Publicado originalmente el 16 de abril de 2015
El término «sondeocracia» fue acuñado por la politóloga alemana Elizabeth Noelle-Neumann, en el siguiente contexto: «las encuestas electorales son simplemente el resultado de un cortocircuito entre ‘videocracia’ y ‘sondeocracia’, no una sinergia virtuosa entre opinión pública y sociedad». Desde la investigación social moderna se rechaza la concepción de Gallup que afirmó que «la opinión pública es lo que se mide a través de los sondeos». En cambio, autores más modernos como Barisione y Manheimer consideran que el sondeo es solo «una sumatoria de opiniones privadas». Ya empiezan a aparecer sondeos preelectorales en Canarias. Los sondeos solo cuentan respuestas, sin atender a otros condicionantes, y no adelanta resultados electorales, como a veces pensamos. Además suele tener detrás una serie de intereses para influir en la sociedad. Al fin y al cabo, las encuestas las encargan empresas o partidos políticos.
La última encuesta conocida está elaborada por TSA (Técnicos de Socioanálisis). Para los sondeos al Parlamento de Canarias ha entrevistado a 2.779 personas (un sondeo con validez debe contener por lo menos 1.400 muestras) y reconocen un margen de error del +/- 1,9%. Como medición de la opinión pública podría ser adecuado, pero solo como datos orientativos, por diversas razones. Primero porque no están 100% configuradas las candidaturas, segundo porque hay partidos que a medida que avanza la campaña están subiendo, mientras otros bajan y tercero porque ya se ha demostrado que la intención de voto puede cambiar notablemente a medida que se acerca la cita electoral. Recuerden el caso de las elecciones del 14 de marzo de 2004 en el Estado español. Las encuestas daban una victoria cómoda a Mariano Rajoy, pero el atentado contra los trenes en Madrid tres días antes y las mentiras del PP, dieron la vuelta a la tortilla y José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido presidente. O las elecciones estatales de 1993. Las encuestas preveían el crecimiento de un joven José María Aznar, pero Felipe González se mantenía en el poder tras la cita electoral. En 1996 las encuestas volvían a fallar, esta vez le otorgaban resultados menores al vencedor final, el Partido Popular. En las elecciones italianas de 1994, ninguna encuesta daba como ganadora a la coalición liderada por el empresario Silvio Berlusconi, que finalmente ganó. Sin ir tan lejos en el tiempo, en las Elecciones Europeas del pasado año las encuestas daban 1 europarlamentario a Podemos y consiguió 5.
El sociólogo francés Pierre Bordieu fue muy crítico con el sistema de sondeos, ya que consideró que dependen del hecho de basar su fundamentación en dos hechos impropios: por un lado las opiniones personales, sin atender a otros condicionantes como la clase social. De otra parte, no distingue entre disposiciones interiores y opiniones movilizadas, las que expresa en la calle por ser aceptadas y no las que realmente piensa. En este caso entraría el concepto de la «espiral del silencio» de Noelle-Neumann, mediante el cual el individuo es empujado a ocultar sus opiniones verdaderas por temor a no tener el respaldo social. Y es que los sondeos, como representación de la opinión pública, tienen un problema añadido abordado por Giorgio Grossi en «La opinión pública: teoría del campo desmoscópico»: «la opinión pública es el producto de una competición cognitiva y simbólica entre distintos actores con el fin de formarla, como puesta en juego estratégica para el funcionamiento de la democracia (…), parece un poco tautológico (a la vez que ingenuo) estigmatizar el intento de un uso político de la opinión pública y de los resultados de las encuestas» (Grossi, 2007, pág. 162 y 163). Añade que «los sondeos -tal como se realizan actualmente-, parecen una herramienta inadecuada para registrar de manera correcta la diferencia entre opiniones superficiales y opiniones profundas, entre orientaciones cognitivas y orientaciones cognitivo-factuales, entre dinámicas de opinión y clima de opinión» (Grossi, 2007, pág. 166). En esencia, los sondeos miden opiniones independientemente del proceso mediante el cual esta opinión se expone, sin mirar el contexto y actúan como elementos que pretenden afianzar o reconducir la opinión pública, normalmente la expresada por los mass media, de cara a unos comicios electorales.
Existe, por lo tanto, un problema de calidad a la hora de realizar un sondeo. A la hora de hacer este tipo de encuestas, dice el investigador italiano, los métodos científicos deben estar ajenos a las presiones exteriores, como las que provienen de empresarios y partidos que piden simplificación en el método o el redondeo a su favor. En cuanto al uso partidista o empresarial, considera evidente el papel orientador que posee para la opinión pública. Además acepta la posibilidad de que los resultados se puedan manipular o malinterpretar en base a intereses corporativistas. Pero los sondeos también tienen consecuencias, que Giorgio Grossi divide en tres. En primer lugar la idea de que expresar una opinión mediante sondeos es una forma de participación fundamental en democracia. En segundo, el progresivo vaciado del rol crítico y dialéctico de la opinión pública en base al gobierno y el liderazgo. Se crea opinión a través de los mismos sondeos. Y por último, la influencia que luego estos sondeos ejercen en los votantes.
La fórmula de los sondeos, pese a lo expuesto anteriormente, es una herramienta mejorable y útil. Algunos investigadores han propuesto nuevas formas de enfoque. Por simpleza del sistema, me he quedado con el modelo de Crespi, que propone combinar las encuestas con datos cuantitativos, el análisis histórico de documentos y formas institucionales relativas a la opinión pública en el tiempo, desde datos cualitativos y el examen detallado del debate político-filosófico acerca del rol de la misma opinión pública en las formas de gobierno y en los modelos de democracia, también desde datos cualitativos (Grossi, 2007, pág. 178). Los sondeos y las encuestas preelectorales, en conclusión, son solo un indicador más de la opinión pública y deben ser tomados con cautela. Son muy mejorables en cuanto a métodos de conteo para que sean más fiables y, aunque son fuentes de información adicionales en una campaña electoral, no adelantan en ningún caso los resultados electorales posteriores, ya he indicado algunas encuestas no cumplidas. En cualquier caso no voy a dejar pasar la oportunidad para recomendarles la lectura del libro «La opinión pública: teoría del campo demoscópico» del profesor de sociología Giorgio Grossi. En el último capítulo titulado «Observar, analizar y medir la opinión pública», ofrece interesantes reflexiones a tener en cuenta en campaña electoral.