Hojas en blanco y paredes mudas. La mar arrulle y se convierte en melodía, sinonimia de la narcolepsia colectiva. La gente pasa y mira. Y vuelve a pasar y me vuelve a mirar.
En la tierra de los indiferentes todo aquel que acaso no lo sea será tachado de loco, antaño bruja. Lo suyo es pelearse por un partido de fútbol. En el colegio fuimos buenas alumnas. Nos enseñaron a sumar, restar, leer y a mirar para otro lado. ¿O acaso no nos hemos graduado?
En la ciudad, las calles se rindieron a la dictadura del coche y el humo, y en la Isla… En la Isla el cura es hoy una caja cuadrada que emite imágenes sagradas y sermones desde el altar de la sociedad del espectáculo.
Al mismo tiempo que saco papel pintado en un aparato al que llaman cajero, quizás por lo de “hacer caja”, dos mendigos malduermen con colchones y mantas harapientas en el suelo. ¿A quién cojones le importa? Es la indiferencia. Aquí mientras no quiten los cajeros…
En las playas ahora han puesto un material muy confortable para que los abnegados ciudadanos alivien las penas que este mundo te cura con antidepresivos. Están por todas partes. Los llaman paseos marítimos. En vez de piedras, arena y mar, el cemento reina junto a las farolas que alumbran el camino del honorable turista. Ellos traen el cemento, y de paso nos “regalan” los cajeros. Ahí está el juego.
En esta partida de ping-pong interminable, los balos y palmerales de los barrancos son sustituidos por los reconfortantes “blocales”. Sí, bosques de bloques que te limitan la visión, del acaso, desagradable y canario risco.
Al que critica se le critica por haber criticado. Al que alza la voz se le quitan los altavoces. Aquí, el paisaje que moldea nuestra mente y desarrolla nuestra creatividad más pura no importa un pimiento. ¿A quién le importa, si todavía hay papel pintado?
¿Que se inunda un centro de salud? Da lo mismo. Tenemos el nuevo centro comercial. “El centro comercial que levantará Tamaraceite”, rezan los diarios del régimen. Aunque éste también se inunda. En el fondo, la culpa la tienen los catalanes. O los moros.
¿Que viene un gallego misterioso a inaugurar no sé qué puerto-bisne? Bah… alfombra roja.
Así están los quehaceres en los solares patrios. Sé indiferente y la felicidad inundará tu cuerpo en el parque de atracciones que hemos creado para ti.
“-Oiga, que yo no quiero ser mono de feria.
-Lo de la feria no está en discusión. Si usted quiere ser mono es su problema. Nosotros le damos la opción de que sea tigre, elefante o hasta contorsionista si quiere”.