El jueves 8 de marzo amaneció brillante. Sin duda, era un día que apuntaba maneras.
A las nueve, el bicipiquete de mujeres (mayores, jóvenes, niñas…) partió desde San Telmo.
Risas, globos, mensajes violetas y la ilusión de quienes intuíamos que aquel sería un día grande.
No sé decir qué era, pero lo percibíamos. Todas lo respirábamos.
En un principio la comitiva decidió dirigirse hacia el Puerto, haciendo varias paradas de protesta en las distintas Instituciones (Usos múltiples, Gobierno, Ayuntamiento) pero luego fuimos improvisando y decidimos dar varias vueltas a la Plaza de la Feria, mostrándonos ante la Delegación de un Gobierno que decidió dar la espalda a nuestra justa reivindicación.
Desde allí rodamos hasta el Ayuntamiento, con parada y griterío de consignas (“Derechos para todas, pero todas, todas, todas”, “Queremos un alcalde, un alcalde feminista”, “Si nosotras paramos, se para el mundo”, “Que no, que no, que no tenemos miedo”) y cuando enfilamos el lateral de la Avenida Marítima la policía local quiso, de forma amable y patriarcal también (sí, también ese día querían protegernos) custodiar el pelotón en nuestro recorrido hasta la Plaza de España.
Allí, las más jóvenes (!qué grandes¡) sugirieron que era el tiempo de desobedecer, y mientras la pareja municipal enfilaba Mesa y Lopez confiada en que detrás le seguiría, obediente, el séquito violeta, las mujeres les dimos esquinazo, inundando de alegría y ruido la calle Néstor De la Torre.
Cuando llegamos por la calle Tomas Miller a la playa de Las Canteras, el grupo se planteó de nuevo romper la norma: las bicicletas no pueden circular por la Avenida…¿Y qué?
Era el 8 de marzo, y era nuestro día, así que subidas en las bicis, incumpliendo de nuevo, pedaleamos hasta la Cícer.
Mientras desde la paralizante cautela que dan los años, me preguntaba qué otra norma se les ocurriría saltarse ahora a esas chicas valientes, llegó la respuesta: la playa se llenó de figuras desnudas que se bañaban en el mar desafiando una vez más lo establecido. Libres, alegres, seguras.
Como deberían sentirse siempre.