«Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazará, lo dirán estas páginas.», David Copperfield, de Charles Dickens.
El paulatino desmonte de tanta mentira en los curricula de nuestros políticos da que pensar en estos tiempos de post-verdad. Que Asier Antona, delegado para las islas Canarias del Partido Popular español, haya exhibido durante la última década un Diploma de Estudios Avanzados en Historia del Pensamiento Político que no llegó a culminar, no debe sorprender a nadie. Ha tenido buenos maestras y maestros, a decir de Cifuentes y Casado. Soria fue, a su manera, un precursor. Y sin embargo, no acabamos de acostumbrarnos a la impunidad de la mentira.
Quienes hemos dedicado alguna parte de nuestra vida a estudiar y trabajar al mismo tiempo miramos con razonable y justificado desdén a estos espabilados, siempre dispuestos a tomar el atajo de tratar de parecer lo que no son, en vez de dedicar las horas de descanso, ocio, vida familiar,… a hincar codos. Espero que cuando este escrito vea la luz ya haya habido alguna dimisión pero los antecedentes aconsejan el escepticismo. “Todo fue verdad porque yo me lo inventé”, dijo Ana María Matute y Semprún hizo de esta máxima su guía a la hora de contar y recontar su experiencia en Buchenwald, hecha de verdades y también ficciones. Héroe para algunos, Kapo para otros, Hessel lo explicó a su manera: «En los campos de concentración los comunistas eran muy solidarios… con los comunistas.» Otros hicieron de la mentira un artefacto erigido en el pedestal de la vanidad, hasta que fueron descubiertos. Ése fue el caso de Enric Marco, quien inventó su paso por Mauthausen y representó su papel durante décadas. Precisamente a este impostor dedicó una novela Javier Cercas, quien a decir de algunos también estaría reescribiendo su propia biografía. Luego están quienes aluden a un “largo recorrido común”, el cual, convenientemente, no detallan, privando a los lectores de un conocimiento de tanto interés. O quienes orillan episodios y experiencias políticas de difícil explicación desde su práctica actual.
Todo el mundo tiene derecho a cambiar, a pensar que antes estaba equivocado y es ahora cuando tiene razón. Mentir, ocultar, maquillar, callar lo que no conviene,… es distinto. Para el analista político Eugenio del Río, “Si hay que hacer valer la verdad no es porque sea útil en el sentido en que lo decía Trotsky, [la verdad es siempre revolucionaria] sino porque mentir es un procedimiento autoritario, supone tratar como inferiores a los receptores de la mentira y convertirlos en objeto de manipulación, en masa de maniobra.” Dentro de nuestra imperfectibilidad como seres humanos, sin colocarnos en ningún altar de superioridad, aspiremos a ser tratados como iguales, a que no nos mientan y cultivemos un sano hábito de desconfianza hacia todo lo que nos rodea, empezando por nosotros mismos y nuestras ideas, sin que ello nos haga caer en el cinismo ni en la ingenuidad. Todo lo demás es literatura.