela: “existe un Hotel Escuela que nos salva la vida a algunos maestros y otros trabajadores en el sur, que tampoco es nada del otro mundo”. Se refiere al Hotel Escuela de Esquinzo. En otros casos “hay personas que deciden coger el coche media hora para tener algo mejor. Pero viendo como está yendo la cosa, y según me cuentan, este panorama se está reflejando casi en toda la isla”.
Confiesa que, pese a las dificultades, no se vio tentado a renunciar a la plaza por no conseguir vivienda porque siempre tenía la opción del Hotel Escuela. Sin embargo esa opción le obligaba a dejar a su familia atrás. Por suerte, en última instancia, consiguió una vivienda, gracias a un contacto en el centro, de tamaño pequeño y nada del otro mundo, pero una vivienda para él y su familia. A pesar de valorar su suerte, mira alrededor y cada vez ve más casas de alquiler vacacional y menos para uso residencial. “En unos años no sé qué pasará”, se cuestiona. “Ahora se está reformando el Hotel Stella, famoso en Morro Jable, y van a hacer varios hoteles y restaurantes. Todo el mundo se pregunta lo mismo: ¿dónde van a meter a los trabajadores?”, reflexiona. “Afortunadamente aquí el turismo es tranquilo, el turismo de Corralejo es más movidito pero, ¿quién te dice a ti que mañana no podamos tener la problemática de Baleares o Barcelona con el turismo destructivo? Solo basta con que unos turoperadores que trabajen el turismo tipo marcha-borrachera-juvenil se interese por la zona, y ya está, estaríamos perdidos”, concluye preocupado.
La historia de este profesor no es aislada. Fuerteventura, Lanzarote, Tenerife y Gran Canaria, con más o menos afección, están empezando a registrar problemas para ofertar alquileres a residentes a precios normales. El alquiler turístico es más atractivo y genera mayores beneficios. Detrás están grandes empresarios y corporaciones, y no es tanta la redistribución de la riqueza que algunos aluden. Todo ello sin demonizar la actividad, que, con una regulación adecuada, puede ser compatible con la convivencia normal con los residentes y no generar una inflación de los precios a las viviendas de uso habitual. No es turismofobia: se trata de redefinir, limitar, cualificar y/o hacer rentable la actividad turística. Para no tener que elegir entre el turismo o la vida, el negocio de unos pocos y la vida de muchos, es imperativo comenzar a plantearse que el descontento hacia las molestias del turismo masivo se debe al desbordamiento de un modelo cuantitativo que no da bienestar a las poblaciones receptoras.